Hace mucho tiempo, en Tamiahua, Veracruz, existió un lugar llamado Rancho Nuevo. En él vivía una joven, quien, para sorpresa de todos, se convirtió en una sirena, pero no era una sirena bonita ni alegre. No, era una criatura llena de oscuridad. Desde ese día, su madre regresa a la laguna todos los jueves santos, esperando a que regrese su hija.
La Comisión Nacional del Agua reproduce en su portal oficial, una conocida leyenda proveniente del norte del estado de Veracruz. Esta es la historia de una familia y su relación con la fatalidad.
➡️ También te puede interesar: Los 8 lugares más aterradores y misteriosos de Tampico y Ciudad Madero
Lo que empieza bien, termina muy mal
En el municipio de Tamiahua, en Veracruz, entre la localidad de Tampache y la hacienda de San Sebastián, se encontraba un lugar llamado Rancho Nuevo. Ahí vivía la familia Saavedra González, conformada por un padre, Abundio; una madre, Damasia; y una hija, Irene.
La vida de los tres transcurría apacible, pero el infortunio se ciño sobre ellos. Abundio Saavedra falleció de manera imprevista. La madre y la hija se volcaron en la religión para encontrar un sentido a su existencia, acudían de un poblado a otro a celebrar todas las fiestas de santos.
De esa manera, pasó el tiempo. Damasia e Irene iban y venían entre Tampache, Acala, Hormiguero, Tancochin, Cuesillos y Tierra Blanca.
Durante un jueves santo, cuenta la leyenda, Irene fue a buscar leña a pedido de Damasia. Para ello, tenía que andar el camino hacia Paso de Piedras y recoger los troncos en el sendero. Al terminar la joven se sintió cubierta de polvo, tierra y sudor.
Al llegar a su casa, quiso bañarse, pero su madre la previno: “en los días santos, el agua no debe tocar tu piel”. Irene, quizás un tanto escéptica ante el aviso, contraargumentó: “Lo siento mucho, que me perdone Dios, pero voy a lavar mi rostro”.
➡️ También te puede interesar: "Había rumores de brujos y santeros", cuando los muertos desaparecían del cementerio en Tampico
Surge la sirena de Tamiahua
La joven se encaminó rumbo al pozo. La leyenda cuenta que cuando Irene se asomó sobre el hoyo con el objeto de dejar caer el balde, el agua comenzó a incrementar su altura, hasta superar los límites de la construcción y frotar en el viento.
Irene se transformó en un ser diferente al que era. Su piel y su cabello, antes morenos, se tornaron rojos; sus ojos verdes incrementaron de manera desmedida su tamaño; sus piernas se convirtieron en una cola de pez repleta de escamas. Dicen los que estuvieron ahí, que la joven gritó.
El agua del pozo, con una fuerza desmedida, arrastró a la sirena de Tamiahua rumbo a la laguna.
Los lugareños fueron tras de ella, intentando, a pesar del asombro del espectáculo, salvar a quien ellos pensaban que era Irene. Grave error, al acercarse a la criatura, ella vociferó claramente: ¡Peten ak, peten ak! (Palabra en huasteco cuyo significado es “giren”.)
Los hombres se alejaron de la sirena. Trataron de explicar a la madre el destino de su hija, pero ella no lo entendió. Cada jueves santo, cuenta la leyenda de agua, regresa a la laguna de Rancho Nuevo, Tamiahua, a buscar a su hija. Irene se convirtió en un ser extraño, uno capaz de matar a quien la mire.
Suscríbete a la edición digital de El Sol de Tampico aquí
Esta fue la historia de la llamada sirena de Tamiahua, cuya madre, cada jueves santo, regresa a la laguna, anhelando volver a ver a su hija.