El crepúsculo naranja anunciaba que finiquitaba la práctica de ese jueves 15 de noviembre de 1979. La plantilla de jugadores y cuerpo técnico empezaron a dejar en la oscuridad el Coloso de la Unidad Nacional bajo la consigna de reunirse el sábado siguiente para volar temprano a la Sultana del Norte a enfrentar al Monterrey.
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Esa noche Juan José Pomarico se toparía con la noticia que su padre, quien arribaba desde Montevideo, se hallaba varado en la capital mexicana, sin medio de transporte que lo condujera al puerto.
Meses antes, El Sol de Tampico publicaba: “Juan José Pomarico se vestirá de 'Celeste', firmó por dos temporadas”. El hábil extremo debutaría el sábado 18 de agosto, en el “Torneo Jaiba Brava”.
“Desde que jugaba para el Veracruz, me percataba que la afición de Tampico era entregada”, menciona Pomarico. “Cuando llegué a la ciudad lo comprobé, a la hinchada le gustó que alineara para ellos. La forma de jugar del Tampico agradaba, seducía a la gente. No se diga contra América, Guadalajara, Cruz Azul, existían sobrecupo. Aunque fue breve mi paso por el Club, me hicieron sentir siempre halagado”, dijo.
De aquel distante Tampico, Pomarico señala: “El equipo se destacaba porque de local era complicado que nos vencieran, podíamos perder alguno, pero la mayoría de los partidos los ganamos. Se poseía una gran actitud que hacía que pudiéramos competir contra el que pusieran enfrente”.
Ante la angustia de su padre, Pomarico decidió agarrar su automóvil para manejar toda la madrugada, rumbo a Ciudad de México, sin importar no conocer las carreteras nacionales, sin comunicarle a nadie, menos a su entrenador 'El Gallo' Jáuregui, quien al conocer del inesperado viaje no le permitiría alinear contra el Monterrey.
Sobre esa temporada 79-80, Pomarico señala: “Todos los equipos contaban con grandes figuras. En Cruz Azul, Marín, Cornero, Ceballos. Volteabas para el América: Zelada, Gamboa, Tena. Seguías a Pumas: Hugo Sánchez, Heredia. Todos magníficos jugadores, había que competirles, clasificar a la liguilla era complicado”.
Pomarico llegó a la capital por la mañana, recogió a su progenitor, durmieron varias horas, volviendo a Tampico durante el mismo viernes para el sábado abordar el avión.
En cuanto a la liguilla, donde no se llegó lejos, el uruguayo afirma que “Jáuregui conformó un buen equipo, por eso calificamos, no se consiguió avanzar porque estuvimos en un grupo fuerte. Cruz Azul, que al final terminó campeón, les ofrecimos una singular batalla en el Tamaulipas: nos ganaron 1 a 0, y en el Azteca les regresamos el mismo marcador. Marín fue la diferencia de no incrustarles más goles. Parte del campeonato se lo deben a Marín, cuántas pelotas nos detuvo, y a todos los equipos”.
Transcurría el minuto 32 del encuentro Monterrey-Tampico, con un partido disputado, constante tráfico en media cancha, visos de violencia, nada para nadie. Hasta que un hombre recordó al legendario Nacho Trelles: “La mejor fórmula para ganar partidos es la denominada “G”, es decir ¡Goles! Pomarico controló el esférico por el lado izquierdo, entrando al área, eludiendo hasta 3 defensores para plantarse frente al portero, anotando el gol, consiguiendo un importante triunfo.
En los vestidores todo era felicidad “Resolví contar lo acaecido”, expresaba Pomarico. Todos sonrieron por la anécdota, el propio Jáuregui reía divertido. Pero contarle antes, significaba quedarme fuera, que hubiera sido lo más fácil. Los uruguayos tenemos amor propio, queremos ganar siempre, así nos enseñan desde pequeños, a entregar lo máximo.
Acerca de la gira por España, que se realizó al finalizar la liguilla Pomarico recuerda que “duramos 30 días en aquellas tierras, jugando bastantes partidos. Ayudamos a difundir el nombre de Tampico, además que estuvimos a la talla al jugar contra equipos como el Valladolid, la Selección de Honduras, Levante, el Burgos que recién bajaba a segunda división. No desentonamos en los campeonatos, anduvimos bastante bien. En el torneo Casares ganamos la copa, fuimos el primer equipo mexicano en ganarla. La gente de España salía a observar al Tampico, donde tenían que sudar para ganarle. En la actualidad Pomarico radica en España, laborando en la industria hotelera, aunque esto no impide concretar las palabras de Marcelo Bielsa: “Para mí el futbol lo es todo. Pienso en futbol, hablo en futbol, leo futbol”.
Desde Barcelona, cuenta Pomarico, “miro el futbol mexicano, su liguilla, cuando viajo a México donde vive mi familia, sigo los partidos. El mayor tesoro que albergo de Tampico es el nacimiento de mi hija Yoanett Vanney Pomarico.
A pesar de las décadas, los tampiqueños siguen recordando a Pomarico, su virtud de escaparse por las bandas, su buena pegada con ambas piernas, del educado toque de balón, sus magistrales cobros de tiro de esquina.
Sobre la enseñanza que le dejó el deporte, Pomarico afirma: “Los jugadores de futbol somos privilegiados porque obtienes amigos, giras, entrenas mañana y tarde, asados, los nacimientos de los hijos, los cumpleaños de los hijos de los compañeros; estas son las situaciones lindas que ofrece el futbol. Y al que le gustó y estuvo dentro de la cancha, siempre seguirá al futbol, donde haya un partido de futbol estaremos disfrutando.