¿QUÉ SABER DEL DONANTE?
Cuando los médicos planean hacer un trasplante de médula, el primer paso es buscar un donante que sea compatible, a nivel del sistema inmunológico, con el enfermo. La búsqueda empieza entre los hermanos del enfermo, los más cercanos genéticamente. Sin embargo, el donante se encuentra entre los familiares solamente en un 25 por ciento de los casos. Si no hay éxito en esa búsqueda, es necesario consultar un registro de donantes potenciales. .
Un donante voluntario es cualquier persona que esté motivada y que cumpla con los requisitos. Para inscribirse en el registro de donantes se debe tener entre 18 y 65 años y gozar de buena salud. Se hace una ficha donde figuran los resultados del análisis de sangre y un informe de la salud en general. La donación puede ser necesaria de inmediato, años más tarde, o nunca.
Antes de realizar la donación, exámenes complementarios tienen que confirmar la compatibilidad. El equipo médico a cargo de la operación retira 1 a 2 por ciento de la médula ósea del donante bajo anestesia general. La médula se renueva rápidamente y, aparte de la anestesia, no hay ningún otro peligro para la salud del donante.
¿QUÉ SABER DEL RECEPTOR?
Las personas que esperan un trasplante de médula ósea son, en su mayoría, enfermas de cáncer y necesitan recibir un sistema inmunológico sano. Una vez decidido el trasplante y mientras se busca un donante, el enfermo es sometido a tratamiento (quimioterapia, radioterapia). También se le administran fármacos inmunosupresores, para reducir el riesgo de rechazo.
El trasplante mismo consiste en una simple transfusión. Sin embargo, su éxito no es seguro. Aunque el rechazo es poco frecuente, el problema principal que puede presentarse es una reacción contra el huésped: la médula trasplantada ataca al organismo receptor. Esa reacción se presenta con frecuencia y hay que detenerla lo antes posible.
Después del trasplante, deben continuarse con los tratamientos inmunosupresores. El enfermo es aislado dentro de un ambiente protector. Si todo resulta bien, hay que considerar alrededor de cuatro semanas de permanencia en el hospital. Una vez de vuelta en casa, es conveniente tomar algunas precauciones para el cuidado diario, según la evolución del paciente. Por ejemplo, la esterilización de la vajilla que use o la necesidad de que los visitantes usen mascarillas para prevenir infecciones.