Primera de dos partes
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Ganador del Premio Nacional de Dramaturgia Hugo Salcedo (2021) por su obra "Volar debajo del agua". Acreedor del Primer Lugar del Concurso Iberoamericano de Guión en Línea por su cortometraje "Karma y fe" (2020). Mención honorífica del Premio Independiente de Joven Dramaturgia 2020 por su obra "Hasta que la lluvia lo inunde todo". Su obra "Pambolera" pertenece a la Segunda antología de Jóvenes Audiencias publicada por la editorial Teatro La Capilla. En 2021 fue seleccionado para formar parte de la residencia en dramaturgia "Promesas para la escena. Construcciones en soledad para lo colectivo" de Teatro UNAM.
Actualmente se desarrolla como dramaturgo, guionista, director de escena y productor teatral. Cursante de la licenciatura en Ciencias de la Comunicación (UNAM) con especialidad en Publicidad y Producción Audiovisual. Cursante en el Colegio de Literatura Dramática y Teatro. Ha escrito más de una veintena de obras entre las que destacan "Demonios Blancos", "Pambolera", "Conejitos a la Luna", "Navi-Trans", "Gusanos en estado resistol", "Vitamina P", "Las cartitas de amor son lo primero que arde en un incendio" y "Manual para olvidarte".
¿Quién es Martín Quetzal?
Con sinceridad, un sujeto cualquiera. Un tipo que lleva el barrio en el que creció a cualquier sitio en el que se encuentra. Un fulano que se ensimisma en sonreír a cunta persona se le cruce en el camino y ante cualquier situación por más adversa que parezca. Mitad soy facha y mitad sigo siendo el mocoso que llora por las noches (y a veces los días) sin razón aparente. Intento ser feliz y creo lograrlo con facilidad, aunque cuando me aburro me gusta ponerle pimienta a la vida (una disculpa a todas mis exparejas).
Hoy en día soy lo que nunca quise ser cuando era niño. Antes, soñaba con tener una vida de oficinista y así poder emular los esquemas de familia con los que crecí: un trabajo con horario fijo y una esposa que tuviera comida caliente a todas horas. Ahora mi casa es cualquier sitio donde pueda escribir en paz, el teatro jamás tiene horario fijo y definitivamente jamás tendré una esposa (aunque la comida caliente la he aprendido a procurar todos los días).
¿Qué buscas con tu dramaturgia?
La menor pretensión posible. No busco transgredir los paradigmas del teatro en México, busco iniciar conversaciones. Hacer de mis ficciones sólo un pretexto para que durante una hora, a partir de la risa o el llanto logre reunir a una familia en el teatro, a una pareja de enamorados, o a un grupo de amigos en un plan de fin de semana. Estoy convencido de que cualquier ficción suele desgastarse en la memoria conforme pasan los días, lo que se borra con mayor dificultad es la experiencia de haberlas compartido con gente a la que amas. Me gusta pensar que mis historias sólo son un pretexto para hacer feliz a la gente.
Tengo la inquietud por seguirme especializando en la creación de textos para jóvenes audiencias. Deseo hablar de sus problemas y de la manera en la que actualmente ven el mundo, intento abordar problemáticas sociales desde la comedia. Además de escribir, tengo la fortuna de producir y dirigir obras para niños y jóvenes, desde esa trinchera me doy cuenta cómo se reconfiguran mis palabras y cómo ese niño se lleva a casa una historia mucho más compleja que la que yo escribí pues su imaginación hizo que mis palabras se quedarán cortas ante el amasijo de fantasía que ahora ronda por su cabeza.
¿Cuál es tu dramaturgo favorito?
Me encanta la irreverencia, los textos o autores que dicen lo que se les pega la gana y llevan sus historias hacia donde les plazca. Soy fan de autores jóvenes: Carlos Alfonso Nava, Mireille Franco, Manuel Barragán, Isabel Quiroz. Últimamente me he dado a la tarea de acercarme a dramaturgos en formación escolar, compartir impresiones sobre nuestros textos y conocer cuáles son sus intereses. Ellos son el futuro de la dramaturgia y veo con gran satisfacción que sus textos están plagados de una brutal honestidad tanto en sus ejes temáticos como en su poética. Me gustaría pensar que yo no he perdido esas cualidades, aunque prefiero velar porque al concluir la escuela, ningún maestro se las quite. Crecí con Saúl Enríquez, Xavier Villanova, Bárbara Colio, Michel Marc Bouchard y Luis Eduardo Yee. De no haberlos conocido, jamás me hubiera dedicado a escribir teatro.
¿Solo teatro o también trabajas en otros géneros literarios?
