PRIMERA PARTE
Dolores Reyes, madre de siete hijos, maestra de escuela en un sector marginal de Buenos Aires, es actualmente una de las escritoras latinoamericanas más leídas en el mundo.
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La historia de una niña sin nombre, que resuelve feminicidios al comer tierra de los cementerios, es un éxito de resonancia internacional, incluso recomendado por Oprah Winfrey, la reina de los programas de entrevista en Estados Unidos y en el mundo.
En 176 páginas, "Cometierra" hace el trabajo que los gobiernos no resuelven o no quieren hacerlo: esclarecer feminicidios. A través de un recorrido magistral, esta primera novela con una gran carga poética, es el relato en primera persona de una vidente, que de repente fue visualizado por Dolores durante un taller literario al que asistía.
Con el apoyo de la tecnología y de las redes sociales, EL SOL DE TAMPICO es el primer medio mexicano que publica una entrevista con esta autora pampera.
¿Quién es Dolores Reyes?
Dolores Reyes nació en Buenos Aires en 1978. Es docente, feminista, activista de izquierda y madre de siete hijos. Estudió letras clásicas en la Universidad de Buenos Aires. En la actualidad vive en Caseros, provincia de Buenos Aires. "Cometierra" es su primera novela.
¿Cómo llegas a la literatura?
A la literatura llegué primero como lectora que como escritora. Fui siempre una lectora muy voraz, recuerdo que mi primer libro me lo leyeron en el jardín cuando tenía tres o cuatro años y fue como una revelación. Me dije: “esto a mí encanta”. Fue una pasión que no solté nunca, el amor a los libros. A la literatura llegué años después, por medio de talleres, por medio de ejercicios de escritura. Fue como una búsqueda que tenía que ver con quién era yo y reconectar con eso que me apasionaba, quería dedicarle el tiempo que puedo dedicarle ahora.
Lo primero que llama la atención de tu novela es el nombre. Su historia atrapa, una niña que literalmente come tierra para descubrir crímenes, principalmente feminicidios. ¿Cómo nace "Cometierra"?
"Cometierra" nace del trabajo en los talleres literarios. Venía escribiendo algunos cuentos que tenían que ver con feminicidios, nos leíamos en esa época en un grupo de seis. Cada uno se llevaba su propio material y los demás dábamos devoluciones para mejorar ese texto. Una vez, un compañero llevó un texto muy corto y muy poético que terminaba diciendo “tierra de cementerio”. Cuando yo lo escuchaba muy concentrado y él dijo, se me apareció al final una nena muy chiquita, de unos ocho años, pelo largo llovido y el color de la tierra, sentada contra el suelo del cementerio. Lo que hacía era eso, estirar la mano, meterla debajo de las piernas y comer tierra.
Y a partir de ahí, empezar a pensar, a tirar un poco de los hilos de la ficción y pensar qué le pasaba a ella en el cuerpo al estar comiendo una tierra muy particular; porque es tierra que está en relación con cuerpos, de gente muerta. Entonces se me ocurrió que quizás algo de la experiencia vital de esas personas, o del alma o el espíritu, de acuerdo a las creencias de cada uno pasara a la tierra, de la misma forma que pasa a la carne, la sangre, los huesos, la piel cuando una persona muere. "Cometierra" lo que puede hacer es incorporar eso por medio de la tierra y verlo, leerlo y dibujarlo y poder contarle a los demás esas visiones.
¿Qué es el dolor para ti?
El dolor es parte de nuestra vida y el dolor más profundo es el que tiene que ver con las pérdidas, con la gente que ya no está. Entonces, lo conecto muchísimo con la novela, que es una novela por momentos muy luminosa, porque tiene protagonistas muy jóvenes que quieren enamorarse, quieren salir a bailar, a tomar una cerveza, jugar con los amigos; pero que conectan muchísimo con el lado oscuro de la vida, con el dolor, con la muerte, con la desaparición.
Si la protagonista de tu novela fuera de carne y hueso, y la tuvieras frente a ti, ¿qué le dirías?
Si pudiese hablar con "Cometierra", primero le daría todo mi apoyo por la importante y difícil labor que está haciendo, y segundo, le preguntaría por algunos seres queridos también.
¿Por qué no tiene nombre?
Ella no tiene otro nombre que ese, que es un apodo o un mote, porque ella nunca se nombra a sí misma. Siempre es la voz del afuera, que siempre la está estigmatizando por comer tierra. Es algo que viene con el don, con el don viene el poder ver y también viene toda una carga negativa, que tiene que ver con la tierra asociada a la pobreza, al andar descalzo, a la suciedad y a todo lo despectivo. Desde ahí viene "Cometierra". A la vez pienso en que los desaparecidos no tienen nombre, entonces eso está de alguna forma metaforizado ahí. A la persona que desaparece se le roba también la identidad, la pertenencia a una familia, a unos seres queridos a los que se roba a esta persona. También por eso nunca quise moverla de ese lugar, de ser cometierra, como la buscadora de los sin nombre, la buscadora de aquellos a los que les han robado el cuerpo y hasta la identidad.
¿Los lectores, qué te dicen de "Cometierra"?
La respuesta de los lectores a "Cometierra" es permanente y también muy temprana. Si bien salió la novela me empezaron a contactar muchísimos lectores, muchas chicas hijas de madres víctimas de feminicidio, de hermanas desaparecidas. Conectó mucho por ese lado, se sentían perfectamente identificadas y también interpeladas por la novela y por el planteo estético que hay en referencia a los cuerpos, al olor, a la tristeza y a la materialización tan fuerte que hay ahí de todas esas sensaciones de la falta. Es como si estuviese señalando hacia afuera, hacia la sociedad, justamente.
También me pasa que las lectoras, en particular las hijas de mujeres que han sido víctimas de feminicidios me quieren contar la historia de sus mamás. Y muchas de alguna forma la cuentan por primera vez, porque han crecido con ausencia e ignorancia acerca de estas mamás que han asesinado cuando ellas eran muy chicas o bebés. Entonces, quizás las crio una abuela o quizás las crio la familia del feminicida o el propio feminicida; por lo tanto no había espacio para hablar de esas madres, de esas mujeres que ya no están en sus vidas y entonces me lo cuentan a mí. Es algo muy fuerte, movilizador, impresionante y que, bueno, genera la lectura de la novela.
¿Cuál es la relación que tienes con la tierra?
Tengo una relación bastante cotidiana con la tierra. Me despierto muy temprano y una de las primeras cosas que hago es ir a regar la tierra, plantar semillas. Checo cómo están mis plantitas de tomate, de zapallo, las aromáticas, las plantas con flores. Camino descalza por la tierra, me gusta, necesito esa relación, que me conecta con algo que es trascendental y me conecta muchísimo con la vida, la vida en el sentido absoluto.