En 1852 pasó a formar parte del acervo del Museo de Historia Natural de París uno de los ejemplares más antiguos que se conoce de cocodrilo moreletti, el cocodrilo de pantano como también se le conoce y que podemos encontrar en la Laguna del Carpintero.
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¿Pero cómo fue que este animal fue a dar hasta las galerías de exhibición de un recinto del viejo mundo? La historia de este cocodrilo también es la de las antiguas expediciones que emprendieron los científicos del siglo XIX para conocer más sobre aquellas especies con las que compartimos el mundo.
Un cocodrilo que no se dejó vencer fácilmente
El naturalista francés Arthur Morelet arriba a la península de Yucatán en febrero de 1847. Reconocido por sus trabajos en el análisis de moluscos, Morelet fue comisionado por la Academia de Ciencias de Francia para realizar esta expedición por el continente americano con la finalidad de proveer de ejemplares vegetales y animales al museo de París.
El biólogo Jaime Osorio Sánchez, señala que Morelet llevaría a cabo este recorrido por el río Usumacinta. Al llegar al lago Lago Petén, Guatemala, en la Villa de Flores, es donde el francés colecta al reptil de tres metros de longitud. El propio Morelet relataría su encuentro con el cocodrilo en sus memorias “Viaje a la América Central y el Yucatán”, escritas en 1861.
Según relata el naturalista francés, pescadores de la zona le habían llevado el ejemplar que capturaron empleando un gancho en forma de anzuelo y como carnaza, un corazón de buey; posteriormente el animal fue amarrado.
“Durante todo el día dio señales manifiestas de irritación, lanzándose como una flecha todo lo que le permitía la cuerda y volviendo a caer con la boca abierta en una espantosa inmovilidad”, cuenta Morelet.
El científico le administraría al cocodrilo una dosis de jabón arsenical para proceder de inmediato con la taxidermia y evitar que el calor estropeara al ejemplar. Al caer la noche, lo despertó un fuerte ruido seguido de un olor desagradable.
El cocodrilo seguía vivo y se encontraba debajo de la hamaca donde descansaba Morelet. Uno de sus ayudantes le hizo llegar una cuerda nudo corredizo y Morelet se encargó de colocarla en el cuello del animal. “Lo conseguí en efecto después de algunas pruebas e izamos a este incómodo huésped hasta la viga, de la que quedó suspendido”.
El “Crocodilus moreletii” fue reconocido por la comunidad científica
El ejemplar fue depositado en el Museo de Historia Natural de París, donde a la fecha permanece con el número de catálogo 0.7520.
En 1851 el recinto presenta su “Catálogo metódico de la colección de reptiles”, elaborado por el zoólogo André Constant Duméril, quien en honor a la aportación de Arthur Morelet al estudio del cocodrilo de pantano, la especie se le denominaría “Crocodilus moreletii”.
El conocimiento sobre estos animales se enriqueció en 1870, con ejemplares tomados de los alrededores de Belice, y del río Polochic al este de Guatemala y el nombre Crocodilus moreletii se estableció como una especie más.
Incluso los estudios del zoólogo, Marie Firmin Bocourt, en los que al hablar de la especie Crocodylus mexicanus a partir de ejemplares colectados en Tampico, se le reconoció como un sinónimo de moreletii, como se señala en el libro “Conocimiento sobre el cocodrilo de Morelet”, de los médicos veterinarios Luis Sigler y Jacqueline Gallegos.
El diente expuesto es una de las características de este cocodrilo
Entre las características biológicas de este cocodrilo de pantano, nuestro “juancho”, según describen Sigler y Gallegos, es que su coloración es variada, puede ir desde el amarillo pálido hasta el negro.
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Sus tamaños igualmente son diversos, pero se pueden hallar ejemplares de hasta cuatro metros de largo y un macho adulto puede llegar a pesar cerca de los 200 kilos. Esta especie es reconocible porque el cuarto diente mandibular está expuesto a los lados de su hocico. Sigler y Gallegos señalan que entre los ejemplares más viejos se tiene el registro de un macho que se encontraba en cautiverio en Estados Unidos y que provenía de Yucatán; vivió hasta los 49 años.
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De acuerdo a un censo reciente, se estima que en la Laguna del Carpintero de Tampico habitan entre 80 a 90 cocodrilos moreletti, mismos que están protegidos por la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) y que se han vuelto emblemas del puerto.