Aun sin templos, sin maestros espirituales y sin una comunidad definida, unos cuantos devotos mantienen viva la religión del hinduismo en la zona sur de Tamaulipas. A su manera han establecido sus formas de adoración, siempre encaminadas a dejar los hábitos mundanos, ser mejor personas, y regresar al mundo espiritual.
De acuerdo al último censo del Inegi, tan solo 4 mil 092 personas en todo México practican alguna rama del hinduismo, de ese total, únicamente 33 se encuentran en Tamaulipas y que guían su vida por los preceptos de no comer carne, no participar en juegos de azar, no consumir bebidas embriagantes y no practicar sexo ilícito.
¿Cómo llegó el hinduismo al norte de México?
La entrada del hinduismo en el norte de nuestro país tiene dos momentos principales. El primero tiene lugar en la década de los veinte del siglo pasado, con el arribo de migrantes de la India que buscaban llegar a Estados Unidos, no obstante, muchos no lo lograron.
“Con el fin de recrear sus prácticas religiosas, algunos devotos comenzaron a recrear sus celebraciones en privado, pues ante la falta de templos y la persecución que el gobierno tenía por la población originaria de Asia, no había muchas alternativas para mantener viva su religión”, señaló Lucero López Olivares, doctora en Estudios Culturales por el Colegio de la Frontera Norte.
El segundo momento relevante ocurre en la década de los setenta, indicó López Olivares, es cuando jóvenes practicantes de la Sociedad Internacional para la Conciencia de Krishna (Iskcon, por sus siglas en inglés), cruzaban a San Diego, California e invitaban a monjes a las ciudades de la frontera mexicana para divulgar el culto a la deidad principal del hinduismo.
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“Muchos de estos jóvenes se identificaban como ‘hippies’ o eran seguidores del cantante George Harrison, época en la que el artista se interesó por apoyar a Swami Prabhupada y la Asociación”, explicó la académica en entrevista con EL SOL DE TAMPICO.
“En Tampico todo lo que es sobre hinduismo llama la atención"
Y es a mediados de los años setenta, cuando Habacuc Salvador Garduño llegó a residir a Tampico, después de vivir una temporada en Ciudad de México, en donde entró en contacto con un templo de Iskcon, y se volvió uno de los principales promotores del conocimiento védico, así como del sankirtan, la distribución de los libros de Prabhupada.
“Mi casa se volvió estación de devotos, del 74 hasta acá llegué a tener en mi casa hasta 30 devotos. Iskcon organizaba cada año maratón de sankirtan para ver quién vendía más libros; aquí en Tampico todo lo que es sobre hinduismo les llama la atención, entonces aquí vendían muchísimo, cuatro maratones seguidos se ganaron en la ciudad”, dijo a esta casa editora. La relación de Tampico e Iskcon se ha mantenido, y desde el 2009 se realiza un Festival de la India en la ciudad.
El aprendizaje es autodidacta
También por aquellos agitados años setentas, Ramón Requena estudiaba Ingeniería Química en la Ciudad de México. Apasionado de la música, cuando sus amigos lo invitaron al templo Ashram, en la colonia San Miguel Chapultepec, quedó cautivado al ver a los devotos interpretando aquellos instrumentos y escuchar aquellos cantos.
“Para mí todo era novedad, veía gente que estaba cantando, bailando, eso era divertido, luego te sentaban en cojines cómodos en el piso, sin zapatos, esos se quedaban fuera del templo. Era muy emocionante llegar, ver a la gente cantando con un armonio, con címbalos, y con un mridangam que te transmitía una muy buena vibración”, relató.
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Ramón explicó que su formación ha sido autodidacta y aunque recalca que no es ningún devoto, tampoco duda en señalar que intenta dejar los hábitos mundanos para acercarse “a la posibilidad de regresar al mundo espiritual, que es el hogar original de todo ser humano”.
“Tengo un pequeño altar, me dirijo a él, canto algunos mantras, le ofrezco los frutos de mi trabajo, y aunque sea de una manera muy sencilla es muy auspicioso, ayuda mucho a establecer una relación con dios”, dijo
La carne, motivo de conflicto
“Este domingo vinieron mis hermanos a la casa, vinieron a desayunar, y trajeron barbacoa. Imagínate: carne”, contó Ramón. Más allá de sus creencias o sus prácticas, tanto Ramón como Habacuc coinciden en afirmar que lo más complicado de ser practicante del hinduismo en Tampico es el tema de la alimentación, abandonar la dieta carnívora ha sido motivo de conflicto.
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“Ellos saben que yo no como carne, porque estoy convencido de que es una acción abominable, que debe erradicarse, pero tampoco los puedo obligar a que tampoco coman carne”, dijo Ramón.
“Vivir en el hinduismo en la época actual es muy crítico -señaló Habacuc- porque la alimentación no es coincidente. Yo voy a alguna reunión y todos consumen carne, yo no consumo carne; al menos por salud la gente debería dejar de comer carne, le haría mucho bien, pero son las cosas difíciles que tienes en la vida del hinduismo”.