No hay felicidad completa, celosos los árbitros por el protagonismo de los jugadores que en este año ha iniciado anotando goles en cantidades nunca antes vistas y, en el colmo, plenos de belleza. Mucho nos quejamos por la ausencia de los goles de larga distancia y por la ausencia de cobradores de tiros libres y, de pronto, cada juego nos brinda uno o varios de estos tan añorados goles.
Esto nos obliga a hablar de los héroes, o como lo decía Albert Camus, de los poetas del futbol, los goleadores que en evoluciones llenas de plasticidad nos complacen con hermosas chilenas, con relampagueantes obuses que con los detalles del balón moderno trazan en el aire un vuelo incierto que obliga a los porteros a volar como lo hacen las águilas o a clavarse imitando al Martín pescador o los pelícanos, para atrapar a la escurridiza presa, dejando en el espacio la figura de un súper hombre semejante a los superhéroes de las tiras cómicas.
¿Cómo es posible que los narradores se olviden de dar mayor importancia a la actuación de los señores del silbato y los banderines?. Pero la misión de los árbitros es la de ser invisibles, de ponderar el orden vigilando que los jugadores sean respetuosos del reglamento, valiéndose para ello de la autoridad que le ha sido otorgada para que los juegos sean del gusto del público.
¡Ah, no... que va!, el árbitro también reclama protagonismo y para que el público se fije en él se vale de mil artilugios que nos obligan a ponerles atención, unas veces más que a los mismos jugadores… Vieron ustedes el juego Tigres vs. Atlético San Luis, de los mejores de la jornada, el señor Ortiz, árbitro del encuentro, al ver que los jugadores le ganaban la atención del público, comenzó a retardar el juego bajo cualquier pretexto.
En cada falta cobrada los potosinos se paraban frente al balón haciendo que Tigres se desesperara pues los minutos pasaban sin anotar gol. Entonces el Tigre nervioso intentaba quitar al estorbo, iniciándose un roce entre jugadores, que era enfriado por un tardado sermón del colegiado.
Cada tiro libre se tomaba mínimo tres minutos, pues el árbitro señalaba la distancia para que la barrera se colocara, pero a la hora que iba a dar el silbatazo, la barrera ya se había desplazado cinco centímetros, con lo que se repetía la operación hasta el fastidio. Y no se diga en los saques de banda, se acercaba al jugador para señalarle que no pisara la raya y, de pasada, preguntarle a su auxiliar si no había desorden en las bancas.
Y no mencione algo sobre las consultas al VAR, hasta perdí la cuenta de cuántas veces tuvo que ir a consultar sobre acciones que ocurrieron a dos metros de donde él se encontraba. Ah, no sólo los jugadores se salían de sus casillas al verse rebasados por el protagonismo del señor aquel que adoptaba poses de arrogancia musolinezca que lo hacían verse con la frialdad de una estatua.
¡Que Gignac! ¡Que Nahuel!. En aquel emocionante juego, al señor Ortiz no se le escapó ni la voz del volcán, a la que controló igual que lo hace el director de la orquesta, que sin tocar ni un instrumento, le roba los aplausos a sus dirigidos, que obedientes esperan a que el señor les pida que se pongan de pie para recibir las migajas que el público les conceda, como si quien le echa arrocito a las plomas.
Y eso lo vemos en todos los juegos, de los noventa minutos que dura un juego, los árbitros nos roban mínimo cuarenta y cinco, pero lo más inexplicable corre a cargo de los jugadores marrulleros que por cualquier rozón se tiran al suelo al menor choque con un contrario, o los porteros, como Ochoa, que goza del permiso de los árbitros para quedarse en posesión del balón por el tiempo que le plazca. Si no me equivoco, a los guardametas se les permite tener el balón en sus manos durante seis segundos, mientras que Ochoa triplica ese tiempo sin que se le reconvenga por ello. Observen esto y háganme saber si estoy equivocado.
Echándole un vistazo a los juegos de eliminación para el próximo Campeonato Mundial Femenil 2023 a celebrarse en Australia-Nueva Zelanda, nos damos cuenta de que igual que ocurre con nuestro Tri varonil, la mayoría de nuestras jugadoras no pertenecen a nuestra Liga MX, sino que vienen de Inglaterra, Francia, Alemania, etc., etc. Y qué bueno, me parece que en esto nuestro Tri femenil supera a nuestro Tri varonil en jugadoras colocadas en el extranjero, el problema, si lo quieren ver como problema, es que entre Tigres y Rayadas se encuentra el mayor número de aportación de jugadoras.
Y para orgullo de Tampico y Madero, dos de las más importantes futbolistas nacionales son Cristina Ferral de Ciudad Madero y Rebeca Bernal, defensa central, medio de contención y capitana del Tri, que se destaca además por sus dotes de goleadora y asistente, originaria de Tampico.
El fenómeno del futbol femenil está arrebatándole protagonismo al futbol varonil, en tiempo de pandemia se hace difícil la comparación de asistencia a los estadios, pero tengo entendido que el rating de televisión se ha inclinado hacia el futbol femenil. Esperemos a ver qué ocurre cuando todo vuelva a la normlidad.
Hasta pronto amigo