Hace muchas décadas, cuando la tecnología no estaba tan desarrollada, los relojes de pulso, cuerda o automáticos eran los preferidos por la población; con el paso de los años, estos aparatos para medir el tiempo necesitaban su mantenimiento, naciendo con ello los talleres de reparación.
Aunque no existe una carrera como tal para el aprendizaje y desarrollo de las habilidades para detectar y reparar las fallas de este tipo de relojes, en la zona han existido buenos relojeros, oficio que, a decir de muchos de ellos, lo aprendieron de manera empírica.
Este empleo ha sobrevivido al paso de los años, sin embargo la velocidad con que la tecnología ha irrumpido en el mundo y la variedad de relojes "desechables" parece haber condenado a muerte a esta labor, aunque se resista a extinguirse.
El taller de joyería y reparación de relojes “La Titania” ha logrado mantenerse en la zona como uno de los emblemáticos lugares para la reparación de los relojes, su creador Don Roberto Reyna López (+) inició este trabajo a unos metros de la esquina que forman las calles Aduana y Álvaro Obregón, en la zona centro de Tampico, y en donde actualmente se mantiene.
A su muerte, hace tres años, este tradicional taller de reparaciones se ha mantenido aunque con otro nombre, ahora se llama “Jade”, según relató Dora María Mellado, esposa de Don Roberto.
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“Seguimos con la tradición y estamos mejorando el servicio y trato, aunque tiene otro nombre es la misma atención”, relató.
Un trabajo que se aprende de manera empírica
Javier Sánchez, relojero y joyero de lo que ahora es el taller de reparaciones “Jade”, señala que este trabajo no es únicamente cambiar el extensible del reloj o renovar la batería, sino que en ocasiones se vuelve complejo debido al tamaño de los engranes de estos dispositivos.
“Arreglar un reloj tiene su ciencia, no es un trabajo muy común o que digas que hay una escuela en donde te enseñan, no hay un título de relojero, únicamente hay cursos que se dan en México y son los que se toman para irse actualizando en lo que es relojería, porque aparentemente pueden ser los mismos pero ya las maquinarias van cambiando, hay automáticas, de batería y cuerda, ya son muy pocos los que quedan, inclusive ya se batalla para las refacciones”, aseveró.
Comentó que en este taller se reparan relojes de cucú, péndulos, relojes despertadores y los comunes los de cuarzo y los de pulso. Detalló que los más complejos de reparar son los relojes de cuarzo porque son automáticos y traen más maquinaria diminuta.
Comentó que hay determinadas marcas que por su calidad tienen un mayor grado de complejidad para su reparación, “los relojes Mido, Citizen, son de las marcas más complicadas, ahí las piezas que se necesitan únicamente se piden a la Ciudad de México ya que son escasos y caros esos relojes”.
Los relojes tradicionales pasan de generación en generación
Comentó que, de acuerdo al tiempo que ha estado trabajando en este oficio, ha notado que el tipo de relojes análogos son utilizados principalmente por adultos y adultos mayores, que son los que regularmente acuden al taller para el mantenimiento.
“Vienen de todas las edades, pero en promedio ya viene gente de 40 años para arriba, son los que utilizan todos los relojes clásicos, ya las otras generaciones ocupan relojes de pila y las fallas son en realidad chinas, al fallar las máquinas optan por cambiar de reloj, ya no conviene la reparación”, indicó.
Detalló que en este taller han visto que los relojes pasan de generación en generación, por lo que los propietarios de estos relojes toman mucho afecto a este accesorio, lejos del costo, ya que es algo que les recuerda a sus familiares y quieren mantener la tradición.
“Los relojes viejos pasan de generación en generación, primero son de sus abuelos, luego pasan a los papás y después lo heredan ellos, y son los que los siguen reparando”, dijo en entrevista Javier Sánchez.
Agregó que han visto pasar a sus clientes de niños y después ya de adultos, “hay gentes que ya vienen desde hace 25 o 30 años, los trajo su papá y ahora ya vienen ellos para cuestión de reparaciones, inclusive relojes que trajeron desde hace mucho tiempo los siguen trayendo”.
La tecnología está desplazando este tipo de relojes y, con ello, la extinción del oficio, destacó Javier Sánchez lamentó que los smartphones, smartwatch y toda esta tecnología está acabando con dicho trabajo. Comentó que esto ha ocasionado que escasee la mano de obra, teniendo dificultades los talleres para encontrar buenos relojeros.
“Desgraciadamente el celular y la tecnología han sustituido al periódico, al reloj, al correo y hasta la charla. En este taller se andaban consiguiendo otra persona, pero ya no hay, hemos batallado para encontrar a otro relojero, se están escaseando, el celular está acabando al reloj”, indicó.
Dijo que esta situación se ha notado en el número de reparaciones que se hacen en el taller, ya que ante la incursión de relojes chinos el trabajo en este taller ha bajado hasta en 40% lo que en años anteriores.
Señaló que en este taller además de reparar los relojes, también realizan trabajos de joyería, desde limpieza hasta diseños en oro.
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“Se maneja lo que es desde hechuras de anillos, cadenas, pulseras de oro, plata, oro blanco, muchos vienen por soldadura, la mayoría viene porque se le revienta la cadena o esclava, y hay que soldarlos, pero igual puedes pedir un diseño y se trae el diseño o nos dicen más o menos cómo lo quieren, se les hace el dibujo, el diseño y posteriormente se hace el molde y se vacía para hacer la pieza”, citó.
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Dijo que mantiene la esperanza de que todas las tecnologías que están llegando no desaparezcan el noble oficio y espera que este taller dure otros 30 años brindando el servicio.
El reloj de pulsera
Finalmente, cabe destacar que ya se había sido inventado por Patek Philippe en el año 1868 como un “reloj de pulsera femenino”, diseñado más como un objeto de joyería. Como el reloj de bolsillo era muy poco práctico para la aviación, Louis Cartier creó para Alberto Santos-Dumont un reloj de pulsera, el primero de ese tipo diseñado para ser de uso práctico.