En su niñez y adolescencia no se perdía las funciones en la antigua Arena Madero, sitio en el que se presentaban las estrellas de la lucha libre mexicana.
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En particular, Piero, quien cumple 19 años de ser el juez de los combates del pancracio mexicano cuenta con la amistad de la inmensa mayoría de las mujeres luchadoras, a quienes admira y cuenta con lo más valioso que le pueden ofrecer: su amistad eterna.
¿Quién es Piero Infante?
Soy el tercer hijo de un matrimonio formado por el señor Eduardo Infante Álvarez, petrolero jubilado de Pemex, cronista vitalicio de Ciudad Madero, y la señora María Loreto Pacheco Plancarte, ama de casa. Un niño que tenía muchos sueños desde pequeño, al que todos se le hicieron realidad. Estudié en la primaria en la Escuela Primaria Artículo 123 de Refinería en Ciudad Madero, en la colonia La Barra. Posteriormente, entré a la secundaria en el ETI 3, después a la preparatoria en el Liceo Franco Americano de Tampico, y de ahí, estudié la carrera de Ciencias de la Comunicación en la UAT que no terminé, pero después estudié Relaciones Industriales en la Universidad Valle del Bravo.
¿Cuál fue la primera función de lucha libre a la que acudiste?
La primera función a la que acudí fue a los 10 años, a la Arena Madero, actualmente es el auditorio Américo Villarreal Guerra, ubicada en la calle Francisco Sarabia. La lucha estrella fue estelarizada en un mano a mano, entre Dr. Wagner contra el Ángel Blanco y en la lucha semifinal, un mano a mano entre damas, una norteamericana contra una hawaiana. Y ahí me enamoré de las damas luchadoras
¿Pedías autógrafos a los luchadores como todos los niños?
A todos los luchadores, pero más a las damas luchadoras, ya que siempre he sido admirador de la belleza de las damas. Les pedía hasta cuatro autógrafos a cada una de ellas, como es el caso de Irma González, Irma Aguilar, Pantera Sureña, la India Sioux, la Marquesa, la Briosa, Rossy Moreno, Oyuki y muchas luchadoras de esa época, en 1978.
¿Pensaste alguna vez en ser luchador profesional?
No pensé en ser luchador, pero tuve la espinita de ir a entrenar con el Oso Matius al auditorio Benito Juárez de Ciudad Madero.
¿Compraste los monitos de plástico rígido con las clásicas poses del Santo y Blue Demon?
No los compré. No me llamaban la atención. Me llamaban más la atención las revistas de lucha libre y en aquel tiempo había cuatro o cinco: Halcón de Lucha Libre, Combates de Lucha Libre, Lucha Libre, Arena de Box y Lucha. Eran las que llegaban a la zona sur desde la Ciudad de México y todas las compraba. Tengo en mi colección la mayoría de las revistas. Recuerdo que engañaba a mi mamá, cada ocho días al decirle: “No las compré, me las regalaron, me las regalaron, me las regalaron”.
¿Cómo fue que te convertiste en réferi?
Fue a la edad de 15 años cuando me convertí en réferi, cuando salí de Ciudad Madero a un viaje de placer a la Ciudad de México y llegué a casa de la señora Irma González. Es ahí cuando me invitan a una función a la ciudad de Tlaxcala y me fui a viajar con las Irmas. Al llegar, resulta que no había réferi. Entonces doña Irma González les dijo a los promotores: "Ahí está Piero, él sabe mucho, súbanlo", y fui nombrado el aficionado número uno a la lucha libre. Inmediatamente la señora me mandó a hablar a la primera fila, ya que yo siempre estaba apoyando a las técnicas desde esa zona. “Piero, ven, ven. No hay réferi”, me dijo. Al principio me negaba, pero mi amiga me trepó por primera vez al cuadrilátero cuando tenía 15 años. Ya no sentí lo duro, sino lo tupido. Me quería bajar del ring, no soportaba tanta adrenalina y aparte no saboreé esa lucha por estar arriba del cuadrilátero.
¿Cuál ha sido la experiencia que más recuerdas de tu carrera?
La experiencia más gratificante que me ha dejado ser réferi es que todo mundo me conozca, me salude y me vea en la televisión. Viajar a Japón, a Colombia, Costa Rica, Inglaterra y a Estados Unidos durante un verano de dos meses trabajando dos o tres luchas por día. Es una de las experiencias más grandes de mi vida, conocer parte del mundo, viajar y ser famoso. Una de las más bonitas satisfacciones personales que quedan para mi historia, del niño que quería que todos lo vieran para que supieran que logró todo lo que se propuso.
¿Solo has sido réferi en AAA?
Salvo una ocasión que en mis inicios participé en una sola función de otra empresa en Poza Rica, Veracruz, a invitación del Brazo de Oro, siempre he trabajado, en mis últimos 19 años para la tres veces estelar AAA.
¿Existe amistad entre el gremio luchístico?
Sí existe amistad en el ambiente de la lucha libre. Es como todos los trabajos y la vida cotidiana de cada quien, que elige a sus amistades y convive con ellos. Tengo muchas amigas que son luchadoras, en especial Irma González, Irma Aguilar, La Venus, La Briosa, Pantera Sureña, Lady Apache, Faby Apache, Cinthia Moreno, La Hechicera y todas las luchadoras que van saliendo poco a poco. Soy un ferviente admirador de la lucha femenil mexicana y extranjera. Tuve amistad con Rhonda Seux, que fue La Monster; Jaguar Yokota, de Japón y muchas luchadoras más.
Como aficionado ¿Qué prefieres, lucha clásica con llaveo a ras de lona, o la lucha actual con sus variantes?
Nací en la época de oro de la lucha libre, un estilo que se llevaba a ras de lona, llaves y contrallaves. Era un espectáculo ver salir a los luchadores con su vestimenta, el glamour de las máscaras, los colores brillantes, llamativos. Las damas luchadoras, todas hermosas y bellas. Cada quien se preocupaba por su estilo y su forma de luchar. Esa fue la época de oro. Actualmente ha cambiado y los aficionados quieren más y Piero tiene que ver las luchas de todos los tiempos. Tengo 52 años y desde los 42 soy aficionado a la lucha libre mexicana. He estado en otros cuadriláteros viendo la lucha, pero no cambio a la mexicana por ninguna otra.