Corazones acelerados, manos sudorosas, mejillas sonrojadas, sentimientos de pasión y ansiedad, son parte de la montaña rusa de sensaciones que se echan a andar cuando estamos enamorados.
Que tengamos estas reacciones físicas y emocionales no se deben únicamente al flechazo, sino que tienen un origen en nuestro cerebro. Aquí te decimos lo que la ciencia opina al respecto.
UN COCTEL PARA NUESTRO CEREBRO
Un artículo publicado en la revista Hormones & Behavior, afirma que al momento de enamorarnos, hay tres áreas del cerebro que se activan. La primera es el área tegmental ventral, que libera dopamina y otras hormonas.
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La segunda sección cerebral es el núcleo accumbens, que a través de la oxitocina vincula las sensaciones placenteras del amor romántico con nuestros sistemas sensoriales.
Finalmente la parte pálido ventral, que mediante la vasopresina relaciona ciertas acciones de la pareja que asociamos a sentimientos gratificantes en nuestra mente.
El identificar estas áreas cerebrales “nos ayuda a entender por qué se puede relacionar un olor, un color o una canción con el sentimiento de amor que se tiene por una pareja", señala el texto de 2012.
DESDE APEGO POR EL OTRO HASTA PENSAMIENTOS ENLOQUECIDOS
¿Qué ocurre en nuestra cabeza después de este bombardeo de hormonas? El enamoramiento. Un artículo de la Escuela de Medicina de Harvard afirma, por ejemplo, que la dopamina liberada contribuye a que el amor sea una experiencia placentera similar a la euforia asociada al consumo de cocaína o alcohol.
Mientras que la oxitocina intensifica los sentimientos de apego y genera que las parejas se sientan más cerca una de otra después de haber mantenido relaciones sexuales. La vasopresina, por su parte, está vinculada al comportamiento que produce las relaciones monógamas a largo plazo.
Otra consecuencia es que los niveles de serotonina se agotan, lo que genera la producción de "los pensamientos, esperanzas y temores intrusivos y enloquecedores del amor".
LOS EFECTOS NO DURAN PARA SIEMPRE
Pero este estado no dura eternamente. Los especialistas afirman que este efecto dura, a lo mucho, dos años; después los niveles de cortisol y serotonina vuelven a la normalidad.
En tanto, el ansia y el deseo constantes, que son propios del amor romántico, suelen disminuir, y la euforia inicial pasa a un estado más profundo -"compasivo", lo llama el artículo de Harvard- presente en las parejas con matrimonios duraderos.