Describiéndose como un soñador despierto, aquel que nunca deja de experimentar, de jugar y de aprender, el tampiqueño Alberto Reyna inició una charla con EL SOL DE TAMPICO, en donde compartió desde lo que lo motivó a incursionar en el mundo del arte, sus proyectos más importantes y todo aquello que sigue rondando por su mente.
"Soy una persona muy estructurada en el trabajo, pero en mi vida soy un tanto distraído, me gusta mucho conocer nuevas personas y ser aquel que puede escuchar cuando alguien lo necesita. Me apasiona mucho mi trabajo, pero sobre todo me apasiona mucho mi familia de sangre y la que no es de sangre, me gustan mucho las caminatas con conversaciones existencialistas eternas, amo reunirme con mis amigos a cocinar mientras se toman una copa de vino, siempre estoy en constante cuestionamiento: el porqué de lo aprendido, el porqué de lo que conocemos y el porqué del que estemos aquí, nunca encuentra una respuesta concreta, pero está feliz con lo que a él conviene que es su verdad. Soy un romántico de la vida", describió.
¿Cómo nace tu gusto por la creación de escenografías?
Mi familia y yo no lo tenemos muy claro, parece como si de cierta manera ya lo hubiera traído implantado, desde los 7 años aproximadamente me recuerdo siempre en el piso de mi cuarto con mi teatro guiñol de madera, haciendo espectáculos ficticios en mi cabeza, creando espacios que más tarde sabría que en realidad a lo que estaba “jugando” era a diseñar escenografía. En realidad, a esa edad en un primer momento, con lo que más me llamaba la atención jugar era a “iluminar”, a los 10 años la mayor ilusión que me hacía el ahorrar, era para poder gastármelo en “el otro lado” comprando “lamparitas” de colores, como las que regalan en las fiestas o venden en los circos, me gustaba deshacerlas para poder hacer mis propias luminarias; sin embargo, lo curioso es que no tenía ningún conocimiento previo sobre esto, simplemente trataba de replicar lo que veía en televisión o el circo.
Creo que hay dos puntos importantes en mi niñez que terminaron de pautar hacia donde me dirigiría más tarde, y fue ir al circo Tihany, cuando entré a la carpa y me di cuenta de que no era un circo común, me abrió un panorama sobre pensar qué podía imaginar y producir cualquier cosa que yo decidiera, después como a los 12, fui a ver al Teatro Metropolitano el espectáculo de Slava´s Snow Show, donde haber experimentado una tormenta de nieve adentro del teatro, me cambió prácticamente la vida. Por lo que claramente opté por dedicarme a mi sueño de niño.
¿Qué representó para ti estudiar en el INBAL?
Desde el comienzo fue un gran reto, ya que al ser la Escuela Nacional de Arte Teatral, la demanda de aspirantes es bastante alta para la oferta académica que hay, tan solo en mi generación de 200 aspirantes, solo logramos ingresar 15 personas después de un examen de tres semanas. Enfrentarme a los 18 a un monstruo de ciudad fue un gran reto también, por lo que profesionalizarme en un tema que aunque si bien, siempre fue mi pasión, fue muy diferente el estudiarlo bajo una estructura pedagógica; sin embargo, siempre he sido una persona bastante estructurada y curiosa, por lo que exprimí al máximo. Le debo mucho a la ENAT y a mis padres, ya que gracias a lo que “encontré” ahí, es que soy el diseñador y la persona que soy ahora.
¿Cuál fue el primer proyecto en el que participaste?
Fue en una obra experimental llamada “AyR”, era la primera vez que iba a diseñar tanto la iluminación como la escenografía, lo cual ahora 5 años después es la manera en la que más me gusta colaborar en los proyectos. El texto era de un excompañero llamado Leonardo Parra, quien me permitió explorar bajo la premisa de “experimentar lo que me detonara el texto”.
¿Cuál proyecto es el que más te llena de satisfacción?
Cada proceso ha sido muy rico, tanto por las cosas con las que he podido experimentar como artista, así como por las personas y las redes de nuevos amigos que he podido encontrar dentro de mi profesión, sin embargo, yo creo que le tendré siempre un cariño especial a “Desarmes”, fue el proyecto con el que pude colaborar como diseñador por primera vez en una coproducción de Teatro UNAM y Teatro para El Fin del Mundo, compañía tampiqueña la cual conocía desde los 15 años. El texto es del tampiqueño Ángel Hernández, el cual forma parte de una investigación que se remonta al sitio de Sarajevo en los años 90, donde vemos 3 microuniversos sobre el escenario.
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¿Cómo te sentiste cuando tu trabajo fue nominado?
Si pudiera describir el sentimiento en una palabra sería: ¡NO ESCIERTO! Desde que estaba en primer semestre de la licenciatura veía como un sueño el poder llegar a ser reconocido en algún momento de mi vida por mi trabajo, por lo que fue una gran sorpresa que en el último año de la carrera fuera nominado por mejor diseño de escenografía para una obra de teatro, tanto en los premios de la Asociación de Críticos y Periodistas de Teatro (ACPT) así como en Los Metropolitanos de Teatro (Los Metro), siendo el creativo más joven en haber sido nominado en esa categoría hasta la fecha, con “A Golpe de Calcetín”, obra de Cristian David y Fernando Reyes, de la compañía Idiotas Teatro, con la cual me abrí muchas puertas.
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¿Trabajas en algún proyecto, qué sigue para tu carrera?
Sí, actualmente estoy en algunos proyectos de teatro que iré estrenando en lo que resta del año, estoy emocionado especialmente por el Festival Cervantino de este año, ya por primera vez participaré como diseñador de escenografía e iluminación. El espectáculo se llama “Miniver” y es una pieza de danza-teatro dirigida por Paula Hugh, distinguida coreografa de danza. De manera personal, lo que sigue a alcanzar es continuar preparando mi concepto de “Usuario y Experiencia”, y una de las metas que más me emocionan es seguir preparándome y abrirme campo ahora en el cine, por lo que tengo contemplado iniciar una maestría en diseño de producción en un tiempo cercano.
¿Qué le dirías a quienes quieren incursionar en el mundo de las artes?
El diseño de escenografía es un gran mundo por explorar, es reconocerse en un espacio, poder abstraer la vida en un escenario, dicen que el teatro es reunión, por lo que un próximo diseñador de escenografía me parece que debería de cuestionar todo el tiempo: cuestionar a los demás, al mundo y a él mismo. Sé que hay muchos allá afuera que piensan que está “difícil” vivir del arte; sin embargo, les puedo asegurar que no es así, si hay un futuro económico tangible hacia dónde se puede llegar. Un consejo que me volvería a dar hace 5 años sería: diviértete y nunca dejes de ser niño.
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Hay dos experiencias que fueron importantes para qe Roberto decidiera desde niño ser escenógrafo: haber ido al circo Tihany y ver que su carpa no era de un circo común, y tiempo después ver el Metro Slava´s Snow Show
Si pudiera describir el sentimiento que me invadió en una palabra cuando recibí una nominación sería: ¡NO ES CIERTO!