Primer tiempo, minuto 21. Por la parcela derecha, Rivera envía balón al área para que el brasileño Kalú anote de cabeza poniendo el marcador favorable a los locales. El controversial Carlos Miloc siempre decía que “el táctico es el gol”.
Sobre este tenor, el técnico visitante Dagoberto Moll buscando el empate envía a calentar al seleccionado juvenil mexicano Sub 23 Francisco “Panchillo” Fernández, desequilibrante extremo derecho, quien debutaba esa noche en La Martinica en la fecha tres del naciente torneo 80-81, en el partido entre Unión de Curtidores y el Tampico FC.
Miroslav Draganic sobre el minuto 71 es expulsado por golpear a Rivera, quedando los jaibos con diez hombres. Vázquez del Mercado cede pelota larga que controla Fernández para que Lomelí lo reciba con fuerte golpe. Vega cobra falta por el lado derecho mandando centro templado donde Corbo supera al defensa Zavala, dejando el balón a la llegada de Francisco Fernández (con breves minutos en el partido) quien le pega como viene.
- En el momento en que “empeino” el esférico - recuerda Fernández - me pasó un carnaval por mi mente en fracciones de segundo, desde que comencé a jugar futbol hasta cómo llegué a ese partido, pero también observé cómo la pelota se escapaba hasta el fondo de las redes, anotando el gol del empate final.
DESDE EL CLUB “LAS MERCEDES”
“Panchillo” Fernández empezó a jugar desde niño en el Club “Las Mercedes”, destacándose como mediocampista, situación que sirvió para que participara en las distintas selecciones de Tamaulipas; justamente en un nacional en Toluca, como refuerzo de Nuevo Laredo, recibió la propuesta del profesor Jesús del Muro para integrarse al campo de pruebas de la Selección Amateur Mexicana.
Al final, durante seis meses, entrenó en la Ciudad de México hasta quedar seleccionado para jugar el torneo en Cannes, Francia. Al terminar la competición lograría un magnífico papel, siendo reclutado por el timonel jaibo Dagoberto Moll, quien quedó entusiasmado con las cualidades del joven extremo derecho (posición que jugaba con la Sub-23).
- “Va a ver ahora que entre, chamaco, aquí no es kínder”, me gritaban de todo los defensas del Curtidores Lomelí y Villalobos cuando todavía calentaba - rememora “Panchillo” Fernández - y es que medía 1.65 y pesaba 52 kilos, estaba cerca de cumplir los 18 años. Todavía tengo presente el juego en La Martinica; cuando bajamos del autobús rumbo al vestuario había afición de Tampico. “Vamos, Panchillo, entra y échale ganas”, gritaban. Estaba bien motivado porque jugaba con el equipo de mi ciudad, donde nunca pensé jugar, aunque siempre estuve involucrado viendo los conjuntos que jugaban en mi tierra, consiguiendo dinero, vendiendo cartón para comprar el boleto para asistir al estadio; eso hizo que disfrutara de sobremanera jugar al futbol profesional.
LAS TEMPORADAS MÁS GRATIFICANTES
En cuanto a la temporada más gratificante de su carrera, Fernández sostiene: - Las dos temporadas que jugué en Segunda División, pese a que cuando comencé a jugar en primera prometí que nunca jugaría en el ascenso. Al final fueron las que más gocé cuando fuimos subcampeón y campeón con el Tampico-Madero. Ya estaba retirado cuando “El Chocolate” Hernández me invita al primer año, diciéndome que ayudara para ordenar la media cancha porque estaban puros chavos. Tengo muy presente el silbatazo final de la temporada 93-94, cuando fuimos campeones; siendo el capitán del equipo no alcé la copa de campeones, el trofeo lo levanté en el vestidor porque corrí a las gradas a festejar con mi esposa, mis hijas, mi madre y hermanos que siempre me apoyan. Sí, esa celebración no la cambio por nada.
En esos andares de la iniciada temporada Fernández recuerda una situación en una concentración a la hora de la comida, acompañando al primer equipo, donde observó una silla vacía a lado de Corbo y Enrique Esquivel.
- Al momento de sentarme ellos no quisieron - apunta Fernández -, me dijeron que ese asiento me lo tenía que ganar. ¿Cómo? les cuestioné; para cuando juegue, me dijeron. No tuve más remedio que pararme e irme con los chavos. Posteriormente tendría una gran amistad con Corbo, de hecho la casa donde vivo la compré gracias al “Pato”.
Estábamos en una concentración y él conocía que me habían entregado 350 mil pesos por mi carta, entonces me cuestionó sobre qué pensaba hacer con mi dinero, en ese momento yo era un joven inexperto y Corbo un consagrado del futbol, sólo contesté que pensaba meterlo al banco. Inmediatamente me dijo que comprara una casa, a lo que le respondí con incredulidad que apenas alcanzaría para un enganche, contestándome: “Entonces entregue el enganche y si no le alcanza yo le presto”, aquí vamos a ganar “primas”, y con ese dinero termina de pagar su casa y el salario que tiene será para vivir. El encontrarme arropado por un grupo de buenas personas, jugadores bondadosos, es parte de quien soy.
LA IMPORTANCIA DE UN EQUIPO EN LA CIUDAD
El impacto social que proporciona un equipo de futbol en la ciudad puede ser mayúsculo - enfatiza Francisco Fernández -; los ayuntamientos deberían estar fuertemente enlazados con las instituciones deportivas para el mejoramiento de la localidad, campañas contra las drogas, para publicitar el aspecto turístico. Tengo un hijo especial, conocí la discapacidad en carne propia, eso me sirvió para fomentar y apoyar. Formamos una asociación porque mediante el deporte puedes ayudarles a que optimicen su actividad motriz. Hasta la fecha funciona la escuela “Parálisis guerreros por la vida”.
Finalizado el partido en León – añade Fernández- estoy duchándome y se acerca “El Pato” Corbo: “Ahora sí se va a sentar donde quiera, se ganó el lugar”. Posiblemente la primera ocasión se me hizo exagerada, pero a la lejanía pienso que esas situaciones son la parte formativa que brinda el futbol, que enseña a ganarnos las cosas, a forjar el carácter, el amor propio para jugar. En el partido de regreso contra el Atlas, en el descenso, casi comenzando me rompieron la ceja, el párpado estaba deshecho, ocho puntadas me hicieron. El árbitro decía que no podía jugar, yo dije que sí, que me pusieran un parche. De esa manera jugué todo el encuentro, para terminar anotando el gol del empate en el global.
Albert Camus escribió: “Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al futbol”; de igual manera, Francisco Fernández, oriundo de la colonia Mainero, fue formado entre las reglas del futbol. - Creo mucho en Dios – concluye Fernández -, he tenido experiencias maravillosas, también complicadas. Una de las peores el fallecimiento de mi hija, pero si compenso lo bueno y lo malo, existe un equilibrio, el futbol es un paliativo tremendo porque soy lo que soy, por el deporte, por el futbol.
SEMILLERO
El contar con un equipo de futbol profesional en Tampico ayuda a fomentar entre los niños y jóvenes el amor por el deporte