A los 14 días de que las ráfagas del Hilda azotaron el puerto, en las calles empezó a surgir un cauce que las iba borrando de la ciudad. En pocas horas, 500 manzanas de Tampico y Madero se convirtieron una extensión de los ríos y lagunas que rodean esta parte sur de Tamaulipas.
¿CÓMO COMENZÓ TODO?
Desde julio de ese insólito 1955 habían empezado las lluvias copiosas. Llovió también en agosto y el 1 de septiembre el huracán Gladys golpeó Nautla generando más precipitaciones, luego vino el Hilda, el 19, que cruzó Tampico a 250 kilómetros por hora y después el Janet, el 29, en el norte de Tamaulipas.
Ya el 6 de septiembre los barrios cercanos a los ríos anunciaban lo que estaba por venir, pues el Pánuco se salió por el Cascajal junto con el Tamesí, entrando de lleno a las orillas de la ciudad; nadie pensó que esos charcos iban a crecer hasta ocupar 6 mil 400 km2 y en algunas zonas hasta 5.8 metros sobre las calles.
Al día siguiente surgió la alerta: el caudal del Pánuco había aumentado 7.25 metros cúbicos por segundo. Anunciaba la Comisión Nacional de Caminos Valles–Tampico, familias de las colonias Morelos, Nacional y Cascajal fueron evacuadas, muchas ya no volverían a ver sus casas de nuevo.
TESTIMONIOS: LA GENERACIÓN DEL "55"
“Cualquier lugar donde no llegaran los ríos, era bueno, la azotea de algún vecino, los techos de las casas, pues a mitad de septiembre muchos ranchos ya estaban bajo el agua y el domingo 2 de octubre iba alcanzar a la ciudad y entonces faltarían azoteas para salvarse, pues casas enteras fueron arrastradas por la corriente”.
Recuerda Simón Torres, quien ayudó en diversas labores en aquellos aciagos días del “ciclón mayor” y durante las escalofriantes semanas en que Tampico fue engullido por el agua, “muchas personas salieron a buscar comida pues el ciclón dejó escasez de bastantes cosas, pero sus familias no las volvieron a ver, pues desaparecieron en la corriente”.
Toda la zona oriente fue arrasada por el caudal del Pánuco, desde la Isleta Pérez hasta más allá de Árbol Grande, recuerda el sobreviviente del Hilda, “los barrios del Cascajal, Nacional, Pescadores, La Unión, Tamaulipas, Guadalupe Mainero, Guadalupe Victoria, Tinaco, Ferrocarrilera, Galeana y muchos más fueron nuevamente un solo río”.
Alrededor de 50 mil casas quedaron bajo el agua y se tuvieron que improvisar atracaderos para ir en busca de personas a la zona desaparecida por los ríos y lagunas. Desde la calle Isauro Alfaro se iban los botes, ya sea por la Altamira, Emilio Carranza o Díaz Mirón, navegaban el viejo Tampico y sus colonias.
TAMPICO YA NO FUE EL MISMO DESPUÉS DE 1955
La fisonomía de Tampico cambiaría para siempre después de esta catástrofe, calificada como la peor del siglo pasado. Siendo los edificios del segundo cuadro de la ciudad los que resistieron para evitar que la ciudad cediera ante el embate de la naturaleza.
Desde sus azoteas y marquesinas se realizaron verdaderas proezas y hazañas, quedando impresos en el blanco y negro de las fotografías de entonces, sus fachadas y su hermosa arquitectura rodeada de agua y desesperación.
A 66 años de la gran inundación, todavía quedan vestigios por la ruta que siguió el agua. Aun se pueden descubrir la marquesina donde, dice la gente, el Marine Robert Medors, fue rescatado por los hermanos Cristóbal y Tomás Pineda, después de haber naufragado el bote donde iba, también se adivinan las azoteas desde donde se aventuraban los vecinos, con una llanta de tractor y un cable a atravesar las calles.
¿Qué hay en esos viejos barrios del poniente de Tampico que ni piratas ni ciclones ni ríos desbordados pueden borrarlos? Qué terca voluntad los hace que sigan de pie a pesar de que su tiempo ya se olvidó.
La generación del “Hilda” se acaba, pero las calles y las viejas construcciones por donde pasó siguen como mudos testigos de las hazañas y tragedias que originó, resisten, convirtiéndose en un símbolo y una lección que nos dice que ante la adversidad se puede seguir de pie.