En ocasiones, el afecto no es correspondido y aquellos que aman sin esperanza tienden al desaliento y a la fatalidad. El mito de Eco y Narciso, escrito por Ovidio, ejemplifica cómo las personas están dispuestas a sacrificar incluso su vida por la falta de amor.
La mitología cumplía un papel fundamental en la antigua Roma, ilustraba el amplio catálogo de emociones, pensamientos y, sobre todo, errores a los cuales podían incurrir todos los seres humanos.
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Las historias trataban de explicar tanto el origen del universo, como los motivos existenciales que conducían a los personajes a su propia desgracia.
¿Quién era Eco?
En el año ocho después de la era conocida, el autor Ovidio escribió “La metamorfosis”, una recopilación de las narraciones más populares de su época. Una de ellas era la tragedia de Eco y Narciso, dos personajes con una característica en común, ambos eran incapaces de afrontar el rechazo.
Eco era una bella ninfa del bosque, quien solía entretener a la diosa Juno (el equivalente romano de la diosa griega Hera), mientras su esposo, padre de los dioses, Júpiter (también conocido como Zeus), sostenía relaciones con otras mujeres.
Las múltiples infidelidades de Júpiter eran de dominio público. Al igual que los celos y el carácter iracundo de Juno, quien solía perseguir, acosar, castigar e inclusive asesinar a las amantes y a los hijos de su marido.
Cuando Juno descubre la complicidad de Eco, maldice a la ninfa. Desde ese momento, Eco pierde su voz y solo puede repetir las últimas palabras que escucha. Trastornada por su nueva condición, la ninfa se recluye en los bosques, donde nadie la puede molestar.
¿Quién era Narciso?
Acorde a Ovidio, Narciso era hijo de la ninfa Liriope. Desde su nacimiento, su mamá fue informada que el bebé solo llegaría a adulto si nunca se conocía a sí mismo. La advertencia resultó un tanto extraña para la ninfa, la cual no prestó mucha importancia a las palabras.
Conforme el tiempo pasó, Narciso se volvió un joven atractivo, pero a pesar de todas las propuestas recibidas, él no correspondía el afecto de sus admiradoras. Un día, en plena caza, conoce a Eco.
Eco, en cuanto ve a Narciso, se siente atraída hacia él, pero incapaz de poder comunicarle sus sentimientos, solo puede repetir las últimas palabras del joven, quién no entiende quién es la ninfa y por qué se comporta de manera tan extraña.
Eco, desesperada, intenta estrechar entre sus brazos a Narciso, quien, como a tantas otras pretendientes, la rechaza sin contemplaciones. Eco, destrozada, se encierra en una cueva, se niega a comer, a dormir y gasta sus horas pensando en cómo Narciso desprecio sus atenciones.
Narciso, indiferente al dolor de Eco y al dolor de tantas otras mujeres, recibe un castigo por parte de la diosa Temis. La divinidad encargada de repartir justicia, sentencia al joven a admirar por toda la eternidad su reflejo. Narciso solo se ama a sí mismo, no puede retirar su vista del lago.
Cuando Narciso comprende que su amor es imposible, decide morir. Eco, quien también perece lentamente dentro de su cueva, lo escucha y repite las últimas palabras de dolor del joven. Ambos mueren de tristeza y de inanición.
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El mito de Eco y Narciso refleja los peligros de un amor no correspondido, pero, contrario a lo que se piensa, su tragedia no es fruto de la falta de amor romántico. No. La desgracia de Eco y Narciso se fundamenta en la falta de amor propio. Ella se sacrificó por un hombre y él no fue capaz de superar su egoísmo.