El detective Malasuerte se ha convertido en un icónico personaje de la novelística policíaca contemporánea.
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Nacido en la imaginación de Hilario Peña, álter ego de Jorge González, un ingeniero en electrónica, tijuanense por adopción con el ombligo enterrado en Mazatlán, Sinaloa; el detective Tomás Peralta, es una especie de Mágnum a la mexicana, que utiliza sus métodos propios para esclarecer crímenes ocurridos en la ciudad fronteriza.
Dotado de un agudo sentido del humor y una capacidad aprendida a fuerza de lecturas del género, Hilario dejó en un cajón su deseo de convertirse en el Bill Gates mexicano, que deseaba inventar un software para Microsoft, transformándose en un escritor de sólida reputación y con un gran número de lectores y seguidores en sus redes.
Hilario, ¿cómo fue que decidiste no ejercer tu profesión de ingeniero en electrónica, para transformarte en un escritor de novelas western y de corte policiaco?
Por más de quince años trabajé en fábricas ubicadas en Tijuana. Ahora no estoy ejerciendo, pero puedo volver a hacerlo en cualquier momento. Lo que me atrajo de hacer subgénero fue el reto que esto representaba. De por sí escribir una novela es difícil, pero considero que hacer subgénero es algo aún más complejo, sobre todo porque hay conocer una serie de tropos y convenciones, saber qué representan cada uno, cómo funcionan, cuáles puedes ignorar, cuáles no, y cómo echar mano de ellos.
¿Alguna vez pasó por tu mente la posibilidad de convertirte en la versión real de Tomás Peralta, tu personaje de Malasuerte en Tijuana y ser un policía o detective?
Lo que me atrae del Mala es que no tiene nada que ver conmigo. Él es entrón y echado para adelante, y yo soy más bien tímido; él presume ser feo, pero de buen cuerpo, y yo soy feo a secas. No me convertiría en detective solo porque mi personaje lo es. Tengo pensado escribir una ópera espacial, pero no por eso me convertiré en astronauta.
¿Malasuerte es un personaje real, lo conociste?
El Mala es una amalgama de varias personas que conocí en los distintos empleos que he tenido, pero supongo que deben existir muchos sujetos como él.
En tu novela Juan Tres Dieciséis, e incluso en tus redes sociales, destacas tu afición por el boxeo, ¿pensaste alguna vez en dedicarte a la práctica de ese deporte?
No. Entrené un poco, pero hasta ahí. Esa parte de la novela pretende funcionar como una denuncia de las condiciones injustas que prevalecen en el boxeo profesional. Los deportes administrados por ligas suelen ser un poco corruptos, como el futbol, pero no tanto como los regidos exclusivamente por promotores, donde el peleador más popular decide con quién pelear y en qué peso -bajo contrato, deshidratan a los oponentes más grandes, u obligan a subir de categoría a los más pequeños-, y los organismos funcionan como meros elementos decorativos, o forjadores de cinturones. Esto no sería un tema tan delicado de no ser porque estamos hablando de una disciplina donde constantemente pierden la vida aquellos que la practican.
Por otro lado, siempre busco la manera de involucrar el mundo del deporte en mis libros. El que a mis personajes les preocupen cosas tan mundanas como el resultado de un partido de béisbol -en lugar de su doctorado en literatura hispanoamericana-, hace que los sienta menos burgueses y me identifico más con ellos.
¿Qué es lo que pretendes con tus novelas?
Que la gente lea mi quejadera, lo cual por sí solo sabría a Emulsión Scott, pero el misterio y suspenso que le agrego a mis rabietas pretende funcionar como el saborizante de fresa.
¿Hay planes para llevar Malasuerte a la pantalla grande?
Sí, pero no estoy muy interesado en eso. Ya casi no voy al cine ni veo suficiente televisión como para considerarme un experto. Desde que soy padre de familia, la única adaptación en la que pienso mientras escribo es la oral, me refiero a la posibilidad de que mi libro pueda ser leído en voz alta a otra persona y que esta persona pueda entenderlo. Es la única adaptación en la que pienso mientras escribo y funcionó porque Detective Malasuerte está por convertirse en audiolibro.
¿Sigue pensando en que escribes lo que te gustaría leer?
Escribí las aventuras de Malasuerte porque se me antojó leer acerca de un pícaro resolviendo casos en una ciudad tan colorida como Tijuana, y Un pueblo llamado Redención porque sentí que no había suficientes westerns ambientados en México y escritos por mexicanos. Ambos son libros que quería leer, pero que no encontraba en ninguna librería o biblioteca porque todavía no habían sido escritos.
¿Por qué crees que los lectores se sienten tan atraídos por los thrillers y las novelas negras?
Dice el autor Joe Hill que si él ve a un bombero parado en el último peldaño de una escalera, intentando rescatar a una mujer ubicada en el balcón de un edificio en llamas, se detendrá y no continuará su camino hasta ver en qué concluye todo.
Creo que los escritores de thrillers echamos mano del suspenso y la curiosidad humana para mantener al lector atento a lo que tenemos que decir; es como el gancho.
¿Si tuvieras que dejar el género policiaco, cuál escogerías?
Mi plan es escribir una novela de cada uno de los subgéneros que me gustan. Apenas llevo dos (western y policial). Terror no creó porque, de pronto, se puso de moda igual que pasó con el no ir hace unos años, pero sí traigo el "gusanito" de hacer una ópera espacial.
¿Planeas tus novelas con tiempo o dejas que la historia fluya sobre la marcha?
Dejo que la historia fluya. Creo que hacer escaletas es como ponerle una camisa de fuerza a tu (anti)héroe e irle indicando el camino que debe seguir. Prefiero colocarlo en una situación que considero interesante y que él tome las decisiones que considere pertinente. Ver cómo reaccionan personajes extraordinarios en situaciones extraordinarias, de eso trata mi literatura.
¿Consideras que la crisis sanitaria por la pandemia propició un estancamiento en la industria editorial?
Creo que indirectamente le va a pegar, y muy fuerte, pero también creo que todos los artistas, hasta el que presume ser pesimista, somos optimistas. De lo contrario, nos dedicaríamos a algo mucho más práctico, como cambiar transmisiones o realizar declaraciones fiscales. Y como el optimista que confieso ser, creo que el sedentarismo nos tiene que ayudar en algo a los que hacemos productos diseñados para pasar el rato.
¿Qué escoges, libros electrónicos o libros impresos?
Impresos.
Haz de cuenta que estás en Mazatlán, tu tierra natal, y organizas una mariscada. ¿quiénes son los escritores a los que invitarías y por qué?
Tengo muchos amigos en el medio literario, por lo pronto pienso que invitaría a Liliana Blum, Atenea Cruz, Francisco Haghenbeck, Ronnie Medellín, Iván Farías y Enrique Urbina, ¿por qué? Pues porque son mis cuates y porque ya he comido mariscos con casi todos ellos. De hecho, creo que es su botana favorita.
Por cierto, ¿cuál fue el último libro que leíste?
La era de los braquiuros, de Abraham Martínez.
¿Quiénes son tus escritores preferidos, que guardes sus libros con dedicación y cuidado para que no se estropeen?
Mis libros favoritos son La zona muerta, de Stephen King; El problema de los tres cuerpos, de Cixin; Liu, de Haruki Murakami; El juego de Ender, de Orson Scott Card; 1,280 almas, de Jim Thompson; Los madrugadores, de Louis Amour; Little big man, de Thomas Berger; El maestro y Margarita, de Mijaíl Bulgakov; The stand, de Stephen King.
¿Qué libro te hubiera gustado escribir?
Harry Potter y la piedra filosofal.