Tarde calurosa, rayos quemantes descienden sobre la grama del “Tamaulipas”; la fiesta azul celeste está por comenzar. La fanaticada entusiasta aguarda el arranque del encuentro para disfrutar la contratación bomba del torneo 81-82, Leopoldo Jacinto Luque, campeón del mundo todavía vigente con la selección argentina en el Mundial 78.
-No busco ser líder- serían las primeras palabras de Luque a los medios de comunicación locales- porque el fútbol es un deporte en que todos tienen que ser caudillos, imponiendo principalmente el progreso del equipo sobre el interés personal.
El jugador santafesino arribaría a Tampico con 32 años, ilusionado con triunfar en el fútbol mexicano, condición que le permitiera volver a la selección argentina, que dirigía César Luis Menotti.
Norberto Martiñán, se identificó como representante –rememora Paulino Lomas, dueño de la Jaiba Brava-, diciéndome que se interesaba por Hebert Revetria. Respondí que no, que sí le vendía a mi delantero con qué me quedaba.
Días después volvió a contactarme, que sí vendía a Hebert me ofrecía al campeón del mundo Leopoldo Luque. Al principio imaginé un costo exorbitante, solo que Luque poseía su carta, así que después de venderle a Revetria, y agregarle un dinero más, Luque pasaría a convertirse en jugador jaibo.
Jorge Garibaldi, Luque y un servidor hicimos amistad –apunta el capitán jaibo Basilio Salazar -. Al finalizar los entrenamientos permanecíamos en el campo para jugar competencias sobre anotar desde cierta distancia.
Garibaldi, que se distinguía por mejor golpeo de balón, siempre ganaba. – Disparábamos desde mitad de cancha –secunda Jorge Garibaldi-; quien no anotaba, terminaba pagando la comida. Luque siempre perdía por eso lo vacilábamos, porque técnicamente no era muy dotado, pero en el juego, aunque le pegara mal, la pelota se adentraba en la portería.
27 de septiembre de 1981, jornada 2. La "Jaiba Brava”, en un partido complicado busca horadar la meta de los "Toros” del Atlético Español, dirigidos por Ricardo de León. Minuto 13. Un hombre emerge por atrás de los volantes enemigos a velocidad, enfrentando al guardameta Román Sánchez que sale con los brazos extendidos tratando de cerrar su arco. La pelota disparada con maestría termina adentro: era la primera anotación de Leopoldo Luque en el “Coloso de la Unidad Nacional”.
Un jugador que viene antecedido de esa fama –señala Garibaldi- ayuda además con su accionar, porque si se desplaza los defensas se desubican por perseguirlo, dejando el espacio para que otros compañeros entren. – Luque era un definidor en el área grande –precisa Basilio Salazar-, visualizaba perfectamente en su mente dónde se encontraba la portería, tanto así que anotó 10 goles en 15 partidos.
Minuto 70. El segundo gol del encuentro se realizaría sobre un tiro de esquina cobrado por Marón, para que a salto de Luque se anticipara el defensa Rafael Loredo, incrustando el esférico en su propia meta, decretando el marcador definitivo.
Yo fallé –apuntó tajante Luque en una entrevista al periodista Leonardo Echavarría por Facebook Live en 2020, meses antes de morir-. Tuve un problema familiar –proseguía Luque-, a mi exmujer no le gustó mi viaje a Tampico. Aprovechando que había solicitado pasar las festividades navideñas, regresé a Argentina, enrolándome en un cuadro de estos lares.
Tampico me dejó un gran recuerdo. Ya me había adaptado a las comidas, a los compañeros. Justamente, con Mon Marón pasé una noche navideña con su familia, diferente a como la celebramos en mi país, donde solo ponemos música y brindamos. Vi con sorpresa que ponían una soga unida de un árbol a un techo y en medio una bola, pasando a pegarle con una vara con los ojos vendados.
Primera vuelta del torneo 81-82, La "Jaiba Brava” adolece de la falta de un medio creativo; además de un buen defensa central. Jornada 9, Tampico perdería en casa (8 de noviembre) con Atletas Campesinos 2 a 3, quedando en último lugar de su grupo. Sobre esto, Luque declararía: - Si no se mejora me voy a otro equipo. No me siento bien cobrar la plata sin ganar juegos.
El técnico Gustavo Peña hace buenos planteamientos, pero en la cancha las cosas no salen. Si falta capacidad, nunca se podrá salir de la mala racha, por eso pienso irme.
20 de diciembre de 1981, jornada 15, estadio “Tamaulipas”. Tampico y su nuevo entrenador Catarino Tafoya han mostrado mejoría combatiéndole al Puebla. Minuto 88. Viveros derriba a Luque para que el árbitro Antonio R. Márquez decrete penal. - Luque sabía ubicarse en el área –enfatiza Jorge Garibaldi-, rápido de mente, en cualquier momento sacaba ventaja. En Argentina hizo muchos goles, que después repitió en el “Tamaulipas” al igual que su festejo, corriendo con las manos alzadas, abiertas al aire.
Luque anotaría de penal su último gol en el fútbol mexicano, su número 10, obteniendo Tampico un apurado triunfo 3 a 2; después marcharía a Argentina a pasar las fiestas navideñas para no volver jamás, comenzando una serie de declaraciones entre el jugador santafesino y el Tampico Fútbol Club.
Buenos Aires, 30 de diciembre de 1981: “No tengo dificultades en el Tampico, sin embargo estoy en un lugar muy apartado, demasiado aislado y eso me hace sentir incómodo”. Buenos Aires, 8 de enero de 1982: “Me doy cuenta que no puedo seguir jugando afuera, quiero volver al seleccionado y no sirvo para jugar en un equipo sin aspiraciones (después, Luque negaría esta declaración)”.
Mientras, por parte de los jaibos, el 13 de enero del 82 su presidente Ignacio Rodríguez acotaría: “O cumple Luque o se olvida para siempre del fútbol". El 20 de febrero terminaría la novela con la situación de que Luque se enrolaría en el Club Racing, de Argentina.
–Luque me solicitó permiso por dos semanas para viajar a ver a su papá enfermo– señala Paulino Lomas -. Al término del tiempo no regresó.
Posteriormente, en un enlace telefónico entre la gente de la AFA, mi gerente y el propio Luque, que externó que había mentido, que tenía problemas maritales, que no podía salir del país pero sí podía jugar en Argentina, donde ya se jugaban los torneos cortos, pagándole por cada uno 350 mil dólares, cantidad que me abonó. Cuando finalizaron los certámenes me llamó: “Patrón, ya me puedo regresar con usted, ya arreglé mi problema”. Pero ya no tenía equipo, había descendido y el Tampico-Madero se lo había cedido a Barragán Camacho.
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Leopoldo Luque, derrochó talento en los estadios aztecas, quizá no se convirtió en ídolo jaibo por su breve estancia en el puerto. Causó sorpresa su contratación con Tampico.
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Más que extraña, su partida fue confusa. La verdad es que Luque fue sorprendido por su propio desconocimiento, porque cuando se percató que no solo por su edad (32 años), sino también por viajar a jugar en una liga desconocida (como en ese tiempo era la mexicana) lo alejaría de la mira del seleccionador argentino Menotti, quiso volver a su país para ser tomado en cuenta, aunque fue demasiado tarde.