Reconocido en el arte del pancracio como uno de los luchadores más singulares pero eso sí, todo un profesional, el popular Flash no pudo sortear la tercera y decisiva caída en la contienda más importante, la lucha por su vida y terminó por adelantarse en el llamado viaje sin retorno.
Ahora realizará en la eternidad sus reconocidas piruetas en el aire como cuando dejaba sin aliento a los aficionados a la lucha libre en el escenario que le vio nacer, el Auditorio Municipal, ahora haciendo compañía a su hijo Impulso, fallecido hace ocho años.
Félix Guerrero Aguilar, nacido en marzo de 1965, y orgullosamente del Barrio de El Cascajal, conocido y reconocido como Flash, ídolo de los chiquitines que asombrados le veían arribar a los encordados enfundado en ese vistoso traje rojo, se entregó durante su vida en cuerpo y alma al deporte de sus amores, la lucha libre, misma que practicó con gran profesionalismo, exhibiendo siempre sus cualidades físicas para la práctica del rudo deporte ahora sí, sin guardarse nada.
Amigo de grandes luminarias de la lucha libre, como Blue Demon, que no dudaba en trasladarse a la casa de doña Mary, madre de Flash, cada que estaba en el puerto para saludar a la familia.
Y ese mismo profesionalismo lo profesó al frente de la Escuela Municipal de Lucha Libre del Auditorio Municipal, de la que han surgido sobresalientes exponentes de este deporte que han sobresalido a nivel nacional e internacional. Uno de esos elementos, fue Impulso, fallecido hace ocho años y con quien se ha reunido para volver a formar esa pareja de luchadores ídolos de la afición. Descanse en paz, Flash.
