El Mundial de 1938 tuvo escasa historia. Los alemanes, que incluían unos cuantos jugadores de la famosa y desaparecida Wunderteam de Meisl, cayeron ridículamente frente a un débil conjunto suizo, por 4 goles contra dos.
Los brasileños no dieron, por su parte, la medida que prometían sobre el papel, y aunque lució espectacularidad, fue en detrimento de la eficacia. Llegaron a las semifinales y sucumbieron frente a Italia dos goles contra uno. Hungría emergió como equipo de punta clasificándose para una final en la que se impuso la veteranía italiana 4 goles por 2 en un match desarrollado en el ampliado estadio de Colombes, con la presencia de 60 mil espectadores. La gran personalidad del delantero italiano Giuseppe Meazza se reveló decisiva frente a un cuadro húngaro integrado esencialmente por hombres del Újpest y del Ferencváros, pero de juego excesivamente lento y cerebral, rebasado por la velocidad y sagacidad de los italianos, los cuales habían renovado su escuadra en 80% respecto a los campeonatos anteriores. Así, Italia confirmó con justicia la posesión del título mundial, aunque no impresionó como un equipo extraordinario.
Por otra parte, la Federación Inglesa de Futbol conmemoró el 75 aniversario de aquella reunión de 1863, en la Freemason's Tavern, en la que se decidió su fundación. Para celebrar la efemérides se tuvo una idea original: un match entre la selección inglesa y otra del continente. El encuentro careció de historia, pues los ingleses, más compenetrados, vencieron por 3 goles a 0 a un conjunto deshilvanado, que no era el mejor posible de Europa: 5 italianos -sin el célebre Meazza-, 2 alemanes, 1 húngaro, 1 belga, 1 noruego y 1 francés, fueron incapaces de perforar la portería inglesa siquiera una vez. Aquello fue el canto del cisne de una hermandad continental que pronto se quebraría. Al año siguiente, en abril de 1939, se escuchaban los últimos disparos del conflicto fratricida español, pero a los pocos meses estallaba la Segunda Guerra Mundial. En vísperas del inicio del fragor de tanques y cañones, la FIFA en un gesto que incluye una buena dosis de dramático optimismo, en una circular recomendaba a sus federaciones filiales la necesidad de que los jugadores portasen camisetas numeradas, correspondientes a su posición en su equipo...
La reconstrucción postbélica fue, sin embargo, difícil y lenta; las heridas abiertas fueron largas y profundas, y apenas finalizado el brutal enfrentamiento ya se cernía sobre la humanidad una nueva amenaza por la rivalidad entre el llamado mundo occidental y la URSS. La guerra caliente dejó paso a la guerra fría, concepto utilizado para definir las grandes tensiones que, afortunadamente, no llegaron a estallar y que dominaron al mundo hasta que en 1962, Kennedy y Kruschev sentaron los principios de la coexistencia pacífica. El renacer del futuro, tras el paréntesis bélico, fue también lento. El primer partido internacional importante tuvo como escenario la catedral del balompié londinense, Wembley. reducto inexpugnable de la selección inglesa, marco de la mítica tesis de la superioridad del futbol británico. Inglaterra sufrió un sobresalto: frente a un teóricamente débil conjunto francés, no pudo vencer. Tampoco perdió pues el match finalizó con empate a 2 goles, pero el hecho creó cierta maliciosa expectación. ¿Era el principio de la liquidación de la vieja leyenda? El resultado constituía un mal presagio, pero habría que esperar, pues pudo haber sido un mal momento, y la imbatibilidad seguía, de todos modos intacta.
En aquella posguerra prolongada dos hechos conmovieron al mundo deportivo, alimentando trágicamente el saldo de las catástrofes futbolísticas. En 1946, en un partido entre el Bolton Wanderers y el Stoke City se hundió una grada del estadio muriendo 36 personas y 500 resultaron heridas. Las gradas de las entradas de a pie constituían un peligro, pues en ellas las grandes aglomeraciones provocaban avalanchas de público con roturas de barreras y defensas. Pero hasta entonces, ningún accidente de tal tipo había asumido aquellas dimensiones. Muy distinta fue la tragedia ocurrida en 1949. El futbol pagó su tributo a la modernización de los medios de transporte, el equipo de Torino, el más fuerte conjunto de Italia y alma de la selección que detentaba el título mundial, sufrió un accidente de aviación en las cercanías de la ciudad de Superga, cuando regresaba de Lisboa. Murieron 8 jugadores, todos ellos internacionales. Las perspectivas italianas de renovar su título en el próximo Campeonato Mundial de 1950 quedaron, por tanto, muy reducidas.
La Segunda Guerra Mundial no impidió que algunos campeonatos nacionales continuaran celebrándose, precisamente en esa época el futbol galo conoció a un jugador africano llamado Ben Barek, que sería admirado por muchas aficiones, mientras que el futbol español había perdido a muchos ases como Isidro Lángara y Martí Ventolrà que marcharon a México huyendo de la dictadura del "Generalísimo" Franco, triunfador de la Guerra Civil española.
Hasta pronto amigo.