Segunda Parte
¿Qué sueles escribir cuando dedicas uno de tus libros a un lector?
Casi siempre son palabras de agradecimiento, por elegir el libro. Luego es el deseo de que la lectura sea de su provecho y lo acompañe lo más lejos posible en su viaje.
¿Te has enamorado de algún personaje de tus cuentos?
Claro que sí, de todos, sería muy difícil convivir por meses con un personaje y seguirlo en su derrotero diario si no se está enamorado. Ahora bien, eso no implica que tenga que enamorarme del texto en su conjunto, o al menos no en el momento de la corrección, que hay que tomar distancia para podar el texto si es necesario, y verlo crecer. Es que por ahí dicen que a escribir se aprende escribiendo, y a mí me gusta pensar más que a escribir se aprende corrigiendo y leyendo.
¿Cuáles son los escritores que han influenciado tu narrativa?
Siempre vuelvo a Rulfo, a Chéjov, a Cheever, Margarite Duras, Carver, Anne Sexton, Antonio Tabucchi, Alberto Moravia, Camilo José Cela. Si es que ya se divisó un camino, es bueno que tu escritura esté sedimentada por tus maestros y maestras sin que eso te ruborice. La literatura se celebra porque es una tradición, y como tal, se retroalimenta de las grandes voces que pasaron y las que están pasando por esta tierra. Desde que nació el primer ser humano y hasta el último, hay algo que nos caracteriza y nos hace criaturas especiales, es la capacidad que tenemos de contar historias. Por ahí está esa vieja expresión de “No hay nada nuevo bajo el sol” En el libro “Esculpir en el tiempo”, ya Tarskoski le dedicaba una página entera a esa corriente joven de cineastas que no miraban películas para no contaminarse. A mí déjeme que me contamine nomás, con el fulgor de las voces que todavía persisten. Hay cierta inmadurez en un escritor que se esfuerza por esconder su influencia, en negar su origen.
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¿Qué opinas de las redes sociales?
Bien usada me parecen una herramienta indispensable, pero solo hay que verlo como eso, como un recurso más. El problema está cuando el escritor pasa más tiempo en las redes sociales publicitando su perfil de escritor y de lo genial que es, en vez de pasar tiempo con sus textos, en convivir con su escritura. Pero claro, cada uno pone su energía donde mejor cree conveniente, y administra su imagen a su antojo, y eso es válido, porque está siguiendo su camino. Aunque a mí me parece que la importancia tendría que estar radicada en buscar mayor excelencia narrativa, y eso no se consigue sin cierto grado de obsesión o compromiso.
¿Has contemplado escribir narrativa de la pandemia?
Venimos de una temporada de dolor y desesperanza, donde los frívolos de siempre continuaron acrecentando sus fortunas con esta crisis a costa de tanta gente que cayó en la pobreza y en la pobreza extrema en América Latina, que según datos de la CEPAL, ascendió a 209 millones solo a finales del 2020, 22 millones de personas más que el año anterior. La pandemia sigue aquí con nosotros porque jamás logramos ver el problema como especie que está bajo amenaza. Pero a pesar de todo, a modo testimonial, sé que muchos colegas lograron llevar adelante como una especie de diario del desastre, y está muy bien eso, porque el arte siempre está presente en nuestras vidas para librarnos de algo, algo que podemos desconocer o intuir, como la tristeza desmedida o la autodestrucción. Me costó mucho escribir en ese tiempo de confinamiento, pero lo hice para dejar atrás la aflicción. Y nada de lo que salió tenía que ver con la pandemia, y tampoco creo, aunque en esto nunca se sabe, que escriba algo referido a ese tema.
¿Cuál ha sido la experiencia más grata que has tenido gracias a la literatura?
“El pabellón de los animales domésticos”, el libro que escribí, fue el único que leyó mi padre en su vida. La literatura siempre ha sido un regalo para mí, como algunas tormentas. Desde el primer momento he aprendido a agradecer por la palabra levantada en el día de trabajo, por la frase, por la imagen, por la historia. La escritura tiene algo de espiritual para mí, de ejercicio de introspección, y a su vez es la parte lúdica de mi existencia, todo eso suele arrojar un resultado, y ese resultado siempre está unido a experiencias gratas. Estoy seguro de que a lo largo del tiempo, la literatura me ha dado más de lo que yo pueda darle.¿Lees a escritores mexicanos?
México ha tenido y tiene una centralidad en mi biblioteca muy bien ganada. Rulfo sigue estando ahí, Arreola, Carlos Fuentes, Octavio Paz, Elena Poniatowska, Alberto Chimal, Juan Villoro, Paco Ignacio Taibo II, Xavier Velasco, Guillermo Arriaga, Candelaria Ramales, Fernanda Melchor, Valeria Luiselli, Luis Jorge Boone y Bibiana Camacho, entre otros.
¿Qué opina tu familia de tu vocación literaria?
El apoyo de mi familia fue incondicional, estoy agradecido por eso, mi padre y mi madre, sin tener una afición artística o literaria, solían hacerme alguna llamada telefónica solo para preguntarme si estaba escribiendo. Ese acto era renovado para mí, porque más allá de la tozudez característica que tenemos los escritores para seguir adelante a pesar de todo, estoy seguro de que hubiera sido el doble de difícil sin el apoyo de mis padres y de mis hermanos, de mi compañera y mis hijos, más cuando las puertas permanecían cerradas y los años pasaban sin ningún acierto.
¿Qué piensas del lenguaje incluyente?
Creo que lo más interesante de este tema, es el debate que se está dando en este momento en distintos ámbitos alrededor del uso genérico de ciertas palabras. ¿Qué quedará de todo eso?, no lo sabemos, porque la respuesta, como corresponde a la dinámica de una lengua viva y en constante cambio, está en pleno proceso de elaboración.
¿Con cuáles escritores y escritoras organizarías una velada?
Si el asunto fuera con gente del otro plano, ahí no faltarían: Jorge Amado, Clarice Lispector, Lucía Berlin, Julio Cortázar, Hemingway y García Márquez, entre otros. Y si el asunto fuera con gente de este vecindario, ahí tendría su lugar Guillermo Arriaga, Pilar Carrizo, Juan Gabriel Vázquez, Santiago Gamboa, Jack Babiloni, Antonio Tocornal, Manuel Moya, y una lista interminable de gente querida.
¿Qué prefieres, libros en físico o en pdf?
Me parece que acá me pasa algo similar como con las fotos digitales, son prácticas, pero con el tiempo terminan perdidas en alguna carpeta de archivo, y vuelvo una y otra vez a mirar las fotos en papel.
Pero claro, estamos hablando de formatos y no de lo importante, que es el contenido. Hace algún tiempo recordaba que en 2010, Nicholas Negroponte, el conocido gurú y mentor tecnológico, predijo el fallecimiento del libro en papel desde ese “momento” a cinco años. Pero bueno, por el momento y contra todo pronóstico, el libro en papel es el soporte más avanzado que tenemos.
Y aunque el audiolibro es el que está creciendo día a día, será difícil desbancar el libro físico, es que todavía necesitamos la intimidad que nos da, el olor artificial del papel, la textura, el peso, el embrujo que tiene el dar vuelta una hoja, el saber que el objeto libro está ahí, en algún lugar de la casa, listo para nosotros, siempre, para una lectura, una relectura que nos reconforte el alma o bien desate un vendaval.