¿Por qué ocurre?
La fiebre es un medio de defensa del organismo contra un virus o un microbio. El cerebro hace aumentar la temperatura del cuerpo para acelerar la fabricación de los anticuerpos, como parte de su sistema natural de defensa. Pero si la temperatura se eleva sobre los 38 grados en el lactante y sobre 38 y medio en un niño mayor, hay que vigilarlo atentamente por si se presentan convulsiones.
¿A quiénes afecta?
Principalmente a los niños pequeños, entre 6 meses y 5 años, con una prevalencia notoria entre los 18 y los 24 meses. La complicación de las convulsiones afecta a un 2 a un 5 por ciento de los niños febriles y puede presentarse en más de una ocasión.
¿Cuáles son los síntomas?
A menudo, las convulsiones se presentan con fiebre muy alta, superior a 40 grados, pero también pueden aparecer al subir o bajar la temperatura. Las convulsiones se manifiestan con una breve pérdida de conocimiento, de uno a dos minutos, ojos en blanco, temblores y movimientos incontrolables del cuerpo.
¿Qué medidas tomar?
Conserve la calma y permanezca junto al niño. Ventile la habitación
Vigile su temperatura, tomando el nivel de fiebre -si es posible- por vía rectal. Dele a beber todo el líquido que pida, pero no lo fuerce en caso de no tener sed.
Si la fiebre persiste o no baja dentro de la media hora que sigue a la toma de medicamentos antifebriles, llame a un médico.
Verifique que no tenga nada en la boca. De ser así, retire el objeto (sea un juguete o un dulce) para evitar que se atragante mientras está sin conocimiento
Retire la ropa de abrigo y refresque al niño aplicando una toallita húmeda sobre su abdomen y piernas.
Colóquelo preferentemente de costado, alejando todo objeto cercano que pueda lastimarlo. No trate de inmovilizarlo.
Después de la crisis, deje que se recupere y llame a un médico.
Muy importante: si las convulsiones persisten durante más de 10 minutos, hay que pedir auxilio. Se trata de una urgencia médica.