Existe entre las leyendas tének un pájaro de cabeza colorada que disfruta de comer los ojos de sus compañeros de mundo. De la comunidad de San Isidro, Aquismón, de la pluma de Claro Morales Domingo, sabemos el siguiente cuento:
Hace mucho tiempo existía un hombre que era el dueño de una parcela de frijol. Un día vió llegar a tres hermosas mujeres que sin pedirle permiso comenzaron a llenar sus cestos de la hortaliza. El hombre se acercó a ellas, les aseguro que podrían comer todo cuanto quisieran si aceptaban casarse con él y todas accedieron.
Lo que el hombre desconocía es que las jóvenes no eran mujeres, sino venados hembras que habían tomado forma humana. Ignorante del secreto, el hombre accedió a acompañarlas a su casa donde hablarían con su padre acerca del matrimonio.
Sin darse cuenta comenzaba a transformarse en un venado
Al llegar al lugar, el padre de las jóvenes, un venado que también se veía como humano, aceptó la unión y los envió a todos a pasear para conocerse. El dueño de la parcela estaba tan feliz con la noticia que no se dio cuenta que al avanzar su cuerpo se transformaba gradualmente en un venado.
Quiso la mala suerte que el grupo se encontrará con un cazador, quien sin dudar, disparó al venado hiriéndolo de muerte. Las venaditas al ver la sangre huyeron despavoridas. Al lugar donde se encontraba el hombre agonizando llegaron un zorro, una zorrilla y un Kwíxt’ot.
Los tres animales, tras recordar que el humano había sido amable con ellos, se compadecieron de él. Entonces, el Kwíxt’ot procedió a picotearlo, hasta devorar sus ojos y sacarle el corazón, el cual se comió. Fue ahí que el hombre volvió a su forma original.
Sorprendido por todo lo que había pasado, el dueño de la parcela de frijol escuchó la petición del Kwíxt’ot, de la zorrilla y del zorro: “No te olvides de los animales que te hemos ayudado”.
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Como parte de la riqueza literaria de México es importante conservar los mitos, leyendas, cuentos y fábulas de las civilizaciones prehispánicas, a través de ellos se vislumbra cómo nuestros antepasados comprendían e interpretaban el mundo.
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Tal vez sea oportuno escuchar los consejos del Kwíxt’ot: siempre es buena idea recordar quién tendió una mano amiga en un momento de terror paralizante.