El 12 de noviembre de 2019 el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, brindó asilo político a Evo Morales tras su renuncia como presidente de Bolivia. La acción del mandatario mexicano generó una tensión con el gobierno de aquel país, encabezado entonces por Jeanine Áñez, lo que terminó en la expulsión de la embajadora mexicana María Teresa Mercado.
El 3 de enero Edmundo Font López, un diplomático nacido en Tampico, fue designado por el gobierno de México como Encargado de Negocios Ad ínterim, en la Embajada de México en La Paz.
“Fue el privilegio de ser enviado a La Paz, en momentos de inmensa tensión política, conviví durante un año con gran parte del gabinete de Evo Morales asilado en nuestra residencia oficial, una de las encomiendas más trascendentes de mi larguísima gestión”, indicó en entrevista a EL SOL DE TAMPICO.
La vida en Malasia durante el Covid-19
El pasado mes de junio, Edmundo Font López concluyó su labor como embajador de México en Malasia y anunció su retiro luego de 49 años en la función diplomática. Durante su gestión, brindó apoyo a la comunidad mexicana residente en el país asiático durante los momentos complicados ante la emergencia sanitaria del Covid-19.
“Durante el primer año de mi gestión se mantuvieron cerradas las fronteras interiores y exteriores, y no hubo actividades presenciales. Virtualmente, nos mantuvimos en estrecho contacto con nuestros conciudadanos”, explicó.
Edmundo Font destaca la labor de promoción cultural hecha en Malasia, como la apertura de un espacio de exhibiciones que opera como centro cultural, al cual se le llamó “Aceves Navarro—Ibrahim Hussein”, en homenaje al artista mexicano, y a uno de los maestros más destacados del sudeste asiático.
El episodio de Bolivia
El diplomático, escritor y artista plástico nació en Tampico, en 1953. Estudió Letras en la Facultad de Filosofía y Letras en la UNAM, y en 1974 ingresó al Servicio Exterior Mexicano.
Comenzó su carrera diplomática en El Salvador, una experiencia que califica como relevante y aleccionadora. Pero no duda en señalar el episodio de Bolivia como uno de los más trascendentes en su trayectoria.
“Durante un año sufrimos un asedio constante de las fuerzas del orden, amenazando invadir nuestra sede. Dormíamos con reflectores similares a campos de concentración sobre nuestras ventanas. A los dos ministros de los que logré obtener salvoconductos me los arrebataron a golpes en el aeropuerto. Pero logramos rescatarles”, dijo.
Y añadió: “Ese periodo de vuelta a la interrupción democrática en América Latina no es suficientemente conocido”. Por su labor humanitaria fue condecorado con la Legión de Honor “Mariscal Andrés Santa Cruz y Calahumana”.
Octavio Paz, figura ejemplar
Durante su labor en la diplomacia tuvo oportunidad de convivir con personalidades como Octavio Paz, Nélida Piñón, García Márquez, Juan Rulfo. Y aunque mencionó que el trato con cada uno fue memorable y significativo, Edmundo Font destacó por similitud de intereses al Premio Nobel mexicano y también diplomático.
“Viví en la residencia oficial alquilada por Paz en Nueva Delhi, el parteaguas de su transformación existencial y poética. Y fue él a quien llamé, el primero, para contarle que me habían nombrado embajador en la India. Me respondió con algunos comentarios fundamentales, como advertirme que los jardines de Pritiviraj Road 13 eran de índole metafísica”.
“En su última comunicación, ya muy enfermo Paz y habiendo sufrido destrozos de sus colecciones en el incendio de su casa, me aleccionó como pregonó Krishna: ‘el verdadero camino es el del desprendimiento’”, añadió.
Los edificios de Tampico, un tema pendiente
De vuelta a Tampico y en el contexto del bicentenario de la ciudad, Edmundo Font afirmó que guarda un profundo cariño por el puerto, aunque lamenta el estado de descuido en el que muchos de sus edificios de reconocido valor histórico y estético han caído.
“Todo amor tiene que desplegarse con una dimensión crítica. Y el mío por mi histórico puerto no me dejaría callar ante la destrucción del paisaje urbanístico. La incuria ha ido dejando que a nuestros edificios concebidos con órdenes tradicionales arquitectónicos les carcoma la lepra del abandono”.
Detalló que buscará hacer algo al respecto para la preservación de estas edificaciones. “Pretendo hacer, con la ayuda de algunos amigos y arquitectos, un registro de las joyas que aún podríamos rescatar, de reminiscencia global que le mereció al puerto adjetivos altísimos, por la belleza de su estilo. Las generaciones venideras no perdonarán nuestro disimulo y pasividad”, dijo.