Un nuevo estudio realizado por investigadores chinos y norteamericanos revela que las partículas tóxicas del aire que respiramos actúan directamente sobre las neuronas, afectando capacidades intelectuales, de cognición y de memoria.
Cada año, 8 millones de personas mueren de dolencias pulmonares y cardiovasculares a causa del aire tóxico que respiran. Esa dramática situación no sólo se ha mantenido prácticamente inalterable a lo largo de la última década, sino que ahora ha adquirido nuevos y peores contornos. Un reciente estudio comprobó que las partículas contaminantes provocan impacto en el organismo de maneras diferentes a las que se pensaba hasta ahora. Además de los más evidentes daños respiratorios y cardíacos, también puede afectar el funcionamiento del cerebro, causando la reducción de la capacidad cognitiva, intelectual y de memoria.
El estudio, dirigido por investigadores de la Universidad de Yale, en Estados Unidos, y de la Universidad Normal de Beijing, en China, comparó el desempeño de 20 mil chinos en test de idiomas (reconocimiento de palabras) y de matemática (resolución de problemas). Todos los participantes eran mayores de 10 años y vivían en lugares de ambiente contaminado.En todos los casos, se descartaron otros factores de riesgo. Los resultados, después de tres años de exposición a los contaminantes, mostraron una pérdida en el desempeño mental equivalente a cerca de un año de escolaridad.
Los primeros indicios de que las partículas nocivas entran en el cerebro humano datan de 2016, cuando especialistas de la Universidad de Lancaster, en el Reino Unido, encontraron residuos tóxicos en muestras de tejido cerebral en personas que habían vivido largo tiempo en lugares con altos índices de contaminación atmosférica, como Ciudad de México y Manchester, en Inglaterra.
El descubrimiento coincidió con el desarrollo de recursos tecnológicos capaces de medir el tamaño de los minúsculos compuestos tóxicos del aire. Uno de los más pequeños y más nocivos, el PM 2.5, mide el equivalente al 1/30 del grosor de un pelo del cabello. Es tan fino que podría pasar la barrera protectora del cerebro llamada hemotoencefálica. Para efecto de comparación, 9 de cada 10 principios activos de todos los medicamentos en desarrollo por la medicina no logran pasar a través de esa barrera.
El aire atmosférico, básicamente compuesto de nitrógeno, oxígeno, hidrógeno, gas carbónico y vapor de agua, se considera contaminado cuando empieza a contener sustancias químicas en niveles que pueden causar impacto en el organismo. Hay centenares de esos compuestos provenientes de las más diversas fuentes y las concentraciones límites para la salud varían de acuerdo a cada uno de los compuestos. El PM 2.5 emitido de los tubos de escape de los automóviles, por ejemplo, es tóxico en cantidades que sobrepasan los 10 microgramos por metro cúbico.
Cerca del 90 por ciento de la población mundial vive en lugares con niveles de contaminación por arriba de la norma. China está en la cima de la lista. Fueron los chinos los que inauguraron el uso de máscaras en las calles para protegerse de la contaminación. La mitad del planeta es víctima de la acción tóxica del aire incluso dentro de las casas o en zonas rurales donde se usa la madera para cocinar y calentarse. Habitar en regiones donde se usa habitualmente la quema de leña o carbón es tan perjudicial como habitar en ciudades llenas de automóviles y buses.
Además del daño señalado por los investigadores chinos y norteamericanos, la contaminación perjudica también al cerebro de forma indirecta. Las partículas tóxicas agreden las células de las paredes de la nariz y de los pulmones, facilitando así la ocurrencia de procesos inflamatorios.
“La inflamación es más agresiva en el cerebro que en cualquier otra parte del cuerpo”explica el neurocirujano Arthur Cukiert
Entre las más graves consecuencias de ese proceso inflamatorio se sabe que están las enfermedades degenerativas.