Desde hace al menos tres décadas inició operaciones la Casa Hogar San Pedro, un espacio dedicado para el refugio, cuidado y atención de las personas con enfermedades mentales que fueron olvidados y abandonados en la vía pública por sus familiares.
Dicho espacio se localiza en medio de la zona rural del municipio de Altamira, específicamente a un costado de la carretera, ahora convertida en un camino de terracería, Quinta Martha a la altura del kilómetro 10, cerca de Congregación Lomas del Real.
Esta casa se encuentra a cargo de Romana González Ríos, a quien cariñosamente sus albergados la conocen como “Romy”.
La operación y subsistencia de este espacio es con la caridad de los habitantes cercanos a ese sitio, de las asociaciones religiosas, clubes sociales, ayuda gubernamental, apoyo de panaderías y particulares que aportan su granito de arena para la manutención y tratamiento médico de 60 habitantes.
La casa hogar San Pedro en Altamira
Se fundó a principios de la década de los noventa, por iniciativa del comerciante y quiropráctico Jorge Fraga Rodríguez, primero en un domicilio particular en el entonces ejido Miramar, sector Nuevo Tampico y posteriormente lo trasladó a su rancho donde están actualmente funcionando.
“El señor Fraga hizo mucho por las personas que no tenían un hogar, aquellas personas que vagaban en las calles de Tampico y Ciudad Madero, que expulsa el hospital psiquiátrico y posteriormente andaban sucios, comen basura en la calle y están expuestos a sufrir un accidente fatal, al ser abandonados por sus mismos familiares al no poder cuidarlos por la enfermedad mental que enfrentan o simplemente por no tenerles paciencia”, explicó Romana González Ríos.
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Ante la falta de un espacio dedicado único y exclusivamente para este tipo de personas surgió la idea de establecer la primera y única Casa Hogar que existe en la zona sur de Tamaulipas,.
“El señor Fraga desde que la inició la operó hasta su muerte el 29 de noviembre de 2012, murió a los 75 años, lamentablemente nadie le ha reconocido su gran labor social a favor de los desprotegidos”.
El nombre de este espacio fue en honor a un amigo del fundador, pues desde un inicio lo apoyó en especie o con dinero para que cumpliera su meta de salvaguardar, brindarle un trato digno y atenderlos en su enfermedad mental que vagaban por las calles de Tampico y Ciudad Madero.
"Romy" y su quehacer al frente del albergue
Romy desde hace años se distingue por llevar un vestido de algodón blanco y tenis, desde la muerte del fundador se quedó al frente del cuidado de las personas siguiendo la misión de ayudar al prójimo olvidado, considera que es una misión en la que la puso el Creador.
La mujer de 70 años de edad es vegetariana y conoció al señor Fraga porque era quiropráctico, “me enfermé y él me curó, fue cuando me percaté de la gran labor social que realizaba, me contrató para que le ayudara a preparar los alimentos ya que yo había trabajado en el comedor de Dupont, en Miramar”.
A medida que laboraba ya no pudo dejarlos solos “aquí tenemos que resolver la problemática de la alimentación de las 60 personas que actualmente tenemos, posteriormente el medicamento controlado que es muy costoso y pues no puedes dejarlos solos porque entonces van a empezar a sufrir”.
Labora los 365 días del año, no tienen descanso, mucho menos vacaciones y considera que su paga “es que Dios nos proteja en todos los sentidos, especialmente en mi salud para poder seguir ayudando a los que están aquí”.
Sus instalaciones y operaciones económicas
Las instalaciones de la Casa Hogar A.C., cuenta con seis módulos edificados a dos aguas, gestionados por su fundador con el entonces gobernador del Estado, Tomás Yarrington Ruvalcaba, quien apoyó el proyecto incluso con alimentación y medicamento.
Siguió ese mismo ejemplo Eugenio Hernández Flores, luego el alcalde Armando López Flores y el entonces párroco de la Iglesia Santiago Apóstol en Altamira, Angel Vargas.
“El apoyo gubernamental es clave para que esto siga funcionando, en la actualidad el presidente municipal Armando Martínez y su esposa Rossy Luque nos han dado bastante, desde continuar y casi terminar la barda perimetral, construir una techumbre metálica, el apoyo en despensas y la atención médica por parte de la clínica del sistema DIF, lo cual es un gran aliciente”, agregó la entrevistada.
A pesar de ello, Romana afirmó que la mayor parte de la demanda de dinero se la lleva con la compra del medicamento controlado “con la ayuda de Dios salimos adelante, pues la gente nos habla y ya nos tenemos que trasladar para recibirla”.
Actualmente piden apoyo para rehabilitar y ampliar la cocina, así como una estufa más grande, necesaria para preparar la comida para quienes ahí viven. Les preparan conforme lo que tengan, no puede faltar arroz, frijol, azúcar, tortillas, carne blanca o roja y de ahí distribuir de una manera igualitaria el desayuno, almuerzo, comida y merienda.
“Nos da mucho la mano la panadería Los Girasoles en Ciudad Madero y Cáritas de Tampico, donde nos llaman ahí vamos por el pan que nos regalan”, agregó la entrevistada, aunque para ello se necesita gasolina.
El año pasado la Fundación Fleishman los apoyó con la donación de una camioneta que les permite mayor movilidad a un menor costo en combustible, ya que tienen dos pick-up pero de ocho cilindros y descompuestas.
"No es un centro de reclusión"
A lo largo de esos 30 años se han tejido al interior un sinfín de historias y de tajo Romana aclaró que no se trata de una cárcel o centro de reclusión.
“Esto no es una cárcel, aquí no tenemos a nadie preso, está todo circulado porque se nos salen y agarran camino, después hay que andarlos buscando en camioneta y eso implica mayor gasto en gasolina”.
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Por este lugar han pasado cientos de enfermos mentales, incluso algunos, como el caso de una mujer procedente de Guanajuato, fue localizada aquí por sus familiares, quienes la daban por muerta.
Estuvo cuando menos 10 años en la Casa Hogar San Pedro y hace tres años se reencontró con sus hijos quienes vinieron hasta el DIF Altamira por ella.
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Cuando muere alguno de los habitantes de este lugar se encarga el área jurídica y el velatorio del sistema DIF de Altamira, de hacer los tramites correspondientes y darle una cristiana sepultura.
En las labores colaboran algunos de los residentes como Víctor Manuel, de aproximadamente 60 años, quien apoya a preparar los alimentos; Karla, de 50, con limpieza del lugar; Daniel, de 55, pone los desechables para la comida y Elvia, de 55 años, lavar los trastes, como una gran familia.