En la vida de todo padre y madre llega un momento crucial: ¿cómo le digo a mi hijo (a) que Santa Claus no existe? Años antes se tuvo que convencer a los más pequeños del hogar que un hombre amable y bien intencionado, proveniente del polo norte, les dejaba regalos a los niños bien portados. ¿Cómo confesar ahora quién está tras los obsequios?
Para muchas personas el momento en que descubrieron que Santa Claus no era real fue un parteaguas en su infancia. Durante los primeros años de vida, la mente cunde ante la imaginación, pero conforme el tiempo avanza, la razón suele tomar el dominio. Lo que antes parecía factible, termina por resultar inverosímil.
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La importancia de la magia
Primero, quizás sea oportuno saber por qué generación tras generación muchas mamás continúan contando la misma historia que sus madres les contaban a ellas, a pesar de que saben que no es verídica.
Al respecto, Elisa Martin Ortega en el libro “La belleza en la infancia” explica que es importante crear mundos imaginarios capaces de transformar la realidad para lograr interpretar el mundo durante el primer periodo de la existencia humana.
Sin embargo, para dar paso a la adolescencia y, por ende, a la vida adulta, los niños necesitan separar la fantasía de la realidad. Para ello, es importante aclarar que figuras como Santa Claus, los reyes magos o el hada de los dientes tenían el objetivo de crear un “mundo mágico”.
La Real Academia Española (RAE) define magia cómo “encanto, hechizo o atractivo”. Bajo esta interpretación, los padres de familia cuentan historias falsas, como Santa Claus, con el objetivo de propiciar un mayor interés y asombro por la vida.
¿Cómo confesar la verdad?
Gracias a la nota “¿Cómo le digo a mi hijo que no existe Santa Claus?” del colegio Rogers Hall sabemos la siguiente información:
Tanto si se decide esperar que el niño o niña pregunte por la veracidad de Papá Noel o se prefiera elegir un día para hablar sobre el tema, en ambos casos se puede apostar por las siguientes acciones:
- Primero, explicar que San Nicolás técnicamente sí existió. Fue un obispo griego designado a Turquía aproximadamente en el año 280 DEC, nombrado “Patrono de los niños” por la preocupación que mostró por el bienestar físico y mental de la población infantil
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- Segundo, aclarar cuál era el objetivo de inventar la historia de Santa Claus: otorgar felicidad (no a través de los regalos) sino a través de la ilusión
- Tercero, abordar la multiculturalidad de ideas. Explicar cómo diversas culturas y religiones interpretan la figura de Santa Claus y de la Navidad. Incluso se puede ir un poco más allá y platicar sobre la libertad de credo y de expresión
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Esperamos que las ideas aquí expuestas puedan ayudar a las madres y padres de familia quienes un día van a tener que enfrentarse a la pregunta: “¿Santa Claus es real?” y van a tener que contestar con la verdad: “Sí, sí lo es, pero no de la manera en cómo lo imaginas”.