/ domingo 9 de septiembre de 2018

La Tierra arde

El calor extremo que está abrumando al verano del hemisferio norte puede convertir en cenizas los argumentos de los que siguen poniendo en duda los peligros de los cambios climáticos

Los científicos que desde 1990 vienen alertando sobre los riesgos del calentamiento global causado por la acción humana, ahora disponen de dramáticas evidencias para convencer a los gobernantes de todo el mundo de adoptar medidas para enfrentar o mitigar el problema. Nadie necesita explicar mucho que saber de antemano cuándo va a ocurrir un cambio potencialmente catastrófico es la mejor manera de evitarlo o, al menos, prepararse adecuadamente para reducir sus daños.

El problema de las previsiones y pronósticos es que los argumentos para actuar anticipadamente no son palpables para la mayoría de la población, ni para los políticos que dependen de su voto, hasta que se vuelven realidad ante la vista, casi siempre trágicamente. Los escépticos del calentamiento global suelen bromear diciendo que las predicciones sobre los cambios climáticos de largo plazo son tan creíbles como los pronósticos de que lloverá el fin de semana y luego las nubes se van y sale un sol radiante.

Sin embargo, la broma causa cada vez menos risa, después de ver lo que está ocurriendo en el actual verano del hemisferio norte, con sucesivos records históricos de temperatura, muchas veces con resultados desastrosos para la población. En Finlandia, los habitantes de Sodankyla, ubicada a menos de 100 kilómetros del Círculo Polar Ártico, experimentaron este año un día de verano con características tropicales: 32 grados C, el doble de la temperatura promedio normal en esa época del año.

En Japón, al menos 65 personas, en su mayoría ancianos, no fueron capaces de resistir el verano más cálido en la historia del país y murieron de calor. En Grecia, hubo un centenar de víctimas, que perdieron la vida en violentos y devastadores incendios causados por la fatal combinación de alta temperatura, vegetación seca y fuertes vientos. En el sur de California (Estados Unidos) se han registrado temperaturas cercanas a los 50 grados C y la temporada de incendios forestales, propia de la estación, se está prolongando más de lo normal.

Los alemanes también están enfrentando los meses más calientes en la historia del país. Con los termómetros marcando más de 40 grados C, miles de peces de los ríos Elba y Reno no pudieron resistir el fenómeno de calor inusitado y murieron por la falta de oxígeno provocado por el calentamiento del agua. Los meteorólogos prevén que la temperatura en la Península Ibérica será la más alta registrada en Europa continental, batiendo el record de 48 grados que se produjo en 1977 en Atenas (Grecia). Hasta en los lugares que ya eran calientes, la situación se ha vuelto infernal. A comienzos de julio, hizo 51,3 grados a la sombra en el Desierto del Sahara, la temperatura más alta medida por los termómetros en África.

No es posible afirmar que cada uno de los eventos más dramáticos y visibles haya ocurrido por causa directa del calentamiento global. Hay innumerables factores regionales que pueden haberlos influenciado. Pero sí está claro para los científicos que las situaciones climática extremas como las descritas se están volviendo cada vez más frecuentes, y eso no es algo que ocurra por casualidad. La explicación más fundamental se encuentra en la emisión de gases de efecto invernadero, que han contribuido a aumentar en más de 1 grado el promedio de la temperatura de la Tierra, desde el siglo XIX.

Según un estudio publicado por la Sociedad Americana de Meteorología, 2017 fue el año más cálido desde que se tenga registro, sin la influencia de El Niño, el fenómeno natural que hace calentarse las aguas del Océano Pacífico y tiene impacto global en el clima. Los años más cálidos, con la influencia de El Niño, fueron los inmediatamente anteriores: 2015 y 2016.

La ventana de oportunidades para combatir las causas de las alteraciones climáticas se está cerrando. Como advierte el ecólogo Daniel Nepstad, director del Earth Innovation Institute, ONG con sede en California: “Tenemos apenas veinte años para cambiar nuestro comportamiento hacia un mundo con equilibrio cero en las emociones de carbono a la atmósfera. Eso significa que cada año perdemos un 4 por ciento de ese margen de seguridad”.


