Domingo de futbol, fiesta sobre el campo del coloso de Santa Úrsula, un jaibo rebasa a velocidad la media cancha, mientras que por el corredor opuesto Carlos Arteaga se mueve sin balón hacia la portería americanista. Díaz envía pase exacto hacia el costado por donde venía entrando el "Pollo” Arteaga, que empleando vistosa palomita vencería la estirada de Paco Castrejón.
-El público capitalino enmudeció -señala Ricardo Díaz-, sorprendidos que con una brillante jugada de puntero izquierdo a puntero derecho estábamos derrotando al cuadro más poderoso de ese certamen y en su propia casa.
LIGUILLA DEL TORNEO 77-78
En partido de liguilla del torneo 77-78, los celestes jaibos avanzarían a las semifinales del futbol mexicano al vencer contra todo pronóstico al América que se había clasificado como amplio favorito, ya que contaba en sus filas con una pléyade de jugadores de primerísimo nivel.
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-Nosotros poseíamos jugadores, quizás no de gran cartel - apunta Díaz Contreras -, pero sí aguerridos. Salimos al Azteca sin presiones puesto que el América jugaba presionado, estaba en su terreno, con un cuadro plagado de estrellas creyendo que eliminarían fácilmente al Tampico que se había clasificado como octavo, sólo que a base de entrega doblegamos a un gigante del futbol.
UN DÍA VENDIENDO TORTAS
En 1967, en Mata Redonda, Veracruz, un grupo de jóvenes que ha asistido a los campos de esa ciudad no logra completarse para jugar a la pelota; afanosamente buscan por el predio a quien pueda integrarse, reparando en un jovencito de escasos 17 años que vende tortas y aguas de sabores. -Rotundamente me negué- recuerda Ricardo Díaz -explicándoles que tenía que vender mi mercancía. Me dijeron que me comprarían todo, así resolví ponerme los botines para apoyarlos.
Durante varias semanas continuaría el intercambio deportivo en que los muchachos compraban la comida y Ricardo derrochaba creatividad en la media cancha hasta que una mañana visores del Tampico de Segunda División visitaron Mata Redonda para apreciar la clase de futbol que ofrecía Ricardo Díaz.
Decidieron integrarlo al conjunto jaibo a las órdenes del timonel “Chepe” Naranjo, quien lo debutó en el certamen 68-69, en partido contra Texcoco que ganaron en el Tamaulipas 1 a 0 con anotación del propio Díaz Contreras.
Precisamente, Naranjo fue quien lo cambió de posición pasándolo del terreno creativo al lateral izquierdo. -Cuando jugué con Tampico principié de mediocampista -enfatiza Ricardo Díaz -, como soy zurdo natural, Naranjo me habilitó como lateral por izquierda, función que se presta a desarrollarme libremente al ataque, sin descuidar mi parcela defensiva (aunque la gente que miró jugar a Díaz Contreras opinaba que jugaba mejor como medio ofensivo).
EL NÚMERO 5
Sobre el puesto que desempeñó durante toda su carrera deportiva, siempre portando la playera número 5, Ricardo Díaz puntualiza: -Exige rapidez, un jugador lento se lo comen en la cancha, necesita prontitud para desdoblar a la ofensiva, bajar a marcar al rival; avanzar con la seguridad de hacer daño, centrando balones con ventaja al área para que el delantero pueda concretar la acción y ubicarte inmediatamente a la defensiva, porque el carrilero corre de la punta de su área a la zona rival, pues el balompié es de ida y vuelta y para esto tienes que contar con buena condición física.
EN EL ESTADIO IRAPUATO
El 5 de julio de 1973, estadio Irapuato. El conjunto de Ciudad Madero ha realizado la hazaña al derrotar a los freseros con un contundente 2 a 0, convirtiéndose en campeones de Segunda División
-Todos pensaban que después del cero a cero en el Tamaulipas iríamos a entregarnos- detalla Ricardo Díaz-, pero ganamos al Irapuato por un terminante 2 a 0, logrando ascender a Primera División.
En cuanto a la forma de motivarse de los jugadores orinegros para enfrentar este crucial compromiso, expresa: -El equipo se encontraba unido, queríamos salir campeones, no importaba que no fuera en nuestra cancha, ansiábamos hacer campeón al Ciudad Madero. Y lo conseguimos, obteniendo una bonita hazaña que todavía recuerda bastante la gente de Tampico-Madero, quien brindó una apoteósica recepción tanto a jugadores como a la directiva.
El trabajo realizado por Ricardo Díaz en esa temporada en el lateral izquierdo brindó frutos, ya que antes de finiquitar el campeonato existieron varios clubes interesados en él, entre ellos el América.
Incluso, enviados de su directiva arribaron al puerto jaibo para entablar conversaciones con el puntero izquierdo, apareciendo en varias publicaciones nacionales y declarando como un hecho que Díaz en los Cremas supliría al legendario “Pichojos” Pérez, quien cubría esa zona.
Sólo que al final serían los Rayados quienes se alzarían con la contratación. -Alberto Santos, quien manejaba al Monterrey - alude Díaz Contreras - me envió a Tampico su avioneta de Gamesa porque Santos era el dueño de la galletera, quien al conocerlo me externó que su técnico “El Gallo” Jáuregui quería que jugara para su escuadra, que querían que reforzara la defensa. Me sentí halagado porque los Rayados contaban con un conjunto también de estrellas.
EL FUTBOL NO PASABA POR MI MENTE
El italiano Paolo Rossi expresó “Dios bendiga a quien haya inventado el futbol”, precepto que este talentoso atleta tiene muy presente. -El futbol no pasaba por mi mente -relata Ricardo Díaz-, a raíz de que me invitan empiezo a tomarle cariño, valorarlo. Cuando emigré del Madero a Rayados compré mi primera casa, con lo que me proporcionaron de contratación en 1974 y cuando llego a Tigres a finales del 78 compro otra vivienda con lo que me ofrecieron. El futbol significa alegría, trabajar correctamente. En aquel tiempo existieron bastantes compañeros que intentaron jugar profesionalmente y no alcanzaron ese objetivo.
En la actualidad Ricardo Díaz vive en Monterrey disfrutando su familia, hijos y nietos. Todavía se encuentra muy enterado de lo que sucede en el balompié y sigue los juegos por televisión, aunque también, de cada cierto tiempo, como dice el escritor Oliver Wendell: “El lugar que amamos, ese es nuestro hogar; un hogar que nuestros pies pueden abandonar, pero no nuestros corazones”. Ricardo viaja a su terruño para visitar a sus hermanos, amigos y para abarcar la nostalgia de sus comienzos en el balompié.
-Dios me brindó las cualidades para poder jugar -concluye Ricardo Díaz -, pasar de un muchacho que vendía tortas y aguas frescas en los campos de Mata Redonda, sin ninguna preparación como jugador, sin fuerzas básicas, ni nada, para desarrollar una buena carrera, dejando una buena imagen con la afición a mi retiro de las canchas; por eso siempre he dicho que todo lo que soy primero se lo debo a Dios y después se lo agradezco al futbol.