Ni siquiera ha tomado posesión formalmente el presidente electo Donald Trump y ha comenzado con desencuentros en materia migratoria, arancelaria con nuestro país que ha merecido una respuesta contundente de la presidenta de la República.
En efecto, para la presidenta de la República la responsabilidad de conducir la Política Exterior del país ofrece la ventaja de contar con el apoyo que le brinda un marco legislativo y un conjunto de principios políticos y legales que han sido aplicados y probados durante muchos años. Si en algún rubro de actividades del Estado Mexicano existe un cuerpo de ideas sólidas, congruentes y perseverantes, es precisamente en éste, constituido por los principios tradicionales que han orientado la acción de la Nación Mexicana: igualdad y autodeterminación de los pueblos, no intervención, solución pacífica de las controversias y cooperación internacional.
Nuestra Política Exterior sostiene que ninguna nación tiene derecho a intervenir en los asuntos internos de otros países. El diálogo político sujeto a las normas del Derecho es nuestra opción además que el texto constitucional prescribe otorgar al presidente de la republica la facultad de dirigir, conducir tal política siempre sujeto a los principios señalados anteriormente: además de la igualdad jurídica de los Estados y la cooperación internacional para el desarrollo.
Es de sobra conocido que la relación de México con los Estados Unidos de Norteamérica es la más importante en nuestra Política Exterior. México y los Estados Unidos han reconocido la virtud de la diplomacia. Hoy nos une la convicción de que sin mengua de los intereses nacionales legítimos, cualquier problema en la relación bilateral puede ser abordado racional y constructivamente. Los vínculos entre ambos países son maduros y responsables y las relaciones cordiales y amistosas, dentro de un tono de dignidad y respeto mutuo.
Con entrada en vigor del T-MEC que es el acuerdo comercial de América del Norte celebrado entre México, Canadá y Estados Unidos, que sustituye al tratado de libre comercio de América del Norte, considero inevitable subrayar que los intercambios comerciales para Estados Unidos y Canadá se desenvuelvan dentro de un marco que acepte las diferencias de desarrollo, así como las condiciones de no discriminación, ya que México requiere una sólida y permanente base de exportaciones en aquellas áreas en las que mantiene ventajas comparativas, así como para poder importar de los propios Estados Unidos, los bienes de producción que requerimos en nuestro país. Consecuentemente por lo que hace al presidente electo de los Estados Unidos de Norteamérica, no debe dar motivo para violar estos principios. Ese es el reto y el compromiso.
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