/ sábado 24 de agosto de 2024

Miscelánea del Poder / Miscelánea sabatina

En octubre de 2017, Harvey Weinstein, cofundador de Miramax Films, y productor de Pulp Fiction, laureado filme de Hollywood, fue procesado por acoso sexual y una sentencia de 23 años de prisión en Los Ángeles, California . Inmediatamente salieron a la luz denuncias de mujeres, primeramente, para relatar sus historias de abuso y hostigamiento sexual a cargo de hombres poderosos, en lo que se dio en llamar el movimiento #Me Too, narrativa que no ha estado exenta de debates, bajo diversos motivos.

Actualmente, Weinstein permanece en la prisión de Roma, Nueva York, a la espera de un nuevo juicio ordenado por un juez, para el mes de noviembre de 2024. La posibilidad de que Weinstein sea liberado de una condena (aunque tiene otras por resolver en Los Ángeles, California), ha provocado la ira de cientos de miles de personas que consideran este caso tan mediático como el del asesinato de George Floyd en 2020, caracterizado por el uso indiscriminado del poder y señalamientos de racismo sistémico en las fuerzas de seguridad. En todo caso, la ejemplar sentencia de Weinstein por delitos sexuales pasó a ser para muchos una “regresión constitucional”.

Un aviso del cambio de pautas por venir sucedió en junio de 1997 en Manassas, Virginia, al estadounidense John Bobbit, a quien su joven esposa Lorena le seccionó el pene cuando dormía. La joven de origen ecuatoriano cometió este acto en un momento de locura temporaria a causa de los maltratos de su esposo John, dijeron. El juicio legal fue seguido en las cadenas de tv con igual o mayor morbo que el Súper Tazón, y sus detalles cimbraron a la opinión publica.

La señora Bobbit fue remitida a una semana de evaluación en una clínica psiquiátrica. Pero lo revelador de esta historia no es el origen de nuestra personaje principal en una sociedad machista, como América Latina, en la que la violencia de género es un problema agravado por la pobreza, la injusticia y la impunidad, sino que en un mundo de “avanzada” como se considera el estadounidense, cientos de miles de mujeres se identificaron con Lorena, al grado de surgir varias imitadoras.

¿Por qué una mujer común se transformó en vengador solitario que cobra cuentas pendientes con la aprobación de un extenso grupo social? Quizás porque realmente de lo que se trata es del abuso de poder.

Veintisiete años después de la sui géneris revancha de Lorena Bobbit y con la cultura Woke en apogeo, el reimplante de pene no es tan visto como una apendicectomía. Ni los calzones de cuero se venden en mercado libre o Amazon, que se sepa, aún.

La Reforma del Poder Judicial expone a jueces, magistrados y ministros, a lo que a cualquier alto funcionario que realice un acto que signifique la extralimitación de sus funciones oficiales. Esto es, a perder su posición, si esos actos no se ajustan a lo que dispone la Carta Magna y al decoro elemental en el ejercicio diario del poder. Es irónico que encargados de la impartición de justicia desafíen hoy el mandato constitucional, apoyados en una serie de tecnicismos legales difusos. Pero, tienen de su lado a los poderes fácticos. Y el vecino país del norte se pronunció en la misma dirección, de acuerdo a sus intereses particulares. Pero, si la Reforma del Poder Judicial se lleva a efecto, es posible aspirar a que en diez años se consolide una cultura de administración de justicia que compita con las sociedades avanzadas. La pregunta es ¿Quiénes presionan para que las cortes de justicia sigan estancadas? Es cosa de pensarle un poco.

Por otra parte, es un enigma político o quizá no tanto, que el titular del Ejecutivo pida a cinco empresarios mexicanos que aparecen en la revista Forbes su opinión acerca de la Reforma Judicial. Si se trata de reiterar que no hay censura oficial a los empresarios, es innecesario.

Los cinco distinguidos empresarios invitados (cuatro hombres y una mujer), seguramente saben que hablar de política en estos momentos es impopular y hasta arriesgado. Insisto, porque si alguien habla en contra de algo, todo mundo sacará implicaciones de que alguien respalda a ese algo. Y si se da el caso de que ese ataque va dirigido a ese alguien, como respuesta siempre habrá quienes hablen en favor de algo. Parece complicado. Y sí, lo es. No por nada lo llaman ajedrez político.

