A sus 24 años, Etni Yamileth Loya Gutiérrez tiene bien definida su meta en la vida: lograr que más personas con discapacidad se den cuenta de que pueden ser una pieza clave en la sociedad. Y desde esa percepción comenzar la transformación.
Suscríbete a la edición digital de El Sol de Tampico aquí́
Hace un trienio, la joven tampiqueña ingresó a la Escuela de Trabajo Social del Instituto de Ciencias y Estudios Superiores de Tamaulipas (ICEST) Campus Madero y este mes presentó su examen profesional, hecho que la llena de orgullo debido a que en esta licenciatura encontró su verdadera vocación.
“Todo comenzó hace 3 años cuando tomé la decisión de estudiar la licenciatura en Trabajo Social, la verdad fue una experiencia muy bonita (…) Tuve la oportunidad de atender a niños con discapacidad visual como yo y pude compartirles mis conocimientos”, indica remarcando que “gracias a Dios se me presentó la oportunidad de hacer mis prácticas profesionales en la misma institución de la que yo egresé”.
Precisamente remarca que una de las vivencias más especiales durante su formación profesional, fue regresar al Centro de Atención Múltiple (CAM) Ana Laura Soto Montalvo en Ciudad Madero, “yo fui egresada de ahí y eso fue muy satisfactorio, regresar a esa institución ya no como alumna, sino prácticamente como maestra, fue algo muy gratificante”.
En entrevista para EL SOL DE TAMPICO, explica que a través de esta carrera descubrió una nueva forma de ayudar a las personas discapacitadas, “la verdad en muchas ocasiones se nos cierran las puertas y más que todo quiero que haya intención e igualdad para todos, porque todos tenemos las mismas oportunidades”.
Etni es una joven alegre cuyos pasatiempos son -como los de toda joven- escuchar música, leer y pasar tiempo con su familia y amigos, sin embargo, su interés en ayudar a los demás a encontrarse y salir adelante es algo que la hace aún más especial.
Su fortaleza, tenacidad y dedicación han sido constantes en este camino que ha recorrido acompañada de su amorosa familia y del Club Rotario de Ciudad Madero, quienes la impulsaron en la “construcción de su destino” y de todos los sueños que hay pendientes.
“Ahora primeramente Dios y con la ayuda de mi mamá tocaremos mil puertas para conseguir un trabajo, ya que como ustedes saben tengo una discapacidad y no será fácil, pero igual lo lograremos”, dice a través de una carta a los miembros del club que por 8 años la becaron debido a sus buenas calificaciones.
A quienes como ella enfrentan una limitante física, les dice que eso no representa un impedimento para luchar por sus sueños, “les diría que no importa que te digan que no, siempre se van a abrir muchas puertas. Uno tiene que estar seguro de lo que quiere, de sus metas y objetivos; siempre habrá alguien que comparta la idea de que las personas con discapacidad también tenemos las mismas habilidades, ahora sí que todos podemos ser pieza clave para nuestra sociedad”.
Etni es sin duda un ejemplo de disciplina, entrega y dedicación, pero sobre todo de un alma valiente que no sucumbe ante las adversidades que la vida plantea y diariamente sale con determinación a encararla.