Con casi un centenar de vida, José García García o Don Pepe, como es conocido en la colonia La Barra, es un ex trabajador del faro y ha vivido situaciones como la Segunda Guerra Mundial, las primeras remodelaciones de las escolleras de playa Miramar, hasta el nacimiento de Ciudad Madero como municipio.
En abril estará cumpliendo 97 años de vida, de los cuales 82 los ha vivido en una de las primeras colonias de Villa Cecilia, que posteriormente se convirtió en municipio y hoy urbe petrolera.
Heredero de uno de los oficios poco comunes en la actualidad, como es el de guardafaros, relata que se desempeñó en el faro de la colonia La Barra, tras la muerte de su padre Don José García Ortiz.
“Ahí empecé a trabajar desde los 15 años, estuvo raro, yo vivía en México, muere mi papá y entonces nos tuvimos que mudar para Ciudad Madero, con mi mamá porque aquí tenía su familia ella. A la semana me hablaron del faro, aunque mi papá fue el encargado se me hizo raro, como supieron de mí, fui con el encargado de nombre Guillermo Oropeza, me recibió, me dijeron que fuera a la Capitanía de Puertos a firmar la planta como guardafaro”, destacó.
Los días de guerra
Desempeñando ese oficio le tocó vivir los estragos de la Segunda Guerra Mundial, en el que el gobierno pedía no encender el faro, además a las familias del sur de Tamaulipas se les indicaba cubrir las ventanas de sus casas para no reflejar ninguna luz y que la zona quedara en penumbra, evitando con eso ser blanco de alguno de los bombarderos de los países en conflicto.
“Trabajé alrededor de cuatro años, alrededor de 1942, luego entré a la Dirección de Obras del Puerto. Fue en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, el faro se mantuvo apagado, no se prendía, lo mismo pasaba en las casas, por las noches se debían de colocar cortinas gruesas para que no se viera la luz para afuera”, indicó.
Recordó que durante esta época, la población civil era adiestrada por los militares ante un panorama crítico que pudiera registrarse en este conflicto bélico.
“Todos los domingos los militares enseñaban a la población civil a marchar y actividades de la milicia, utilizaban rifles de madera. Una vez los militares confundieron un tronco de árbol con un submarino y comenzaron a dispararle”, detalló.
Renunció a ser guardafaros
Don Pepe señala que debido a una enfermedad de su mamá no pudo seguir siendo el guardafaro, ya que había sido cambiado a otro municipio.
“Renuncié porque me iban a mandar a un faro que se llama Punta Jerez, en Aldama, había una laguna el cual se tenía que cruzar en bote, era peligroso por las mantarrayas, no fui porque mi mamá necesitaba cuidados médicos y allá no los iba a tener y mejor renuncié”, externó.
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Para su buena fortuna, fue cambiado de área, en esta misma zona y en donde llevó a cabo varios proyectos.
“Para suerte mía, a la semana me hablaron de Obras del Puerto que si quería trabajar ahí y me fui para allá, realizaba trabajos de dibujos y trazos. Trabajé en el diseño de las escolleras, anteriormente no estaba pavimentado”, externó.
Contribuyó con el diseño del monumento a los Marinos Caídos, “lo que hice fue el dibujo del águila que estaba arriba, porque el monumento lo hizo otro dibujante”.
Recordó uno de sus momentos de pasatiempos que tenía que era subirse a una avioneta para surcar los aires de la zona conurbada en lo que fue la primera terminal aérea.
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“Un edificio de la Sección 36 ahora sirve de bodega enfrente del varadero salían aviones chicos de 24 pasajeros, era un aeropuerto particular de la compañía Transportes Aéreos Tampico”, externó.
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Don Pepe, fue el guardafaros de la colonia La Barra en tiempos de la Segunda Guerra Mundial hoy es guardián de hermosos recuerdos, los que pese al estar cerca de cumplir 100 años de vida los narra con gran lucidez.