La historia de la lucha por los derechos LGBTQ+ está marcada por nombres poderosos y valientes que desafiaron las normas sociales y combatieron la discriminación sistemática. Entre estos héroes se destacan Sylvia Rivera y Marsha P. Johnson, dos mujeres transgénero afroamericanas cuyas vidas y luchas dejaron una huella indeleble en la búsqueda de la igualdad y la justicia.
Rivera nació en la ciudad de Nueva York en 1951, de padre puertoriqueño y madre venezolana. Se le asignó varón al nacer. Rivera tuvo una infancia extremadamente difícil. Su padre estuvo ausente y la madre se suicidó cuando Sylvia tenía tres años. Fue criada por su abuela, siendo muy pequeña comenzó a experimentar con la ropa y el maquillaje. Al hacerlo fue golpeada en el patio de una escuela en sexto grado por otro estudiante, fue suspendida durante una semana. Rivera escapó de su casa a los once años y se convirtió en víctima de explotación sexual en los alrededores de la calle 42.
En 1963, Sylvia conoció a Marsha P. Johnson y le dio un giro completo a su vida. Johnson, una drag queen y activista afroamericana que se identificaba a sí misma, también estaba luchando contra la exclusión en un movimiento por los derechos civiles de los homosexuales que no aceptaban su expresión de género. Rivera dijo que Johnson “era como una madre para mí”.
Las dos participaron activamente en el levantamiento de Stonewall Inn el 28 de junio de 1969, cuando los clientes de ese lugar, un bar gay en Greenwich Village, en el bajo Manhattan, rechazaron una redada policial y establecieron una nueva ruta para el movimiento de los derechos de los homosexuales. Rivera expresó en una entrevista en 2001 que, si bien no arrojó el primer cócktail Molotov a la policía (una especie de leyenda urbana que perdura hasta nuestros días), sí arrojó el segundo. Durante seis noches, Rivera, de 17 años, se negó a ir a casa a dormir, diciendo: “No me perderé ni un minuto de esto: ¡es la revolución!”.
Rivera se resistió al arresto y posteriormente encabezó una serie de protestas contra la redada. No era algo nuevo, antes estuvo involucrada en el movimiento de Liberación Negra, en el movimiento por la paz, sentía que tenía tiempo y que debía hacer algo.
El levantamiento de Stonewall Inn también fue un antes y un después en la visibilidad del movimiento por los derechos de los homosexuales. Las primeras marchas del orgullo gay comenzaron en 1970, pero Rivera y otras personas transgénero fueron discriminadas y disuadidas de participar. En 1973 asistió al Desfile del Orgullo Gay pero no se le permitió hablar, a pesar del trabajo invertido y la promoción que había realizado. Con todo, agarró el micrófono y les dijo a los espectadores y otros manisfestantes: “Si no fuera por la drag queen, no habría movimiento de liberación gay. Somos los de la primera línea”. Fue abucheada y la sacaron del escenario.
Durante la década de 1970, se enfrentó frecuentemente con líderes de derechos de los homosexuales que dudaban en incluir a personas transgénero en su trabajo de defensa. La Alianza de Activistas Gay (GAA), formada después de lo ocurrido en Stonewall, rechazó con frecuencia el papel que habían desempeñado las personas trans (la mayoría de las cuales eran personas afroamericanas) en el levantamiento. Rivera también luchó contra la exclusión de las personas trans en de la Ley de No Discriminación por Orientación Sexual en Nueva York. Finalmente, el proyecto de ley fue aprobado en 2002 y previene la discriminación “sobre la base de la orientación sexual real o percibida en el empleo, la vivienda, los alojamientos públicos, la educación, el crédito y el ejercicio de los derechos civiles”.
Junto con Marsha P. Johnson, fundó “Street Transvestite Action Revolutionaries” (STAR) alrededor de 1971. El grupo se convirtió en un espacio ara organizar y discutir los problemas que enfrentaba la camunidad transgénero en la ciudad de Nueva York. También tenían un edificio, STAR House, que brindaba alojamiento para quienes lo necesitaran. Rivera explicó en 1998 que ella y Johnson “decidieron que era hora de ayudarse mutuamente y ayudar a nuestros otros hijos. Alimentábamos y vestíamos a la gente. Mantuvimos el edificio en marcha. Salimos y recorriemos las calles. Pagamos el alquiler”. Con tan solo 29 años, Rivera se coinvirtió en madre de muchos de los residentes de STAR House. Si bien es cierto que duró poco, fue un espacio importante para quienes lo necesitaban.
Los problemas que experimentó cuando era niña la acompañaron hasta la edad adulta. Rivera frecuentemente se encontraba sin hogar y tenía problemas de abuso de sustancias. En alguna ocasión intentó suicidarse. Su amiga Johnson la llevó al hospital y la ayudó a recuperarse. Después de esa experiencia, Rivera dejó atrás por un tiempo la ciudad de Nueva York y el activismo. Regresó en 1992 tras la muerte de Johnson.
Así fue que se involucró nuevamente en la inclusión y el reconocimiento de las personas transgénero. Fundó Transy House, inspirada en lo que fue STAR House, en 1997 en Park Slope, Brooklyn. También se reconcilió con el movimiento por los derechos de los homosexuales que ahora se estaba expandiendo para abrazar a la comunidad LGBTQ+. Se le otorgó un lugar de honor en la marcha del 25º aniversario de Stonewall Inn en 1994. Rivera dijo en una entrevista de 1995 para The New York Times sobre su participación en este desfile: “el movimiento me había dejado en el estante, pero me bajaron y me desempolvaron… Aún así, era hermoso. Caminé por la calle 58 y los jóvenes me llamaban desde la acera: ‘Sylvia, Sylvia, gracias, sabemos lo que hiciste’”. En 2001, ella marchaba en los desfiles del Orgullo Gay de la ciudad y vivía en Transy House.
Sylvia Rivera murió de cáncer de hígado en el Hospital St. Vicent’s Manhattan en 2002 a la edad de 50 años. Su pareja, Julia Murray, estaba con ella en el momento de su muerte.
La vida de Sylvia Rivera y Marsha P. Johnson estuvo plagada de desafíos. Lucharon contra la falta de aceptación tanto dentro como fuera de la comunidad LGBTQ+, y enfrentaron adversidades personales. Johnson, en particular, lidió con problemas de salud mental y fue una de las figuras más visibles durante la crisis del VIH/SIDA en la década de 1980.
A pesar de los desafíos y las tragedias, el legado de Sylvia Rivera y Marsha P. Johnson persiste. Su activismo abrió puertas para la visibilidad y los derechos de la comunidad transgénero y de género no conforme. Hoy, sus nombres son reverenciados como símbolos de resistencia y valentía en la lucha por la igualdad.
Sylvia Rivera y Marsha P. Johnson fueron pioneras intrépidas cuyo impacto en la lucha por los derechos LGBTQ+ resonará a lo largo de la historia. Su valentía, resistencia y dedicación a la igualdad allanaron el camino para generaciones futuras, recordándonos que la lucha por la justicia y la aceptación debe incluir a todos, sin importar su identidad de género o orientación sexual.
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