Existe una calle en el mundo donde no se puede emitir ningún sonido. En ese espacio ni la música ni las risas tienen cabida. Se llama Bungelosenstrasse y se localiza en la ciudad de Hamelín, a orillas del río Weber, en la Baja Sajonia, en Alemania.
La leyenda indica que aquí fue el último lugar donde el 26 de junio de 1284, se vio a un flautista recorrer la ciudad en compañía de 130 niños.
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En la entrada del museo-restaurante “Rattenfängerhaus (La casa del cazador de ratas)”, en “Bungelosenstrasse” esquina con “Osterstrasse”, se puede leer tallada en piedra la siguiente inscripción: “En el año de 1284, en el día San Juan y San Pablo, siendo el 26 de junio, un flautista vestido con toda clase de colores sedujo a 130 niños nacidos en Hamelín, quienes se perdieron en el lugar del Calvario, cerca de las colinas”.
¿Tú también escuchas la música? La historia del Flautista
Jacob y Wilhelm Grimm, conocidos como “Los hermanos Grimm”, son la mente detrás de las versiones más populares de cuentos como: “La Cenicienta”, “El príncipe rana”, “Rapunzel”, “Hansel y Gretel”, “Blanca Nieves y los siete enanos” y, por supuesto, “El flautista de Hamelín”.
En la ficción Hamelín era un lugar próspero y pintoresco, hasta que un día apareció una infestación de ratas. Los ciudadanos alarmados se reunieron en el Ayuntamiento para solicitar que las autoridades se hicieran cargo de la situación, aunque nadie sabía muy bien cómo acabar con el problema.
De repente, se presentó ante ellos un peculiar individuo, de ojos azul brillante y cabello amarillo, de tez morena y aspecto sonriente, ataviado con una capa multicolor que lo cubría del cuello a los pies.
“Yo soy capaz —aseguró el extraño—, mediante un encanto secreto que poseo, de atraer hacia mí a todos los seres que viven bajo el sol”.
A cambio de librar a la ciudad de las ratas, el extraño solicitó un pago de mil florines y el pueblo aceptó. Tras recorrer las calles con su flauta, los roedores salieron de sus escondites y fueron conducidos hasta el río, donde se ahogaron.
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Sin embargo, cuando llegó el momento de pagar, los deudores se negaron a hacerlo. En su lugar ofrecieron unas cuantas monedas y una copa de vino.
Cuando el flautista insistió en el cumplimiento del acuerdo, el alcalde lo insultó y el músico enojado, alejándose del grupo, empezó a tocar la flauta. Todos los infantes y jóvenes del pueblo comenzaron a seguirlo y los adultos, incapaces de moverse, solo pudieron ver cómo sus hijos e hijas se alejaban de ellos.
El flautista se dirigió hacia la montaña y el suelo empezó a abrirse a sus pies, formando una gruta, donde ingresó junto con los danzantes que traía con él.
Solo quedó atrás un niño con problemas de movilidad que no pudo seguir a sus compañeros. Cuando salió del trance relató a los habitantes de Hamelín las voces que escuchaba entre las notas musicales, voces que le prometían llevarlo a un sitio asombroso e imposible de describir.
¿Quién se llevó a los niños de Hamelin?
De acuerdo al artículo “El Flautista de Hamelín, un cuento que esconde una historia real” de la pluma de Isabel Hernández para National Geographic, el hecho histórico que posiblemente dio origen al mito fue la emigración masiva de los jóvenes de la ciudad debido a la hambruna de 1284, propiciada por una plaga de ratas que devoró las cosechas.
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Esta teoría sostiene que el rey Ladislao IV de Hungría prometió territorio junto con exención de impuestos y disculpa del servicio militar a todos los jóvenes que desearan acompañarlo de la Baja Sajonia hacia el Este, donde actualmente se encuentra una ciudad de nombre “Hamelspring” en Transilvania.
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Desde 1284, hace poco más de siete siglos, la calle Bungelosenstrasse tal y como su nombre lo indica permanece en silencio. No obstante, existe el rumor de que si prestas suficiente atención, cada año al caer la noche del 26 de junio, puedes escuchar, desde el fondo de la tierra, la música del Flautista de Hamelín. ¿Vas a seguirlo?