El Palacio Penal de Andonegui es un referente en la historia de la zona conurbada de Tampico. La construcción del centro se inició durante el gobierno de Álvaro Obregón y actuó como establecimiento carcelario durante 81 años. ¿Alguna vez te has preguntado cómo era vivir en este recinto? Te contamos cuáles eran las condiciones de encierro de sus habitantes en 1979.
El Archivo Municipal de Tampico conserva el Segundo Informe de Labores del presidente municipal Gerardo Gómez Castillo, fechado al 20 de diciembre de 1979, donde se dedica un amplio segmento al centro penitenciario. En esta nota reproducimos los datos más importantes del reporte, acompañados del contexto histórico del lugar.
➡️ También te puede interesar: El mapa de EU que ubica a Tampico como capital de Tamaulipas, conoce su historia
¿Por qué lleva ese nombre?
De acuerdo a Alfonso de los Reyes, autor del libro “Palacio Penal de Andonegui: historias desde el purgatorio”, el nombre de la prisión fue elegido en memoria del Coronel Juan Andonegui, capitán de granaderos mexicano; quien, en 1829, defendió el puerto de Tampico de la invasión del ejército español a cargo de Isidro Barradas.
Andonegui se atrincheró junto con 200 militares en la colina donde se erigió el penal, desde ahí, observo y repelió a los invasores.
El centro cumplió labores de correccional de 1924 a 2005. La arquitectura del lugar respondía a un diseño panóptico, un modelo de construcción donde el interior de todo el edificio se puede contemplar desde un punto específico. Las celdas de ladrillos estaban provistas de barrotes para impedir la huida de los moradores.
Rotación de director e internos
El Segundo Informe de Labores de Gómez Castillo indica que de enero a noviembre de 1979, la cárcel tuvo tres directores. Hasta el 4 de junio, ejerció labores Orencio Cuervo Olguín; del 05 de junio al 31 de octubre, la responsabilidad recayó en Tomás Alvarado Aguilar; quien le cedió el puesto, el primero de noviembre, a Santos Cantú Olivares.
En el mismo periodo, ingresaron a la penitenciaría: mil 386 ciudadanos. De los cuales, 942 fueron liberados y 444 quedaron recluidos. La mayoría de los casos correspondían a cargos federales (304), mientras que el resto (140) era catalogado de fuero común.
Enfermedades en el centro disciplinario
En 1979, la enfermería del reclusorio atendió a mil 300 internos. Cuando el cuadro médico se complicaba, los pacientes eran trasladados a diferentes ubicaciones. Cerca de 40 personas fueron canalizadas al Hospital Civil Dr. Canseco; 35 se dirigieron al Centro de Salud; 65 fueron atendidos en la Cruz Roja; y 11 se remitieron a doctores especialistas.
Vigilancia las 24 horas del día
El Informe de Gobierno reporta una vigilancia las 24 horas al día, tanto al exterior como al interior del penal. La periferia era custodiada por un primer y segundo comandante junto con 29 elementos de seguridad. En tanto, dentro de las instalaciones, se encontraban apostados dos cabos de celadores y nueve guardias.
De talleres, trabajo y escuelas
En el centro penitenciario existían tres talleres, dos de herrería y uno de carpintería. En los dos primeros se elaboraban puertas, ventanas, barandales, sillas y juegos infantiles.
En tanto, con la madera se fabricaron 130 mesabancos, 78 mesas para kínder, 477 sillas, 17 mesas grandes, 70 sillas para universidad y 26 juegos infantiles para preescolar. Parte de este mobiliario fue entregado al Jardín de niños aledaño, al Palacio de Andonegui, donde estudiaban los hijos e hijas de los internos.
¿Dónde estaba Dios?
El texto preservado por el Archivo Municipal señala que la población del precinto recibía visitas regulares de agrupaciones religiosas y filantrópicas.
Se tiene constancia de la asistencia de miembros de la religión católica y evangelista de Tampico y Madero; junto con estudiantes de segunda enseñanza (secundaria) y de educación superior (carrera profesional), que realizaban su servicio social dentro de las instalaciones.
➡️ También te puede interesar: ¿Cómo se veía Tampico en 1870? Así eran sus calles y los sitios más importantes
El objetivo de esta clase de interacciones, apuntaba el Gobierno, era fomentar el buen comportamiento de quienes cumplían condena.
Mejoras materiales para el Palacio
Gerardo Gómez Castillo declaró durante sus gestiones, de enero a diciembre de 1979, una inversión total de dos millones 947 mil 126 pesos con tres centavos para remozar el centro penitenciario.
La palabra “remozar” aparece de manera textual en el documento, significa, acorde a la RAE, “dar un aspecto más lozano, nuevo o moderno a algo”. En este caso, se prestó especial atención a los dormitorios Núm. 02 y 03, aunado al patio, al departamento de cocina y parte de la oficina de dirección.
¿Por qué se delinquía en Tampico?
El Segundo Informe de Labores del Gobierno municipal de Gómez Castillo, con data de 1979, comenta que parte de los delitos que se cometían en el territorio eran: casos de drogadicción, vandalismo y tráfico de enervantes.
En cuanto a materia de seguridad pública, el Informe expresaba: “Confesamos que por más esfuerzos que hemos hecho no hemos logrado avances en este servicio. Somos realistas y hablamos con la verdad”.
➡️ También te puede interesar: Colonia Morelos: el antiguo barrio de La Puntilla que llegó a ser la “Isla del Encanto” [Video]
Se argumentaba que la explosión demográfica de la ciudad, sumada a la carencia de recursos económicos, impedían disminuir los índices delictivos.
De igual manera, el Informe sostenía que la población en general era responsable de los problemas de seguridad pública. El alegato era el siguiente:
“Hemos descuidado toda actitud humana. Cuando niños nos reprimen sin aconsejarnos, llegamos a la adolescencia y a la juventud y, en lugar de [asesorarnos], nos invitan a mal usar la libertad, cuando ya [somos] hombres traumatizados en la indiferencia, somos los primeros en aceptar la corrupción, porque no tenemos el valor civil para confesar nuestros errores”.
Recibe las noticias de El Sol de Tampico directo en tu WhatsApp, suscríbete aquí
Así era cómo se vivía en el Palacio Penal de Andonegui en 1979, en Tampico, Tamaulipas, al menos en los aspectos burocráticos. Existen miles de historias sobre el día a día de quienes pasaron meses e incluso años de su existencia encerrados en frías y húmedas celdas, siendo observados, vigilados y, sostendría el filósofo Michel Foucault, también castigados.