Es bastante frecuente que una mujer, después de haber dado a luz a su hijo, se vuelva especialmente llorona e hipersensible. Mientras sus familiares y amigos a su alrededor se alegran y la felicitan, ella siente una tristeza inexplicable. En mujeres sanas y normales, se trata de una crisis pasajera, que puede durar entre una hora y cuatro días. Técnicamente, se llama depresión puerperal o maternity blues, un estado que sufren entre un 30 a un 80 por ciento de las mujeres.
A menudo, se busca una justificación responsabilizando a un trastorno hormonal o simplemente al cansancio después del parto. Psicológicamente, también puede sentirse atemorizada o desorientada frente a su nueva responsabilidad y hacerse preguntas angustiantes como “¿Seré una buena madre?” o “¿Seré capaz de criar a mi hijo?”. Cuando el bebé ha dado su primer llanto y es colocado sobre el pecho de la madre para que tengan un primer contacto físico, ocurre algo muy fuerte e intenso, que no siempre es tomado en cuenta. La primera mirada del bebé, muy fija e incluso severa, puede resultar intimidante para la madre.
Sin embargo, sólo necesita un poco de tiempo para habituarse al mundo que lo rodea. Muy pronto se establecen los lazos afectivos entre la madre y su bebé, para que vuelva la tranquilidad y ella pueda relajarse un poco y dejarse mimar por la gente querida a su alrededor. Actualmente hay consenso entre los especialistas en que esos momentos de tristeza o abatimiento son una etapa normal y superable.
La maternity blues, como también es conocida la depresión puerperal, suceden generalmente en el lapso de los tres primeros días que suceden el nacimiento y no debe confundirse con una pequeña depresión debida a las incomodidades propias de una hospitalización, como poca atención de enfermería, incomodidad física, molestia por la intervención y la bajada de la leche. Por supuesto, son situaciones que no ayudan a la buena relación madre-bebé, sino al contrario.
Puede que un sentimiento ligero y difuso de tristeza invada a la mujer varios días después de haber dado a luz, cuando ya está de vuelta en casa. A menudo, se trata de una situación normal y sin gravedad, acentuada por la responsabilidad de volver a ocuparse de las tareas domésticas, pero que se termina por sí sola si cuenta con el apoyo y el cariño de su entorno familiar.
Hay que estar atentos por si esos efectos persisten e, incluso, se profundizan. Entonces podría tratarse de una verdadera depresión post-parto, con signos de una dificultad para ser madre. Entre otros efectos, la mujer no experimenta el esperado instinto maternal o lo vive con mucha dificultad. En ese caso, los efectos también recaen sobre el recién nacido y pueden tener consecuencias a futuro. La situación obliga a reaccionar prontamente y recibir ayuda por un terapeuta capacitado.