En octubre de 2017, Harvey Weinstein, cofundador de Miramax Films, y productor de Pulp Fiction, laureado filme de Hollywood, fue procesado por acoso sexual y una sentencia de 23 años de prisión en Los Ángeles, California . Inmediatamente salieron a la luz denuncias de mujeres, primeramente, para relatar sus historias de abuso y hostigamiento sexual a cargo de hombres poderosos, en lo que se dio en llamar el movimiento #Me Too, narrativa que no ha estado exenta de debates, bajo diversos motivos.

Actualmente, Weinstein permanece en la prisión de Roma, Nueva York, a la espera de un nuevo juicio ordenado por un juez, para el mes de noviembre de 2024. La posibilidad de que Weinstein sea liberado de una condena (aunque tiene otras por resolver en Los Ángeles, California), ha provocado la ira de cientos de miles de personas que consideran este caso tan mediático como el del asesinato de George Floyd en 2020, caracterizado por el uso indiscriminado del poder y señalamientos de racismo sistémico en las fuerzas de seguridad. En todo caso, la ejemplar sentencia de Weinstein por delitos sexuales pasó a ser para muchos una “regresión constitucional”.

Un aviso del cambio de pautas por venir sucedió en junio de 1997 en Manassas, Virginia, al estadounidense John Bobbit, a quien su joven esposa Lorena le seccionó el pene cuando dormía. La joven de origen ecuatoriano cometió este acto en un momento de locura temporaria a causa de los maltratos de su esposo John, dijeron. El juicio legal fue seguido en las cadenas de tv con igual o mayor morbo que el Súper Tazón, y sus detalles cimbraron a la opinión publica.

La señora Bobbit fue remitida a una semana de evaluación en una clínica psiquiátrica. Pero lo revelador de esta historia no es el origen de nuestra personaje principal en una sociedad machista, como América Latina, en la que la violencia de género es un problema agravado por la pobreza, la injusticia y la impunidad, sino que en un mundo de “avanzada” como se considera el estadounidense, cientos de miles de mujeres se identificaron con Lorena, al grado de surgir varias imitadoras.

¿Por qué una mujer común se transformó en vengador solitario que cobra cuentas pendientes con la aprobación de un extenso grupo social? Quizás porque realmente de lo que se trata es del abuso de poder.

Veintisiete años después de la sui géneris revancha de Lorena Bobbit y con la cultura Woke en apogeo, el reimplante de pene no es tan visto como una apendicectomía. Ni los calzones de cuero se venden en mercado libre o Amazon, que se sepa, aún.

La Reforma del Poder Judicial expone a jueces, magistrados y ministros, a lo que a cualquier alto funcionario que realice un acto que signifique la extralimitación de sus funciones oficiales. Esto es, a perder su posición, si esos actos no se ajustan a lo que dispone la Carta Magna y al decoro elemental en el ejercicio diario del poder. Es irónico que encargados de la impartición de justicia desafíen hoy el mandato constitucional, apoyados en una serie de tecnicismos legales difusos. Pero, tienen de su lado a los poderes fácticos. Y el vecino país del norte se pronunció en la misma dirección, de acuerdo a sus intereses particulares. Pero, si la Reforma del Poder Judicial se lleva a efecto, es posible aspirar a que en diez años se consolide una cultura de administración de justicia que compita con las sociedades avanzadas. La pregunta es ¿Quiénes presionan para que las cortes de justicia sigan estancadas? Es cosa de pensarle un poco.

Por otra parte, es un enigma político o quizá no tanto, que el titular del Ejecutivo pida a cinco empresarios mexicanos que aparecen en la revista Forbes su opinión acerca de la Reforma Judicial. Si se trata de reiterar que no hay censura oficial a los empresarios, es innecesario.

Los cinco distinguidos empresarios invitados (cuatro hombres y una mujer), seguramente saben que hablar de política en estos momentos es impopular y hasta arriesgado. Insisto, porque si alguien habla en contra de algo, todo mundo sacará implicaciones de que alguien respalda a ese algo. Y si se da el caso de que ese ataque va dirigido a ese alguien, como respuesta siempre habrá quienes hablen en favor de algo. Parece complicado. Y sí, lo es. No por nada lo llaman ajedrez político.