Minuto 90. El cancerbero poblano demuestra maestría en sus lances: ha apagado en diversas ocasiones el grito de gol en las tribunas. La fanaticada observaba de reojo al árbitro central a sabiendas de que en cualquier momento quedaría sellado el empate. La Jaiba Brava, que no bajaba las tenazas, trianguló un esférico en el área enemiga quedándole el envío retrasado a Manolo Guillén, quien cumpliendo la cabal frase de Carlos Queiroz: “El futbol es una mezcla de rigor, arte e imaginación”, remató de chilena la pelota cedida por Benjamín Galindo para incrustarla a la izquierda de Moisés Camacho, gestando el mayor milagro del futbol que es el gol.
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Manuel Guillén arribó a nuestro puerto invitado por Carlos Miloc en la temporada 1983-84, quien le encomendó la tarea de convertirse en el mariscal de la cancha. Sobre esta función, Guillén recuerda una frase que acompañaba al mítico Pelé de “pensar dos en una”. –Desde niño, pensaba antes de recibir el balón cómo hacer daño en la segunda jugada, que era la que decía Pele. Y esto, muchos jugadores no lo entienden, paran el esférico, se quieren girar, para esto ya les pegaron y le confieres tiempo al rival. Yo tocaba de primera, porque apreciaba quién estaba solo. Otro de los aspectos que caracterizaron a Manuel Guillén fue la continuidad en los equipos donde militó. - Las lesiones o los cambios de entrenador interrumpen el proceso de un futbolista- apunta Guillén- En la U de G, el capitán Dávalos me preguntaba: ¿Cómo le haces? Llega un entrenador y juegas, llega otro y también juegas. El futbol es mostrarte cada ocho días y toda la semana, porque existen jugadores que te juegan un partido bueno y varios desaparecen. El futbol obliga a trabajar, jugar bien, entrenar adecuadamente, porque puede venir otro y quitarte el puesto.
Señala Jacques Thibert que “el futbol es algo que es más simple que la teoría de Einstein y más complicado que dos y dos son cuatro”. Y de estos factores que suceden dentro de las canchas, fue que debido a la famosa bronca en Monterrey su centro delantero Carlos Revetria se marcharía del equipo, cosa que orilla a Miloc a pedirle a Guillén que cubra esa posición: -Manolo, quiero que me juegue de “9 mentiroso”-me dijo don Carlos-. Me quedaba pensando ¿Cuál es esa? –Al principio me negué, pero don Carlos insistió. Después, cuando me preguntaban de qué jugaría, contestaba de “9 mentiroso”, todos se quedaban extrañados de la respuesta. Bajo esa idea encajé buena cantidad de goles, correspondiendo a la confianza que me profesaba don Carlos. En el futbol, como en la vida, debemos aprovechar las oportunidades, las jugadas, no lamentarte cuando fallas una anotación; hay que concretarlas.
Al concluir el segundo año en Tampico, se aprestaba para hacer maletas porque junto a 8 futbolistas no entraba en los planes de la directiva, cuando fueron sorprendidos con la noticia de que Carlos Reinoso dirigiría al Tampico-Madero. En el primer acercamiento con el entrenador chileno le cuestionó sobre su peso. -Si quiere jugar conmigo debe pesar tanto. Porque el futbol ya lo tiene. ¿Está de acuerdo? -dijo Reinoso-.
En quince días me puse en forma, bajando 12 kilos -comenta Guillén-. Cuando me observó Reinoso se sorprendió gratamente, otorgando su anuencia. Cuando me presenté ante la directiva expresaron su gusto por tenerme. -A mí también, porque ahora les costará más -les dije-. Reinoso manejaba bien la motivación, solicitando pressing en todo el terreno, procesaba un futbol moderno, jugadores inteligentes; predicaba. Desgraciadamente las dos finales se jugaron fuera, otra historia hubiera sido en casa con el impulso de nuestra gente.
Decía don Nacho Trelles: -Si me das un silbato, le ganamos hasta al Real Madrid-, porque en la primera jugada expulso a uno y en la reclamación a otro, y al rato marco un penalti y ganamos. ¿Qué quería decir don Nacho? Que el árbitro se presiona de local. A la fecha todavía miro el penalti de Pineda sobre Bahía en Monterrey y reflexiono que no existió.
De buen trato con el esférico, de conocer que la cabeza sirve para hacer pensar a los pies, Guillén se definía como un futbolista que disfrutaba en todo momento de jugar, realizar fantasías con el balón.- Mi futbol era de sorpresa -comenta Guillén-, usar el taconcito, enviar centros tirándome una chilena, realizar goles de pierna derecha, izquierda, de palomita, recursos que se forman desde infante. En la Selección llegué a tener ciertas diferencias con Antonio Roca. –Juega serio, no me hagas tantas cosas de ensueño-, me decía, hasta que me dejó fuera del mundial, aunque de esa manera sintiera mi juego. Porque la escuela de los jugadores de antes se hacía en el arrabal donde se jugaban las retas, se formaba la mentalidad por ganar. Llegabas a lo profesional y si hacías alguna jugada maestra te preguntaban: ¿Eso dónde lo aprendiste? Y orgullosamente contestabas: –En el barrio.