Los científicos que desde 1990 vienen alertando sobre los riesgos del calentamiento global causado por la acción humana, ahora disponen de dramáticas evidencias para convencer a los gobernantes de todo el mundo de adoptar medidas para enfrentar o mitigar el problema. Nadie necesita explicar mucho que saber de antemano cuándo va a ocurrir un cambio potencialmente catastrófico es la mejor manera de evitarlo o, al menos, prepararse adecuadamente para reducir sus daños.

El problema de las previsiones y pronósticos es que los argumentos para actuar anticipadamente no son palpables para la mayoría de la población, ni para los políticos que dependen de su voto, hasta que se vuelven realidad ante la vista, casi siempre trágicamente. Los escépticos del calentamiento global suelen bromear diciendo que las predicciones sobre los cambios climáticos de largo plazo son tan creíbles como los pronósticos de que lloverá el fin de semana y luego las nubes se van y sale un sol radiante.

Sin embargo, la broma causa cada vez menos risa, después de ver lo que está ocurriendo en el actual verano del hemisferio norte, con sucesivos records históricos de temperatura, muchas veces con resultados desastrosos para la población. En Finlandia, los habitantes de Sodankyla, ubicada a menos de 100 kilómetros del Círculo Polar Ártico, experimentaron este año un día de verano con características tropicales: 32 grados C, el doble de la temperatura promedio normal en esa época del año.

En Japón, al menos 65 personas, en su mayoría ancianos, no fueron capaces de resistir el verano más cálido en la historia del país y murieron de calor. En Grecia, hubo un centenar de víctimas, que perdieron la vida en violentos y devastadores incendios causados por la fatal combinación de alta temperatura, vegetación seca y fuertes vientos. En el sur de California (Estados Unidos) se han registrado temperaturas cercanas a los 50 grados C y la temporada de incendios forestales, propia de la estación, se está prolongando más de lo normal.

Los alemanes también están enfrentando los meses más calientes en la historia del país. Con los termómetros marcando más de 40 grados C, miles de peces de los ríos Elba y Reno no pudieron resistir el fenómeno de calor inusitado y murieron por la falta de oxígeno provocado por el calentamiento del agua. Los meteorólogos prevén que la temperatura en la Península Ibérica será la más alta registrada en Europa continental, batiendo el record de 48 grados que se produjo en 1977 en Atenas (Grecia). Hasta en los lugares que ya eran calientes, la situación se ha vuelto infernal. A comienzos de julio, hizo 51,3 grados a la sombra en el Desierto del Sahara, la temperatura más alta medida por los termómetros en África.

No es posible afirmar que cada uno de los eventos más dramáticos y visibles haya ocurrido por causa directa del calentamiento global. Hay innumerables factores regionales que pueden haberlos influenciado. Pero sí está claro para los científicos que las situaciones climática extremas como las descritas se están volviendo cada vez más frecuentes, y eso no es algo que ocurra por casualidad. La explicación más fundamental se encuentra en la emisión de gases de efecto invernadero, que han contribuido a aumentar en más de 1 grado el promedio de la temperatura de la Tierra, desde el siglo XIX.

Según un estudio publicado por la Sociedad Americana de Meteorología, 2017 fue el año más cálido desde que se tenga registro, sin la influencia de El Niño, el fenómeno natural que hace calentarse las aguas del Océano Pacífico y tiene impacto global en el clima. Los años más cálidos, con la influencia de El Niño, fueron los inmediatamente anteriores: 2015 y 2016.

La ventana de oportunidades para combatir las causas de las alteraciones climáticas se está cerrando. Como advierte el ecólogo Daniel Nepstad, director del Earth Innovation Institute, ONG con sede en California: “Tenemos apenas veinte años para cambiar nuestro comportamiento hacia un mundo con equilibrio cero en las emociones de carbono a la atmósfera. Eso significa que cada año perdemos un 4 por ciento de ese margen de seguridad”.


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