La figura de la madre en la literatura toma diversos tintes, es aquella figura aguerrida y decidida que es capaz de luchar por la causa de su hijo aunque no la comparta, como Pelagia en “La Madre” de Gorki; o la más pura esencia de la abnegación que se entrega a su hogar y a sus hijos a quienes cuida y guía con amor como la Sra. March en “Mujercitas”de Alcott; o incluso es la madre de un pensar estructurado y dominante que hace sentir su jerarquía dentro de su hogar bajo el firme criterio de que es lo mejor para sus hijos como Bernarda en “La Casa de Bernarda Alba” de García Lorca.
En México, la madre tiene un lugar inmaculado, intocable y santo, donde la proyección de la importancia de la figura materna cobra tintes religiosos cuya representación máxima la tenemos en la Virgen de Guadalupe, epítome de protección a la que acudimos en momentos de desolación y a quien veneramos como sólo a una madre se le puede venerar.
La importancia social de la madre es considerable, base y núcleo de la sociedad a cuyo entorno gira la vida familiar. Es directora y directriz, vértice único e indiscutible del hogar, en cuyo regazo recae la formación de los hijos y el peso de la estructura social.
La madre es el origen y fin de la unión familiar, es el sostén en tiempos dificiles, es la guía dura e implacable pero también es la respuesta y el perdón cuando el destino cambia. Es la conciliadora, la que autoriza o la que reprende, pero es también la que sumisa, perdona y abnegadamente antepone sus hijos a ella misma.
El retrato de la madre mexicana nunca ha sido tan bien capturado como lo fue dentro de la filmografía mexicana, donde la figura materna inmortal, sagrada e intocable la tenemos en el personaje que de ésta encarnó Sara García inmortalizanado para siempre la abnegación o el coraje, la sumisión o la independencia, siempre protectora, epítome de la rectitud y del deber características inherentes a las madres del México de los 40, de un México progresista y unido, en el que soplaba el viento de la modernidad gracias a la autonomía petrolera que tal como vino desapareció dejando tan solo un recuerdo de florecimiento económico que México no supo manejar ni mantener.
La madre es la que todo lo aguanta, todo lo soporta, es protectora por naturaleza, aguerrida y capaz de sacar la casta por su prole. Esa es la madre mexicana, la venerada, la adorada, la que todo lo merece, la que ama hasta la médula y la que muchas veces no es tan apreciada en vida.
También es el vacío de una silla alrededor de una mesa puesta en este día, es la lágrima derramada en la tumba o es el conjunto de frases y palabras de reprensión y cariño que se guarda la memoria.
Hoy mi madre, mi ejemplo de vida ya no se encuentra a mi lado, sólo habita en mi corazón y en mi memoria, y es ella para quien escribí este poema:
En la soledad de mi alcoba
siento el eco lejano de tu aroma...
De aquel aroma de nardos que inundó mi infancia de cuentos y risas, de un amor sin prisas.
Hoy la vida me cobra con creces tu ausencia y me envuelvo en mi cama y sueño despierta que aún vigilas mi sueño acariciando mi pelo.
Recuerdo tus manos que como hermosas olas me acariciaban cuando me caía, cuando me enfermaba y tu sonrisa todo lo curaba.
Te busco en mi casa, madre querida, mas te has escondido dentro de mi alma...
Hoy que la muerte se ha hecho tu amiga y que has dejado a tu hija en la melancolía, hoy 10 de mayo te recuerdo madre mía, tus consejos, tu guía, tu risa, tu alegría...
Y en la profunda soledad en la que vivo, cierro mis ojos y sueño que tú aún estás conmigo.
juliamiguelena@hotmail.com