Me encantaría ser narrador pero me frustro con facilidad. Adoro leer poesía pero le tengo bastante respeto (la escribo sólo para mí). Siempre pienso mis ficciones a partir del diálogo y del presente, es la herencia de haber tenido una formación en medios audiovisuales. Además del teatro escribo guiones para cine, es un camino que inicié hace poco; durante la pandemia solicitaba en cuanta convocatoria encontrara y gracias a esa osadía gané el Concurso Iberoamericano de Escritura Creativa en Cine 2020. A partir de ese momento comencé a contemplar la posibilidad de abrirme camino en esa industria, aunque para ser sinceros, no puedo evitar mezclar los recursos del teatro y del cine de manera indistinta, es decir, cuando escribo teatro suelo colocar acotaciones con resolutivas efectistas propias de lo audiovisual, cuando escribo guiones no puedo evitar usar el diálogo como recurso primigenio. Soy un caso perdido…. y me encanta.
¿Cómo cambia la vida y el entorno de un dramaturgo después de ganar un premio nacional?
No quiero ser tan ingrato como para decir "en nada" (aunque para mis adentros es algo que me repito constantemente). Creo que el cambio más grande es el reconocimiento que te confiere ante las instituciones. Vivimos en una industria que se rige mitad por la creatividad y mitad por la burocracia. Hay quienes logran llevar su trabajo a flote eximidos de ambas esferas (benditos sean) pero lo cierto es que nos regimos en un sistema en el que para florecer en la industria del teatro en México debes de tirar hacia ambos lados de la soga. Cuando existe una institución que avala tu trabajo con un premio, con un reconocimiento o con una mención, entonces comienzas a ser visible ante el gremio, repentinamente se comienzan a abrir puertas que antes tenías cerradas. Ganar un premio jamás quiere decir que tu dramaturgia sea mejor a otra, sólo significa que para tres personas (el jurado) resultó la mejor opción.
¿Qué opinas de las nuevas formas de hacer teatro, como el teatro en departamentos o en sitios abandonados y en destrucción?
Las amo, me dan vida y las respeto profundamente. Como creativos siempre estamos buscando la manera de llevar más allá nuestro trabajo. Hay quienes sólo lo dejamos como una idea vaga en la cabeza que no trasciende más que a un "estaría bien padre hacerlo" y otros valientes que se disponen a hacerlo realidad. Mis respetos a ellos, tengan por seguro que ahí estaré para aplaudir cualquier intento de trastocar las formas de producir y consumir teatro.
¿Quiénes son tu actor y actriz preferidos?
Tal vez esta sea la respuesta más romántica de la entrevista y me disculpo por ello, pero soy fan de todo actor y actriz con el que trabajo. Como director de escena he encontrado en cada uno de ellos una enseñanza. Soy fan de muchas personas (y de muchas cosas en general), puedo ver una obra y decir "me encantaría trabajar con ella" o "quiero ver todas las obras donde él esté", pero encuentro más significativa la entrega y el compromiso de aquel que entrega su tiempo para que creemos en conjunto un montaje escénico . A todos ellos, gracias.
¿Has actuado?
Sí, y le tengo pavor. Me buscan para hacer toritos (actuar de emergencia para cubrir un papel con pocos días de anticipación) sólo porque tengo facilidad para memorizar los libretos, no necesariamente porque sea bueno.
¿Qué puede esperar un espectador cuando va a un teatro a ver tus obras?
Reír, siempre… aunque sea el drama más denso que haya escrito no concibo el mundo de la ficción sin el poder de la risa. Me parece el arma más poderosa. Ahora, voy a ser sincero… intento hacer reír pero en muchas ocasiones al espectador le gana más el llanto. Es una pregunta difícil. ¿Saben qué?, mejor no esperen nada. Sólo dénme un voto de confianza, se van a llevar una grata sorpresa.
¿Qué hace que tu quehacer artístico sea diferente?
Desde que amanezco o inclusive en sueños siempre estoy maquinando historias. Vivo para el teatro, respiro teatro. No me veo terminando mis días de otra forma. Mis textos siempre están plagados de dos fuerzas que se oponen: la inocencia y situaciones donde impera la violencia. Los personajes siempre viajan hacia su niño interior, de alguna u otra forma quieren aferrarse a él. Soy un desgraciado porque siempre los coloco en situaciones horribles donde la inocencia sería la última arma que podrían usar y, sin embargo, deciden usarla. Aprendo mucho de ellos, me alimento de su esperanza y sufro cuando ellos sufren. Tal vez me encanta sufrir, tal vez en mi vida soy tan feliz que vivo la desesperanza a través de mis personajes. Tal vez en realidad estoy loco y por eso escribo. Al final, no creo ser tan diferente de otros dramaturgos.
¿Escribes para ti o para tus espectadores?
85% para ellos. No concibo esta profesión como un fenómeno masturbatorio. Ese 15% restante es porque un día desperté llorando y comencé a escribir sin razón aparente, sin estructura, sin personajes, sin historia, sólo así… en carne viva. Suelo ser complaciente con los espectadores, a veces como productor tienes que serlo. Si no es por cuestiones mercadológicas es porque ellos te están solicitando temas o estilos definidos, ¿cómo decirle que no a ellos si son quienes disponen de su tiempo y dinero para llenar las salas cada vez que estrenas una nueva obra?.