El kiosco de Tampico no solo es querido en nuestro puerto, también en otros lugares la construcción de característico color y ondulados ornamentos es apreciada y reconocida. La revista digital México Desconocido, especializada en turismo, enlistó al “pulpo rosa” como uno de los 10 kioscos más bonitos del país.
LOS MAGNÍFICOS KIOSCOS DEL PAÍS
En su artículo “Estos son los quioscos más bonitos de México”, el portal ofrece un recorrido por plazas y parques del territorio nacional que se embellecen con magníficos kioscos.
Así podemos apreciar el kiosco blanco de la Alameda de la ciudad de Celaya, Guanajuato, el de cúpula roja en la Plaza Principal de Ciudad Cuauhtémoc, Chihuahua, o el imponente kiosco morisco en la Alameda de Santa María la Ribera con sus 44 columnas.
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“EL DE TAMPICO, ÚNICO EN SU GÉNERO”
Por supuesto, el kiosco de cantera y granito que lleva más de 70 años engalanando la Plaza de Armas del puerto jaibo no podía faltar: “Esta pieza emblemática de la ciudad mezcla diferentes estilos como el neocolonial, eclecticismo y barroco mexicano”. También lo describe como “único en su género”.
Entre otros kioscos destacados por el portal están el templete estilo mudéjar, construido enteramente de madera, en Chignahuapan, Puebla; el kiosco estilo francés de Guadalajara, Jalisco; así como el de la plaza de Armas de Chihuahua; o el kiosco morisco del Jardín Rafael Páez en Jeréz, Zacatecas.
ASÍ ERA EL PRIMER KIOSCO
Tampico tuvo su primer kiosco en 1891. Alejandro Prieto Quintero, entonces gobernador de Tamaulipas, ordenó la compra del primer kiosco moderno de la ciudad, se distinguía por contar con columnas de hierro colado, barandales y techo laminado.
El “pulpo rosa” que se volvió emblemático del puerto, se inauguró en 1945, el cual cuenta con un zócalo central, interior ahuecado, una cúpula circular coronada por una linternilla, sostenida en su centro por columnas y ocho contrafuertes que se convierten en volutas.
Su estilo ha sido definido como una combinación de elementos del art decó y el neobarroco. En un primer momento, se tenía contemplado añadir elementos como adornos y estatuas con pedestales, pero no se pudieron concluir.
En su construcción participaron el ingeniero Oliverio Sedeño, así como el arquitecto Roberto de la Garza Gutiérrez y el maestro de obras, Moisés Pérez “El Mexicano”, quien radicaba en la capital del país y vino exclusivamente a hacerse cargo de la obra.