Aunque existen muchas formas de vivir las relaciones sexoafectivas, la monogamia, el mantenerse con una pareja exclusiva, sigue siendo uno de los vínculos más frecuentes en nuestra cultura.
Sin embargo, la ciencia nos dice que somos de las pocas especies que optan por la vida en pareja, y que diversas circunstancias en nuestra evolución nos hicieron preferir este tipo de relaciones.
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La monogamia es un rasgo cultural poco frecuente
Solo el 17% de las culturas humanas son estrictamente monógamas, afirma Bernard Chapais, de la Universidad de Montreal, en un reciente estudio.
“La gran mayoría de las sociedades humanas adoptan una mezcla de tipos de matrimonio, con algunas personas que practican la monogamia y otras la poligamia. Sin embargo, la mayoría de las personas de estas culturas tienen matrimonios monógamos”, indica.
¿La 'culpa' es de nuestros antepasados? Los fósiles lo explican
El estudio de nuestros antepasados arroja cierta luz sobre el orígen de la monogamia. En 2011, Emma Nelson, de la Universidad de Liverpool, a partir del estudio de restos fósiles, concluyó que los homínidos de hace 4.4 millones de años se aparean con muchas hembras.
Sin embargo, también encontró que hace unos 3.5 millones de años, cierto grupo de homínidos se inclinaron más hacia la monogamia, ya que la composición hormonal de estos restos eran distintos a los de los homínidos con muchas parejas.
“Nuestro linaje nunca evolucionó para ser estrictamente monógamo. Pero incluso en las relaciones polígamas, los hombres y las mujeres individuales formaban vínculos a largo plazo, algo muy distinto a lo que ocurre en los chimpancés”, explica Nelson.
La monogamia habría influido en nuestra evolución
Desde esta perspectiva evolutiva, Kit Opie de la University College de Londres, tras un estudio de 230 especies de primates, ofrece esta explicación: la monogamia fue una forma de prevenir el infanticidio.
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En un artículo, Opie indica que los infantes son más vulnerables cuando dependen totalmente de su madre, lo que provoca la amenaza de que otros machos rivales maten a la cría para aparearse con la hembra. Así, cuando el macho se quedaba con una sola pareja, podía cuidar a la hembra y a su descendencia.
Opie descubrió que, tras la aparición de la monogamia, es más probable que los machos se inclinaran a cuidar a los infantes.
“Cuando los padres cuidan de las crías, no solo pueden protegerlas de otros machos, sino que también pueden compartir la carga del cuidado de los niños”, afirmó.
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Asimismo, al pasar del apareamiento múltiple a la monogamia, los padres cuidadores pueden ayudar a aliviar la carga de cuidados de las crías y brindarles una infancia extensa. “Este tipo de relación explicaría cómo pudieron evolucionar los cerebros grandes en los humanos”, indica.