Hace apenas unos días terminaron los Juegos Olímpicos que se desarrollaron en París este año.
Más allá de las historias detrás de cada uno de los competidores, de su talento, perseverancia, aptitud, sacrificio, coraje, destacan al menos dos que para mí son dos estampas que se recordarán con esperanza y una sonrisa.
Una, sin duda, la increíble historia de Simone Biles, una de las mejores gimnastas de todos los tiempos. Adoptada por sus abuelos debido a los problemas de adicción de sus padres. Una joven valiente que alzó la voz para denunciar abusos sexuales.
Una mujer que, en 2018, en una carta abierta, acusó al ex médico de su equipo del mismo delito y que al fin fue juzgado y condenado por haber abusado de al menos 140 pacientes.
Una mujer que en los pasados juegos de Tokio se retiró por problemas de ansiedad y vuelve con apenas 27 años a París y gana 3 medallas de oro y una de plata.
Gimnasta excepcional que nos deja grandes lecciones de vida, y que nos regala una más, al salir segunda en la final de la prueba de suelo y junto con su compañera, que gana el bronce, rinden tributo que queda plasmado en una gran fotografía a la ganadora del primer lugar. Ella, brasileña, Rebeca Andrade, que se llevó la de oro.
Este gesto de admiración y reconocimiento es una prueba para cualquier generación del futuro, del verdadero espíritu de los Juegos Olímpicos.
La otra, en medio de una fuerte discusión en la final de volley ball de playa femenil entre los equipos de Brasil y Canadá, la extraordinaria y bella reacción de un DJ que desde la arena que rodeaba la inigualable Torre Eiffel, pone al aire la canción de Imagine de John Lennon y consigue primero las sonrisas y luego las risas de las jugadoras y el canto de todo el público que era testigo de ese gesto, terminando así una pelea sin sentido.
Estos dos ejemplos nos recuerdan el sentido de estos Juegos, no solo el reconocimiento a los mejores de cada disciplina sino aquella “paz olímpica” que se decretaba cuando en Grecia empezaron las Olimpiadas.
Ojalá que aun sin ellas no olvidemos que la armonía y la paz debieran estar siempre entre nosotros.