Daniel Salinas Basave, periodista regiomontano avecindado en Tijuana, tigre de corazón, es como el George Best de la literatura mexicana, un "enfant terrible". Tiene 14 libros publicados, entre relatos, novelas y ensayos. Ha obtenido numerosos premios regionales, nacionales e internacionales.
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El autor fue elegido para formar parte del programa de residencia en la Casa Estudio Cien Años de Soledad, el hogar de Gabriel García Márquez en el barrio de San Ángel, en la Ciudad de México. De septiembre a noviembre de este año se confinará en el recinto literario.
Durante tres meses se someterá a cursos y talleres, algo inusual para él. De hecho, solo ha participado en un taller en toda su vida: con el autor del Rayo Macoy, uno de los hijos predilecto de Tampico, Rafael Ramírez Heredia.
Cabe destacar que la Fundación para las Letras Mexicanas firmó un convenio con la Secretaría de Cultura de Baja California, para que de esta manera, un escritor bajacaliforniano tome, anualmente, este programa de residencia.
Y como ya lo dijo en estas mismas páginas, le falta solo escribir una novela romántica. Todo es posible.
¿Qué significa Gabriel García Márquez para ti?
Gabo es un antes y después en mi vida como lector, el cruce de un umbral del que no hay retorno. Empecé a entrarle con fe a toda su obra al final de la adolescencia y al principio de la juventud, entre los 18 y los 22 años.
El primero fue La hojarasca, lo recuerdo bien. Un ejemplar de Oveja negra que era de mi madre. Me recuerdo leyendo Cien años durante una breve etapa en que trabajé (o me hice menso) en un taller de motocicletas a los 20 años, o El general en su laberinto durante un viaje a la Mesa del Nayar.
Recuerdo que me regalaron Noticia de un secuestro recién salido del horno y me lo entregaron antes de subirme al avión para comenzar un autoexilio en el extranjero en 1996, o me recuerdo releyendo sus cuentos completos en el viaje Tijuana-Bogotá cuando fui a la final del premio que lleva su nombre.
Si bien las novelas son geniales, Gabo es un cronista descomunal y sus cuentos son también de gran nivel. En cualquier caso, sea en novela, cuento o crónica, con Gabo hay siempre una cadencia única, un ritmo prosístico propio siempre disfrutable. Eso pasa con muy pocos escritores. Daniel Sada sería otro ejemplo.
¿Cómo se desarrollará tu confinamiento literario en su casa? ¿Existe una estrategia o metodología?
Si te soy franco, colega, aún no tengo los detalles tan específicos. Sé que son tres meses en los que habrá un intenso programa de escritura de un proyecto narrativo (no necesariamente novela) que podré estar tallereando con autores como Juan Villoro (quien dirige el proyecto) u otros visitantes entre los que estará Héctor Abad Faciolince entre otros. Además de escritura en la casa, habrá talleres, dinámicas, charlas. Todavía no tengo un programa tan detallado.
¿Se trata de mimetizarte con su entorno?
Supongo que sí, pero no sé si lo lograré. Eso sigue siendo un misterio. Paradójicamente, el proyecto que estoy desarrollando para el SNCA, llamado Canon del Limbo, tiene que ver con jugar a imaginar alteraciones a las circunstancias en que fueron escritas grandes obras literarias. Qué tanto cambia el carácter canónico de una obra si modificas un poco su tiempo y su entorno creativo.
¿Será una liturgia para ti estar en el templo Garcíamarquiano?
Hay lugares impregnados con la esencia de quienes los habitaron. Acaso los seres nacidos en la cabeza de un genio acaban por adueñarse del territorio que inspiró su creación. Te sientas frente a una mesa en el café La Brasilera de Lisboa y por más turístico que pueda ser el lugar, sabes que ahí transcurrieron cientos de tardes para Fernando Pessoa y ello te impregna.
Vas al viejo café Tortoni en Buenos Aires y platicas con meseros que atendieron a Borges, que solía departir con Bioy en sus mesas. En cualquier caso, el engranaje creativo es y será un misterio. Puedes tener una tormenta de inspiración en el sitio más soso u hostil y quedarte estéril un santuario.
¿Planeas escribir algo sobre él?
Tal vez, aunque tampoco podría asegurarlo.
¿Qué esperas encontrar en la casa donde se trazó a Macondo?
No lo sé. A lo mejor un camino de hormigas rojas y un enjambre de mariposas amarillas que me conducirán hasta el número 19 de la Calle de la Loma y una vez ahí, nos abrirá Pilar Ternera o la venerable Úrsula centenaria quienes nos conducirán hasta la mesa donde Aureliano Babilonia estará descifrando los últimos pergaminos de la estirpe Buendía. Pero bueno, en realidad me conformo con encontrar una experiencia diferente a las que he vivido.
Yo nunca he hecho una residencia artística, mi único taller constante fue con tu paisano tampiqueño Rafael Ramírez Heredia, pero de eso ya hace 24 años. Quiero ver qué se siente, pero tengo muchas más dudas que certezas y me aterra un poco la idea de estar lejos de mi familia, así que creo que me los voy a llevar conmigo.