La Huasteca es una región con una fuerte carga histórica. Su existencia se remonta al México prehispánico. Durante los periodos de la Conquista y el Virreinato, el territorio perdió su poderío económico y político debido a la matanza de los españoles. En ese año los teenek resistieron, hasta caer en desgracia debido a la venganza de Hernán Cortes.
La caída de los huastecos
Nuestra historia comienza en 1519, cuando los españoles, bajo el mando de Francisco Garay, gobernador de Jamaica, realizan labores de reconocimiento en la zona de la Huasteca. Los resultados no fueron los esperados: los teenek los sometieron, asesinaron, cortaron sus cueros cabelludos, exhibieron sus pieles y practicaron rituales de antropofagia.
A pesar de ese episodio truculento, de acuerdo a las declaraciones de Anath Ariel de Vidas en su libro “Huastecos a pesar de todo”, los españoles no cesaron en sus intentos de conquista. Para 1520, un grupo de ellos se asentó en la zona, con idénticos resultados.
En 1522, Garay estaba a punto de perder el control de la Huasteca, cuando Hernán Cortés arribo a la región para sostener la ocupación española del territorio. Acorde a los reportes de los historiadores, los huastecos resistieron durante 25 días con sus noches en el campo de batalla, antes de caer en manos enemigas.
En 1523, se funda la Villa de Santisteban del Puerto, en la actual ciudad de Pánuco. Cortés cede la encomienda del terreno a 120 españoles asentados en la zona, los cuales, a cambio de clases de evangelización, gozarían del trabajo gratuito de los huastecos, además del pago de un tributo.
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Los teenek, inconformes con la situación, optan de nuevo por la rebelión armada durante el transcurso de los años de 1523 a 1526. Por desgracia, Gonzalo de Sandoval, mano derecha de Cortés (quien ya había partido de la región), ordena la captura de 400 líderes de la comunidad, los cuales fueron quemados vivos, enfrente de su familia.
Los actos de violencia de los conquistadores, aunado a la propagación de epidemias y los sentimientos de impotencia y tristeza de los huastecos, mermaron su carácter bélico. Entonces, un nuevo mal, los aquejo, fueron vendidos como esclavos.
La matanza de los huastecos
Una vez instaurado el Virreinato de la Nueva España, la Huasteca fue nombrada “Provincia de Pánuco”. En 1525, Nuño Beltrán de Guzmán fue designado como gobernador de la zona. La autora Anath de Vidas califica a este hombre como “siniestro”.
Una de las ocupaciones principales de Beltrán, fue la venta de esclavos para trabajos forzados en las Antillas. Los cuales eran marcados con hierros calientes con la letra “R” o la letra “G”. Los primeros eran ofrecidos como tributo por los propios huastecos, los segundos eran los combatientes tomados prisioneros en batalla.
Nuño Beltrán, justificaba sus prácticas de comercio humano, con los alegatos de “evangelización” y “civilización”. Acorde a su lógica, expulsar a los huastecos de su territorio era una manera de retirar la influencia pagana de sus mentes, además de erradicar sus costumbres de antropofagia.
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La situación escaló a tal grado que, en 1529, Juan de Zumárraga, arzobispo de México, calculó que más de 10 mil personas habían sido víctimas de tráfico. Para 1533, según la misma fuente, la cifra aumentó a 15 mil víctimas.
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La matanza, tráfico y migración de los teenek es uno de los episodios más desagradables de la historia de la Nueva España. Comenzando con la venganza de Hernán Cortés y prosiguiendo con la venta de humanos de Nuño Beltrán de Guzmán, la Huasteca sufrió enormes pérdidas durante la Conquista y el Virreinato. A pesar de ello, su memoria perdura en la actualidad.