/ domingo 19 de febrero de 2023

Schopenhauer y la compasión

Schopenhauer fue un desencantado de la vida, se ubicó en las antípodas del optimismo leibniziano, previamente ridiculizado por Voltaire en El Cándido

Para Schopenhauer, vivimos en el peor de los mundos posibles, no solo por el dolor y la crueldad que en él existe y que es un componente tan natural, como irracional si es que existiese un sentido teleológico para el mundo, sino por la perpetua insatisfacción a la que está condenado el ser humano.

Para Schopenhauer la vida de Ixión ejemplariza el destino de la humanidad, Ixión quien perseguido por sus compañeros mortales, fue acogido por Zeus en el Olimpo, pero tan pronto como llegó, aquel comenzó a enamorarse de la esposa de Zeus, Hera. En castigo por ello, Zeus amarró a Ixión en una rueda giratoria de cara al fuego, por lo que su agonía sería interminable.

Para Schopenhauer, como posteriormente para Camus, el suplicio de la vida lo constituye la monotonía como la que también padece Sísifo, los actos repetitivos no solo producen hastío, sino que además, despojan de cualquier tipo de propósito o sentido a la vida misma.

Entonces para Schopenhauer es un circuito interminable de sufrimiento y hastío, que solo momentáneamente es aliviado por los fugaces momentos de satisfacción.

Radicando la desdicha humana en un insaciable deseo de desear. En El Mundo como Voluntad y Representación, Schopenhauer vuelve a la cosa en sí kantiana; pero para él, la cosa en sí será la voluntad.

Schopenhauer sostendrá la primacía de la voluntad, sobre la razón; para él, la razón, es apenas el instrumento para realizar los fines de la voluntad, y esta voluntad no es otra cosa que voluntad de vivir; la voluntad de vivir es una voluntad que no cesa, es actividad infinita, en tanto, vida apetitiva que no puede alcanzar satisfacción alguna; el hombre busca su felicidad, que no es otra que el hecho de saciar nuestros deseos, y el deseo no es otra cosa que el sentimiento de colmar el perpetuo vacío o privación creado desde nuestra separación del estado inconsciente e inorgánico de la naturaleza.

Este deseo lo impulsa fuera de sí en busca de satisfacción, de ahí que la naturaleza de la felicidad sea negativa, porque solo cobra vida en ausencia del deseo; cuando el hombre cree haber alcanzado la felicidad no es mas que de forma temporal, porque una vez colmado ese deseo la satisfacción cesa y retorna a la naturaleza permanentemente desiderativa del hombre, de aquí el ejemplo de la rueda de Ixión en permanente rotación y en donde solo ocasionalmente en algún punto logramos la felicidad.

Por lo tanto para Schopenhauer, la vida es un crimen de por sí, de aquí, que pase a explorar las vías para expiar esta culpa, hallándolas en la negación del mundo a través de la vida ascética y estética, pero también en la compasión.

Para el misántropo de Frankfurt, una vida de compasión no solo puede aliviar los sufrimientos de nuestros semejantes, humanos y animales por igual, sino que también puede ayudar al ser compasivo.

En Schopenhauer sufrir con el otro es un proceso misterioso, dejamos de hacer una distinción entre nosotros y la otra persona mediante la compasión, y asumimos su sufrimiento, cosa tan importante como el nuestro.

La persona más ética no hace distinción entre su propio sufrimiento y el sufrimiento del otro. Si la necesidad del otro es más aguda que la nuestra, el individuo compasivo responde a su necesidad.

Es fácil sentir el sufrimiento de quienes nos rodean y ello nos abre la puerta para soldar esa fractura insondable de la que habla Hölderlin.

Y con ello, nos sentimos parte de un todo mayor. Schopenhauer afirma que si nos permitimos hacerlo, intuitivamente reconocemos que todos los seres están conectados y que nunca somos completamente distintos unos de otros. Al reconocer esto, dejamos de hacer la distinción egoísta que nos privilegia sobre los demás, y nos sentimos impulsados a reaccionar instintivamente al sufrimiento más apremiante. Los muros de nuestra individualidad se desmoronan.

Schopenhauer escribió una teoría fundamental, no una ética aplicada, no aborda la problemática cuestión de la habilidad compasiva. El enfoque de su ética no está tanto en la persona que sufre, sino en la persona que sufre con ellos. Sumergirse en el dolor del otro nos libera de nuestra individualidad.

Nos perdemos en el otro y olvidamos nuestro dolor en nuestro cuidado por el otro. Nietzsche entendió bien la visión de compasión de Schopenhauer cuando describió el amor al prójimo como el odio hacia uno mismo. No podemos concentrarnos en nosotros mismos, dice, por lo que nos distraemos con los sufrimientos de los demás.

Quizás, a veces, la compasión puede ser una droga, una forma de adormecer nuestro dolor, y cuando se devuelve a su interioridad privada, el individuo que se preocupa por él, se expone aún más profundamente al sufrimiento.

Schopenhauer postulaba otra vía para escapar del sufrimiento: sumergirse en él: buscarlo y abrazarlo, colmándose de todo el sufrimiento del mundo. El sufrimiento excesivo puede mortificar la voluntad. Esto sucede cuando la verdad de la miseria de la existencia se vuelve tan visceral que la sola idea de afirmar la vida nos llena de asco. Aquí la voluntad comienza a devorarse a sí misma.

El ser humano se convierte en una "nada", un ser sin deseos que existe en el vacío dichoso o el Nirvana derivada de la filosofía hindú, la cual pensaba Schopenhauer era la más sabia de entre todas. Schopenhauer llama a este estado "santidad". El santo es sin deseo, sin aspiración y, por lo tanto, sin sufrimiento. Al igual que la compasión, la abnegación santa es algo que supera al sujeto. Es una gracia más que un trabajo. Uno podría tratar de hacerse más receptivo a él, pero no puede forzar la nada sobre sí mismo.

Schopenhauer era un erudito millonario que rara vez pasó una semana en la que no disfrutara la ópera, en carta a su albacea, se disculpa por maltratarlo y escribe, que su filosofía enseña santidad, pero no sugiere que él mismo fuera un santo, ni que aspirara a serlo.

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