Procrastinar es realizar una tarea completamente distinta a la cual debes hacer. Es un mecanismo de defensa para lidiar con los sentimientos de incomodidad y malestar que surgen como resultado de la obligación de cumplir con una responsabilidad.
El hábito de procrastinar se origina como consecuencia de niveles elevados de estrés y angustia, comúnmente asociados al miedo de fracasar o a la aspiración imposible de alcanzar la perfección.
Procrastinar no equivale a perder el tiempo ni es sinónimo de pereza, debilidad o negligencia. Aplazar una tarea equivale a un mal manejo de las emociones.
¿Por qué surge la procrastinación?
La mala noticia es que cualquier persona, en cualquier momento de su vida, puede desarrollar el hábito de la procrastinación. La buena noticia es que tiene una solución. Sin embargo, combatir los síntomas de las cogniciones de procrastinación no es sencillo, no es imposible, pero tampoco es un proceso rápido.
La procrastinación es consecuencia directa del estado físico y mental de una persona. Son causas de riesgo la baja autoestima, los sentimientos de inseguridad, los estados de frustración, resentimiento, ansiedad y aburrimiento asociados con la tarea que debe realizarse.
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Procrastinar es un acto profundamente irracional y dañino para la salud, lo cual despierta la siguiente duda: si procrastinar es tan malo, ¿por qué las personas continúan haciéndolo? Su nombre mismo lo dice, la palabra deriva del vocablo griego “akrasia”, la cual significa “descontrol”.
En un estado de “akrasia” la persona atenta contra sí misma y va en contra de sus mejores intereses. Quien procrastina busca la satisfacción momentánea, la solución más fácil, el escape efímero de la realidad, sin detenerse a pensar en las consecuencias a largo plazo.
Una vez que da inicio es difícil detener el proceso de procrastinación (la palabra “difícil” no equivale a “irrealizable”). Aplazar una tarea de manera reiterativa se vuelve un círculo vicioso del cual la persona siente que no puede escapar, pero sí hay una salida.
No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy
El primer paso para solucionar un conflicto es reconocer la existencia misma de un problema. Es necesario hacer conciencia de las causas y efectos de la procrastinación y examinar el estado de salud del cuerpo y de la mente.
En otras palabras, para lidiar con este hábito es necesario hacer un inventario de los pensamientos, sensaciones y emociones que imperan en la conciencia, además de reparar en la presencia de síntomas de desgaste o malestar físico.
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Aunado a lo anterior, la persona debe aprender a negociar consigo misma, debe ofrecer a su cerebro una opción mejor a la procrastinación y debe ser consciente de su “yo” del futuro.
¿Cuáles son las secuelas de aplazar de manera indefinida una actividad?
No te vamos a mentir, los riesgos ocasionados por la procrastinación son graves. La procrastinación produce síntomas asociados a cuadros clínicos de depresión, origina sentimientos rumiantes de culpabilidad y angustia, eleva los niveles de estrés, dando paso a condiciones adversas como fatiga, irritabilidad, aislamiento o ataques de ira.
La lucha contra la procrastinación
Quien sufre de procrastinación tiene miedo de la vida, sí, pero salvo que se arme de valor y afronte sus temores más profundos, toda su existencia se va a convertir en un eterno proceso de desidia y aplazamiento.
En un escenario así es imposible cumplir metas y, por lo tanto, la persona perjudica su estilo de vida, sus proyectos a futuro y su estabilidad, atenta contra su propio “yo”, saboteando su crecimiento y su felicidad, coartando su propio desarrollo integral.
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Procrastinar es invertir tiempo, esfuerzo y dedicación en un asunto diferente al que se debería atender, por ejemplo, mirar series de televisión durante horas seguidas en lugar de estudiar para un examen o cumplir con un pendiente laboral.
Entonces, dime la verdad, nadie se va a enterar, ¿cuántas horas al día navegas en internet tratando de escapar a tus responsabilidades cotidianas? ¿Estás procrastinando o no?