Durante el verano del 2019, Oscar, Silvia, Ana Silvia y Michelle Casanova recorrieron cientos de kilómetros a pie en una de las peregrinaciones más populares en el mundo en el Camino de Santiago. Una tradición europea con más de mil años de historia.
Los caminos de la vida te pueden llevar por muchas partes, pero el Camino de Santiago lleva solamente por Santiago de Compostela, por motivos religiosos, turísticos o personales, millones de peregrinos recorren año con año las más de 50 rutas que abarcan gran parte de Europa Occidental.
Oscar y Michelle Casanova, padre e hija, decidieron iniciar su camino en Porto, Portugal, el 29 de julio, salieron de una de las ciudades que lo tiene todo a un camino en el que puede que no encuentres nada. La ilusión de llegar a Santiago sería lo que los impulsaba a lograr su objetivo a 260 kilómetros de distancia.
“Era algo que tenía en mi bucket-list. Motivado por la experiencia de mi hijo en el 2018”, comentó el padre de familia a sus 61 años.
En Saint Jean Pied de Port, Francia, Silvia y Ana Silvia Casanova Perches iniciarían su peregrinaje por la ruta original del Camino de Santiago, considerada “Patrimonio de la Humanidad”. La misma que el apóstol Santiago el Mayor recorrió hace cerca de 2 mil años. Su aventura de 890 kilómetros a pie comenzó el sábado 31 de julio.
“Lo hice por hacer algo diferente, por pasar unas vacaciones diferentes y para conocerme más a mí misma”, comentó Ana Silvia, quien actualmente estudia fotografía en Madrid.
Los cuatro integrantes de la familia Casanova Perches habían visualizado el camino que había que recorrer. Sin embargo, la realidad sería muy distinta. En los cientos de kilómetros que había por delante, cualquier cosa podía pasar.
“Los primeros días son los más difíciles porque todo es nuevo para ti”, dijo Michelle de 23 años, “conforme pasan los días te comienzas a acostumbrar y tu cuerpo se va adaptando al dolor".
En tanto Silvia señaló que “ir conociendo diferentes caminos me hacía sentirme con más ganas de vivir esa experiencia, aunada a que vas conociendo más gente".
UNA TORRE DE BABEL
En el Camino de Santiago mexicanos, españoles, italianos, franceses y demás se hermanan en el trayecto donde el idioma no es barrera. Puede que empiecen el andar solos, pero conforme pasan los kilómetros crean amistades que duran para toda la vida.
“Me impresionó la decisión de tanta gente que encuentras con un mismo fin: llegar a agradecer al apóstol Santiago de todo lo que uno tiene”, señaló Oscar Casanova, “a veces no quieres que se acabe”.
Los peregrinos caminan de cuatro a diez horas diarias dependiendo de su ritmo y condición física. Desayunan antes de que salga el sol y por ahí de las 7:00 de la mañana desalojaban el albergue en el que habían pernoctado.
“Nosotros la pasábamos muy bien cantando, haciendo chistes, conociéndonos más y más, esta fue una de mis cosas favoritas”, recordó la hermana menor de los Casanova Perches.
“Siempre diré que comencé el camino con mi padre y lo acabé con mi mejor amigo”, comentó Michelle refiriéndose a lo que aprendió de su progenitor durante los siete días de camino, “no hay palabras para expresar lo que el camino me regaló”.
“Pivi” y su hija tuvieron 28 días para vivir la experiencia que jamás olvidarán. Prácticamente un mes de esfuerzo y de mucho aprendizaje. Una aventura que aprovecharon para dar gracias por todo lo que tenían y platicar con Dios.
LA LLEGADA
“Al ver la catedral sentí que absolutamente nada es imposible, por más difícil que parezca”, recordó Ana Silvia.
Al finalizar su recorrido Oscar y Michelle se dieron un abrazo, que aunque se sintió eterno, duró lo suficiente para que se transmitieran la emoción de haberlo logrado. De estar a los pies de una meta que soñaron y que con cientos de peregrinos pudieron festejar su hazaña el 4 de agosto.
Días después, el 28 de agosto de 2019, Ana Silvia y su madre estuvieron paradas en el mismo lugar. Hicieron lo que el Apóstol Santiago hizo hace miles de años, sin embargo ellas tendrán su propia historia que contar.
“Es la mejor experiencia que he vivido, me conocí mucho más a mí misma, a mi mamá y conocí gente increíble”, sentenció Ana Silvia que consideró la hazaña como una muestra de que si quieres, puedes.
Las piernas los movieron, la mente no los detuvo y la fe los impulsó a cumplir el objetivo. Una aventura en la que conocieron a miles de personas y se conocieron a ellos mismos.