Uno de los mejores representantes de la charrería, el tampiqueño Crispín Garza Angulo cuenta con una trayectoria que avala su gran calidad en la práctica del más mexicano de los deportes y que es reconocida por sus pares en esta disciplina.
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En charla concedida a El Sol de Tampico en el que es quizá uno de los últimos refugios charros de la zona, las caballerizas de El Polvorín, Garza Angulo, de 58 años de edad y nacido en Tampico, relata su trayectoria en este deporte, que le ha deparado importantes éxitos.
Entre estos se puede mencionar su participación en dos campeonatos nacionales, el tercer sitio logrado en el paso de la muerte en el VI Congreso y Campeonato Charro del Noreste en 1981 en Monterrey, NL; el primer sitio en la misma suerte durante el III Congreso y Campeonato Nacional Charro Estudiantil en 1985 y un segundo sitio en la misma prueba en el I Campeoato Regional Charro de las Huastecas en Ciudad Valles, SLP.
Desde muy pequeño se sintió atraído por la charrería y es que menciona que “mi abuelo tenía un rancho y yo me empecé a interesar por los caballos y el trabajo de campo y de ahí surgió mi pasión por la charrería”.
Asegura Crispín Garza que sus especialidades eran el “jineteo de toro, colas, paso de la muerte, también sabía florear pero no era lo mío, lo mío era la monta. Fui campeón estatal varias veces y asistí a dos campeonatos nacionales en 1986 y 1987, en aquellos años era más dificil pero quedamos campeones del estado.
“Empecé con el equipo Los Aztecas del capitán Federico Goné”, cuenta. “Luego ingresé al equipo de La Ribereña de Tampico, donde tuve la oportunidad de asistir a los campeonatos nacionales con la ayuda de Gilberto Villaseñor y muchos años Filadelfo Hernández, de Tlaxcala, nos apoyó mucho, nos prestaba caballos, el ganado para la monta, íbamos a los torneos no como ahora, atrás de los caballos, nos íbamos en la batea de la camioneta”.
La Ribereña se coronó en el Congreso Estatal Charro en 1986 y acudieron al Nacional en Querétaro y luego otra vez ganaron a nivel estado y viajaron a Guadalajara en 1987. Recuerda que “nos prestaban el lienzo de La Herradura una vez a la semana y lo aprovechábamos, practicando incansablemente”.
Muchas anécdotas le ha dejado la charreada a Crispín, sobre todo acepta que nadie está exento de sufrír algún accidente. “Hay suertes con mucho peligro y puede uno sufrir muchos accidentes, recuerdo que una yegua me cayó y me lastimé la clavícula, en la suerte de colas, por ejemplo, todos los charros tenemos por lo menos un dedo quebrado”.
Contento por todo lo que ha significado para él la práctica del más mexicano de los deportes, Crispín Garza Angulo afirma que “la charrería me ha dejado muchas satisfacciones, grandes logros y conocer a mucha gente, es un deporte extremo que para practicarlo hay que tenerle mucho amor”.