/ martes 24 de septiembre de 2024

Pre-Textos del Caiman / Assia Wevill, el amor no sabe de razones

Seductora, deseable y despiadada, Wevill mantuvo una relación amorosa con el escritor Ted Hughes, antes y después del suicidio de su esposa, la afamada escritora Sylvia Plath. Tuvieron una hija: Alexandra Tatiana Elise (Shura). Seis años después de que iniciaran su relación, Assia murió en un apartamento, en Londres, a la edad de cuarenta y dos años. Al igual que Plath, se suicidó utilizando un horno de gas, pero además se llevó la vida de su hija de cuatro años.

Assia Wevill nació un 15 de mayo de 1927 en Alemania. Logró escapar del nazismo y se fue a vivir a la Palestina Británica, después a Gran Bretaña. Hija de un médico judío de origen ruso, el doctor Lonya Gutmann y de Elizabetha Gaedeke. Su juventud transcurrió en Tel Aviv, en donde solía salir a bailar al club de soldados británicos. Fue en ese lugar donde conoció al sargento John Steel, con quien se casó y se mudó a Londres en 1946. Posteriormente se trasladó a Canadá para ingresar a la Universidad de Columbia Británica, en Vancouver. Allí se encontró con el que fuera su segundo marido, el economista Richard Lipsey. La historia amorosa seguía creando distintos mundos; en 1956 conoció al poeta David Wevill, durante un viaje en barco a Londres. Assia se divorció de Lipsey para casarse con él en 1960.

Assia era una mujer con mucho talento lingüístico, trabajaba en la industria de la publicidad y aspiraba a ser una buena poeta. Uno de sus primeros trabajos fue traducir al inglés la obra del poeta israelí Yehuda Amichai. Se la consideraba como una mujer de una belleza deslumbrante y, quizá debido a eso, uno de sus grandes temores era el de envejecer.

Esa belleza conjugada con sus conocimientos literarios y su carisma personal la condujeron inevitablemente al estereotipo de la musa. En 1961, Sylvia Plath y Ted Hughes alquilaron un departamento en Chalcot Square, en Londres a Assia y David Wevill. Fue un trágico encuentro en el que Hughes quedó profundamente impresionado por la belleza de Assia. Ella también se dejó arrastrar por el hechizo de Hughes.

Era tanta su hermosura que no significa un desperdicio dedicar estas líneas, pues en gran parte esa virtud encauzó la gloria y el infierno. Existen numerosas fotografías que lo comprueban, testimonios de testigos presenciales que dieron fe de su belleza, comentaban que reducía a los hombres inteligentes en “idiotas babeantes”. Descrita como “un animal salvaje magnífico”, o como la “hermosura elegante” de la que habla el poeta Yeats, Assia gobernaba la mente de Ted y eso, precisamente, enfureció a Plath.

En la década de los sesenta, Assia trabajaba en una agencia de publicidad, conoció a muchos escritores como William Trevor y la famosa Fay Weldon (de quien nos ocuparemos en otro momento) con la que llevó una larga amistad. Entre sus trabajos destaca el diseño de una de las campañas más costosas y exitosas de la historia para un champú llamado “Sea Witch”.

Probablemente te has dado cuenta de que piso teclas para difundir la obra de mujeres en sus diversas actividades culturales, políticas, musicales, literarias, etc. Es un ejercicio para incitar una justicia restauradora en la que dejemos a un lado el papel secundario que históricamente se les ha asignado. También se trata de reencauzar las opiniones de censura que con tanta frecuencia se tienen de las mujeres que perturbaron la vida de creadores masculinos. Michael Schmidt, autor del libro Vidas de poetas (1999), defiende a la musa y poeta Laura Riding, cuando da cuenta de las crueldades que infligió a Robert Graves y a su primera esposa, Nancy Nicholson, y a la esposa de Schuyler Jackson. La defensa de Schmidt radica en que fue duramente tratada, simplemente por ser la mujer involucrada en esos triángulos extramaritales, en tanto que los hombres infieles se llevaban aparentemente bien. Así como este, existen otros muchos casos documentados.

Este largo paréntesis es necesario antes de continuar con los pormenores de la vida y obra de Assia. Tras el primer encuentro entre Ted y Assia, Sylvia Plath notó de inmediato la química que había surgido entre ellos. Ted y Assia iniciaron su histórico romance, sobre el que años después se sigue debatiendo en torno a la relación real, en torno a quién la propició, y a las circunstancias. El caso es que Ted decidió llevársela a Court Green, en Devon, a la casa que habrían comprado Plath y Ted. Assia ayudó a cuidar a Frieda y Nicholas, los hijos de la pareja. Según ciertos informes, se dice que Assia estaba obsesionada con la figura de Plath; de hecho, le dio por usar cosas que alguna vez le habían pertenecido a Sylvia y dormía en la misma cama donde Plath falleció. En la biografía titulada Lover for Unreason, los autores expresan que el uso de objetos pertenecientes a Sylvia no era otra cosa que un asunto práctico, pues mantenía una casa para Ted y sus hijos. El 3 de marzo de 1965, nació su hija Shura, con todo y que seguía casada con Wevill.

Marginada, obstaculizada por la familia de su amante, por sus amigos y eclipsada por la enorme figura de Sylvia en la vida pública, desarrolló un trastorno de ansiedad, al cual se sumó el hecho de comprobar las infidelidades de Ted, quien salía con su amiga Brenda Hedden y con Carol Orchard, una mujer veinte años menor que él, con quien se casaría en 1970. Era, sin duda, un romance bastante complejo, según se ha podido saber a través de la lectura de las cartas escritas por Ted.

Lo que siguió después, es bastante doloroso: las discusiones, las vacaciones desastrosas que Ted y Sylvia pasaron en Irlanda, la separación, el duro invierno del 62, la escritura de Ariel, publicado póstumamente en 1965, bajo el cuidado de su esposo Ted. Y, finalmente, el cuerpo de Plath en la cocina de su casa, las mantas bajo la puerta para proteger a sus hijos y la llave del gas encendida…

Poco, muy poco después del fallecimiento de Plath, Assia y Ted continuaron con su relación. En 1965 nace Shura: Al año siguiente se mudaron a Irlanda en donde pudieron disfrutar de su pasión amorosa. Assia se mostró como una madrastra amorosa y eficiente, dedicada al cuidado de los hijos de Ted. Ese fue, tal vez, el momento más feliz de su vida. Como sabes, la felicidad es un instante y poco después, dejó de ser la mujer deslumbrante, la musa, para convertirse en una ama de casa que además consentía las infidelidades de su marido.

La tensión reinaba entre la pareja. Se sabía que Ted trataba mal a Shura; entonces Assia se muda a Londres con su hija y, al parecer, Ted dejó de apoyarla económicamente. Assia sólo tenía en mente a su hija Shura, una ardiente soledad y la falta de dinero. A principios de 1969 Assia concluía que continuar viviendo ya no era una opción. El 23 de marzo se encerró junto con su hija en la cocina, tomó pastillas para dormir y whisky, selló la puerta y la ventana de la cocina y encendió la estufa de gas. Las encontraron acostadas juntas en un colchón. Ted escribió el poemario titulado Crow, dedicado a la memoria de Sylvia, Assia y Shura, considerado como su mejor libro. Aquí un fragmento del poema “Canción de amor”: “Sus cabezas se apartaron en el sueño como las dos mitades / de un melón partido, pero es difícil detener al amor. / En su sueño entrelazado intercambiaron brazos y piernas. / En sus sueños el cerebro de uno tomó al otro de rehén. / En la mañana cada uno llevaba el rostro del otro”.

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