Habían pasado 23 años que el Congreso Constituyente del Estado de Tamaulipas concedió a Tampico el título de ciudad, cuando, en 1849, se trazó la calle paralela al río Tamesí, que en esa época corría junto al Pánuco. Desde su inicio esta arteria fue la zona comercial por excelencia del puerto.
En un principio, los nombres de las calles se dieron de acuerdo con algún suceso importante o detalle característico. Así tenemos que la calle Altamira fue llamada así al ser ese el camino que llegaba de esa población a Tampico; la calle Aduana debido a que ahí se instaló la receptoría aduanal.
Siguiendo esta costumbre se llamó Ribera a esta nueva calle, que estaba a la orilla de una zona barrancosa que bordeaba la orilla de los ríos y que iba más allá de la plaza ubicada frente al muelle y que por su cercanía con el recinto era de las apreciadas por comerciantes, sobre todo españoles que para entonces empezaban a ser entre los más acaudalados de la ciudad.
LOS ARCOS QUE LUCE LA CALLE HÉROES DEL CAÑONERO
De inmediato los predios que conforman la calle Ribera fueron adquiridos por empresarios como Ángel Sainz Trápaga, Diego de la Lastra, Felipe González García, los señores Grillo, Camús y Abad, Doña Dolores González de Trueba y Domingo Trueba, quienes empezaron a construir a lo largo del barranco.
Para motivar que la construcción de inmuebles en esta parte tan importante del puerto tuviera un atractivo, el gobierno de aquel entonces, ofreció cinco varas más, es decir varios metros de terreno a los propietarios que hicieran estas estructuras, quedando así conformados los arcos, que hoy luce la calle Héroes del Cañonero, como otras construcciones en el centro de la ciudad.
Las construcciones edificadas consistían en una casa en lo alto y un negocio en la parte inferior del inmueble, por lo que la calle Ribera empezó a tener negocios principalmente de ferretería, ropa, restaurantes y más hacia el oriente hoteles, generando casi desde que empezó a poblarse una caudal de comercio muy importante.
COBRAN VIDA LOS PORTALES: CONVIVÍAN TAMPIQUEÑOS CON FAMILIAS EUROPEAS
A principios del siglo pasado y durante todo el auge petrolero esta arteria fue la sensación de los compradores extranjeros y tampiqueños, entre sus portales se podía encontrar desde las ollas, comales y cestas de los ambulantes hasta los más sofisticados aparatos, herramientas y equipos de trabajo.
Entre los portales que cobraron una importancia singular durante esta época fue el que iniciaba en la calle Aduana esquina con Ribera, donde Diego Lastra instaló un famoso hotel y una cantina con música en vivo, siendo un acaudalado empresario del puerto, el portal que cruzaba su residencia convivían familias europeas que dejaron sus costumbres en la zona.
CARTAS, HABITACIONES Y HERRAMIENTAS SE OFRECÍAN EN LA ZONA
Algo que caracterizó mucho a esta zona de Tampico fue la llegada de los escribanos, que se apostaron en uno de los portales a mitad de los años de 1940 y hasta casi entrado el siglo XXI estuvieron de generación en generación atendiendo las solicitudes epistolares y llenado de formas para trámites de las personas que requerían de sus habilidades para la máquina de escribir.
Entre los portales de Tampico, ya entrado el siglo XX se empezó instalar una gran diversidad de negocios de todo tipo, hoteles de todo tipo, famosas peluquerías, ferreteras, cerrajeros, reparadores de electrodomésticos y en algunos casos comercios que han sobrevivido durante muchos años. Así mismo fueron ocupado durante un tiempo por el “Macalito”.
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Todas las formas del comercio han hallado lugar en esta entrañable zona de Tampico, miles de historias contemplan sus arcos desde hace más de 140 años y otras tantas por venir; siempre mirando al río y a los sueños que llegan y se van del puerto.