La visión se vuelve borrosa, los colores pierden brillo, las imágenes se empañan poco a poco. Si la persona usa anteojos tiene la impresión de que los cristales están sucios, pero la explicación es más de fondo: se trata de los primeros síntomas de la catarata.
La catarata es la pérdida progresiva de la transparencia del cristalino, ese lente de contacto natural del ojo situado detrás del iris, que focaliza las imágenes en la retina permitiendo una visión clara a cualquier distancia. Hacia los 50 a 70 años, el cristalino tiende a volverse opaco, produciéndo una molestia visual. La gente ve mal de lejos y también más “amarillo”. Si usa anteojos tiene la impresión de que estuvieran sucios. La realidad se vuelve borrosa, se pierde el brillo de los colores, las imágenes se empañan poco a poco. En el estado final de la enfermedad, la pupila se vuelva blanca. En su estado normal, la pupila es negra y el cristalino transparente.
La catarata es una enfermedad ligada a la edad, pero a veces puede aparecer en personas jóvenes. No existe algún medicamento para remediar el problema, el único tratamiento es la intervención quirúrgica. Respecto a la prevención, existen algunas pistas. Una fuerte exposición a los rayos ultravioletas podría ser un factor que favorece que el cristalino se vuelva opaco. Según otros estudios, una alimentación rica en antioxidantes (vitaminas E, C, betacaroteno) podría retardar la aparición. Pero aún no hay ninguna certeza en este campo.
El único recurso contra la pérdida de la visión ligada a la edad es la intervención quirúrgica, que permite recuperar la vista en la mayoría de los casos recuperar la vista. Ver mejor a los 80 y a los 60 años, incluso sin anteojos, es actualmente posible después de una operación de catarata. Considerando el envejecimiento de la población, esta intervención se ha vuelto frecuente. Muchos avances se realizaron en los últimos años, a nivel de la técnica operatoria, del tipo de anestesia y de los implantes utilizados para reemplazar el cristalino defectuoso.
Antes se retiraba la totalidad del cristalino y la incisión producía una modificación de la curvatura de la córnea; es decir, un astigmatismo. Actualmente ya no se retira la totalidad del cristalino, sólo su núcleo, y en esa misma envoltura se coloca un lente de contacto artificial que reemplaza, en el plano óptico, al cristalino opaco. La técnica moderna permite reemplazar un cristalino en menos de media hora.
Un oftalmólogo inglés de apellido Ridley tuvo la primera idea de implantar un lente plástico en el ojo, en los años 50, al constatar la extraordinaria tolerancia de trozos de plexiglas introducidos accidentalmente en los ojos de aviadores de la Royal Air Force. Desde entonces, se han realizado enormes avances.
Hoy existen implantes rígidos de polimetilmetacrilato (PMMA), bien tolerados y siempre utilizados, especialmente en terrenos difíciles, en caso de diabetes o inflamación ocular, por ejemplo. Más modernos, también están disponibles los implantes flexibles y manejables, en silicona o acrílico. Su principal ventaja es que pueden ser introducidos en el envoltorio del cristalino por una incisión muy pequeña, de 3 a 4 mm, lo que disminuye el riesgo de astigmatismo.
La mayoría de los implantes, flexibles o rígidos, son unifocales. Por lo tanto, el médico tiene que determinar, antes de la intervención, la potencia del lente de contacto. Ahora los cirujanos oftalmólogos tienen a su disposición implantes multifocales, con diferentes zonas ópticas para enfoque de lejos y de cerca.
La decisión de someterse a una intervención quirúrgica es tomada en común acuerdo por el paciente y el oftalmólogo. No hay reglas, todo depende de la necesidad de cada paciente, porque no todas las personas necesitan tener el mismo desempeño visual. A una persona activa y que conduce su automóvil le molestará una catarata en sus comienzos, mientras que una persona de más edad y más sedentaria se conformará con una buena visión de cerca con anteojos.
Aunque el procedimiento quirúrgico está perfectamente estandarizada y se obtienen excelentes resultados, la operación de catarata, como toda operación, presenta algunos riesgos que el paciente debe conocer y que el oftalmólogo tiene que advertirle. Los casos de complicaciones severas son muy raros. Puede tratarse de una infección (1 a 3 casos en 1.000), un desprendimiento de retina (1 caso en 100), una hemorragia o un edema de retina.
EUROPA PRESS N. S.